Seguramente se le pasó por la cabeza ignorar la atrevida invitación. Al fin y al cabo el autor de la epístola era el narcoterrorista en jefe a quien se había perseguido con fines de captura, condena, extradición o muerte, según el caso, durante los ocho años de su gobierno. Ignorar un personaje como este no es mala educación o falta de tacto. Para muchos de sus seguidores puede ser un acto de grandeza y una manera más de desconocer el proceso que se viene adelantando en La Habana.
La invitación a conversar se publicó el 14 de mayo e iba precedida por una larga disertación en la que se recuerda los inicios del conflicto, se defiende el proceso de paz y la jurisdicción especial, se mencionan apoyos externos y legitimadores y se lanzan algunas pullas. En la carta, obviamente, hay temas discutibles, hay afirmaciones cuestionables y hay vocerías dolorosas.
La respuesta del expresidente no fue impulsiva —tardó un día—. En un tono respetuoso menciona la “Carta del médico Rodrigo Londoño (Timoleón Jiménez) Cabecilla de las Farc” y sin hacer alusiones directas al contenido de la misma, Uribe hace una extensa lista de los problemas del proceso que él y el Centro Democrático han señalado en diversas ocasiones e incluso se queja de la actitud del Gobierno Nacional al ignorar sus críticas y observaciones.
El último capítulo de este sui generis intercambio epistolar con tribuna se dio el 17 de mayo con una nueva comunicación de Timochenko a Uribe. En ella, además de aclarar que no es médico, el jefe del Secretariado se refiere a temas como la concentración de las tropas guerrilleras, el cese al fuego, la muerte de Alfonso Cano. Reitera, además, los argumentos a favor de los acuerdos y enfatiza la exigencia de verdad y la posibilidad de enfrentar condenas de 20 años de cárcel.
Habida cuenta de que la negociación aún no termina, este intercambio epistolar público, con el pueblo colombiano como verdadero destinatario, puede ser el inicio de un acercamiento real.
Hay que resaltar el tono respetuoso
y exento de ataques personales
de las comunicaciones
Más allá de los argumentos de lado y lado, comunicados en diferentes espacios y que no son nuevos, hay varios aspectos relevantes en las misivas que no se deben pasar por alto en estos momentos de alta tensión en los que el conflicto parece acercarse a su fin. Para empezar hay que resaltar el tono respetuoso y exento de ataques personales de las comunicaciones. No es un hecho menor pues la descalificación y el insulto han estado presentes en las comunicaciones de las dos partes. En segundo lugar y a pesar de que el expresidente Uribe no responde ni a la invitación ni a los planteamientos de Timochenko, si le recuerda al líder de las Farc que ha enviado sus preocupaciones con emisarios tales como el representante del Gobierno de Estados Unidos, Bernie Aronson, o el asesor legal del grupo guerrillero Álvaro Leyva. Es decir, existe ya una interlocución indirecta entre Uribe y las Farc.
De parte de las Farc hay varios asuntos que vale la pena destacar. Por una parte el reconocimiento de que sin Uribe no será posible construir la paz después del acuerdo. Tema expuesto por diferentes líderes de opinión y analistas que hasta ahora las Farc consideran y comunican. Incluso dentro de la clase política hay posiciones que intentan minimizar o desconocer el peso y la importancia del expresidente y su grupo para los retos que vienen. El reconocimiento de que el otro, no obstante ser diferente y opuesto, existe y es necesario hace parte de lo que el filósofo John Rawls llamaba el consenso traslapado y es sin duda una condición necesaria para la vida en paz. En otro aparte de la primera carta el jefe guerrillero le echa un piropo a Uribe que cualquier luchador recibiría con orgullo. “Fue usted un formidable adversario que nunca nos dio cuartel ” dice en el último párrafo, antes de invitarlo nuevamente a reunirse.
Los desconfiados, los sospechosos, los inseguros y los furiosos dirán que en las Farc no hay verdadero ánimo de paz ni de reconocimiento ni de reconciliación sino puro cálculo duro y frio. Otros dirán que Uribe, en su soberbia y rabia, lucha contra la posibilidad de paz; desconoce a las Farc, al proceso y no avanza en nada. Yo creo, por el contrario, que en este intercambio hay mensajes y algunos símbolos que abren la puerta a progresos mayores. Habida cuenta de que la negociación aún no termina, este intercambio epistolar público, con el pueblo colombiano como verdadero destinatario, puede ser el inicio de un acercamiento real.
Finalmente, el gran reto de la reconciliación y la reconstrucción no tendrá que ver ni con el derecho internacional o constitucional ni con la teoría política. El factor fundamental en la construcción de un país en paz es la necesidad de entender de primera mano el dolor producido por mi accionar en los otros y desde esa posición, con grandeza y verdadera humildad, pedir y conceder perdón. La próxima carta de Timochenko a Uribe, si es que la hay, debería tener un solo tema: las disculpas honestas, directas y sin matices por el asesinato de su padre en 1983. Aunque Uribe diga que es la patria y sus intereses superiores lo que lo mueve para enfrentar el acuerdo su drama personal es un ancla al pasado y al conflicto.