El camino ha sido largo y tortuoso, sembrado de muertes y víctimas desamparadas, mujeres y niños cruelmente afectados por la violencia, familias destrozadas, asesinatos indiscriminados, 50 años de conflicto armado con más de 8 millones de víctimas registradas, según estimaciones oficiales. Lo que no dicen los números es que el 80% de las víctimas han sido civiles y que los seis millones de personas desplazadas dentro y fuera del territorio por fin ven un rayo de esperanza: conseguir la tan deseada paz definitiva.
Durante todo este tiempo las mujeres colombianas han sido, una vez más, la columna vertebral que ha sostenido el destrozado cuerpo social del país. Han resistido y se han convertido en gestoras de paz y de reconciliación. Han vivido en carne propia todos los horrores de la guerra y sin embargo han decidido tomar el camino de esperanza hacia una nueva vida, sin olvidar el pasado, pero caminando hacia delante y ayudando a otros a avanzar con ellas.
Abrir este camino hacia la reconciliación en el sentido más profundo será tarea de todos, pero sobre todo de las fuertes, poderosas y magníficas mujeres colombianas, las que trabajan para un presente y un futuro de paz para sus hijos y nietos, las que luchan con uñas y dientes para recuperar sus vidas destrozadas por la cruenta guerra que ha asolado Colombia durante tanto tiempo. Porque hay un rayo de esperanza, y es a ellas a las que ilumina.
Comienza también ahora la larga senda de vuelta a casa de los desplazados. Reconstruir los pueblos, las familias, la convivencia, será tarea de todos, y las mujeres con los pies en la tierra serán el cemento necesario para volver a levantar la amalgama de los cimientos de una sociedad que se enfrente al futuro con esperanza en la paz y en la convivencia, en el perdón y la reconciliación indispensables para seguir adelante sobre las ruinas y los cadáveres de la guerra.
Recuerdo a una magnífica Nuria Espert interpretando a Lisístrata en el Teatro Eslava de Madrid, hace muchos, muchos años. En Grecia la guerra duraba ya veinte años de ruina económica y moral, familias destrozadas, padres ausentes, mujeres solas en casa, hijos muertos en combate, ancianos desamparados. Frente a la negra realidad de los hombres empeñados en mantener la guerra, las mujeres, por boca de Lisístrata, sostenían que era necesaria la paz, pero no una paz a toda costa, sino una paz digna, con reconciliación y acuerdos razonables por parte de los contendientes.
Eso es lo que persiguen mujeres como Patricia Guerrero, Mayerlis Angarita, Beatriz Montoya, Luz Marina Bernal, Luz Marina Becerra, Vera Grabe y Nelly Velandia. Lula Gómez les ha dado voz en este libro, pero también imagen en un documental que se ha estrenado en prestigiosos certámenes de cine: Mujeres al frente. La ley de las más nobles. Los suyos no son sólo unos nombres, son todas las madres, hermanas, hijas, abuelas, amigas, esposas, son todas las mujeres colombianas que han luchado y luchan por un mundo en paz para todos. Han resistido durante la guerra con otras armas y perseveran ahora con más tesón si cabe: son las Lisístratas de Colombia, las que “disuelven el ejército”, las mujeres de la paz.