La agrupación Espectro Doméstico regresa con su estilo característico en un montaje que fácilmente puede atrapar al espectador y confundir a la crítica, en el que todo puede pasar y nada es lo que parece.
Juegos de niños grandes es una obra que muestra la relación de un par de primos que se encuentran en su joven adultez y comparten las vicisitudes de su vida permeada por un terrible secreto.
Lo que inicialmente parece un malentendido que ocurrió en la infancia, termina por volverse una tragedia familiar casi inexpugnable que ha roto la vida de uno de ellos y al otro parece no afectarle o bien, disimula todo y sigue adelante. Paralelamente se deja ver el drama que viven al tratar de llevar una vida heteronormativa en la que su homosexualidad ha sido enterrada y desterrada, con las violencias que esto genera.
El espectador está todo el tiempo a la espera de un trágico desenlace, sin saber que es testigo de cómo los personajes se reconcilian con su propio dolor, la culpa de un crimen, la frustración de esconder su identidad sexual y el miedo de confrontar la realidad construida para evadir la verdad oculta.
Esta pieza refresca un poco dos conceptos que han ido cayendo en lugares comunes: 1, la temática LGBTIQ+ y 2 la violencia cotidiana, presente en hogares y colegios independientemente de estrato, región o condición social.
Espectro Doméstico nos vuelve a recordar que el arte es un vehículo para resignificar el presente, nuestros actos y transformar la realidad que tanto nos duele, por medio de pequeños actos como un aplauso en una sala de teatro.