Al igual que millones de colombianos que no hemos vivido un segundo de nuestras vidas sin conflicto armado y que entendemos que los muertos de esta guerra los hemos puesto nosotros y no las élites mezquinas que históricamente han gobernado a Colombia, tengo la esperanza que tengamos un grupo guerrillero menos, que sus integrantes prontamente interactúen en el cuestionado sistema “democrático” colombiano y que cada día, entre todos -no solo los privilegiados de siempre- construyamos una sociedad con verdadera justicia social que no alimente las razones para levantarse en armas.
Sin embargo, no puedo desconocer que en el ambiente hay múltiples “ruidos” generados por el mismo gobierno los cuales hacen pensar que hay una intención subyacente, muy bien aprovechada por los partidarios del No, para que el Sí pierda o gane “herido”. Por eso desarrollo dos razones que explican desde mi perspectiva, porque es posible que el gobierno esté jugando a que el Sí pierda y que mientras la sociedad civil busca realmente la paz, Santos está jugando un póker en el que cree conocer todas las cartas, con las que en la historia pretende ganar en todos los escenarios.
Esta tesis conspirativa, que aparentemente pareciera tener poco fundamento ante los actuales resultados de los diálogos y la manifestación expresa que ha hecho el gobierno Santos, la sustento en las siguientes razones:
Primera: Los poderosos argumentos del Sí parecen no tener fuerza cuando los presenta el presidente Santos, sus ministros y los politiqueros mediáticos.
Según la Teoría de Transformación de Conflictos de John Paul Lederach la conflictividad en las sociedades es de carácter interminable. En este sentido la concreción de la paz como ausencia de conflictos es puramente ideal. Por eso Lederach plantea que los conflictos sociales se transforman y son una oportunidad para reducir la violencia estructural e incrementar la justicia.
Entonces, desde esta postura es evidente que la terminación formal de un conflicto armado no es la paz, sino un peldaño de un proceso que trasciende en el tiempo. En este orden de ideas la presentación que desde el comienzo ha hecho el gobierno al proceso con las Farc es imprecisa y sofística, y puede estar concebida para abrir las puertas a todo tipo de críticas que le están dando fuertes argumentos al No.
Igualmente considero que conceptualmente la configuración comunicativa del proceso parece ideada para que argumentativamente gane el No, porque así los argumentos del Sí tengan más lógica y aceptación social por el cansancio generado por la guerra, una sociedad desconfiada de las reales intenciones de las élites y hastiada de tanta violencia, ha aprendido de la historia que muchas “conversaciones de paz” han sido el comienzo de nuevas dimensiones de intensificación del conflicto armado interno.
Por eso es importante tener presente que aunque la terminación del conflicto requiere de una amplia deliberación pública, es preocupante la manera como todo tipo de actores estatales parecen desbordados en su afán de figurar mediáticamente opinando del proceso e instrumentalizándolo políticamente para sus intereses partidistas.
Las Farc también han entrado en esa lógica y algunos de sus integrantes, con una velocidad preocupante, ya aprendieron el “tono politiquero” característico de los personajes públicos de Colombia (No sé por qué siempre que habla Roy Barreras, la figura de un lagarto pasa por mi cerebro).
Las anteriores consideraciones son casi inevitables, pero de esta manera se envía un mensaje no verbal de desconfianza, porque tanto las Farc como el gobierno gozan de una credibilidad mínima, por no decir de ninguna. Según la reciente encuesta de Ipsos la imagen negativa del presidente Juan Manuel Santos, en una circunstancia tan favorable como es la eventual firma del Acuerdo Final, llegó al histórico del 76%.
Segunda: El gobierno Santos, a través de la ministra de Educación Gina Parody, decidió desafiar a la sociedad civil que puede salvar el Sí.
Hagamos el siguiente experimento mental: ¿Si el Procurador Ordoñez fuera el Ministro de Educación y un joven se hubiese suicidado por razones de matoneo por su religión, estaría libre de sospecha al pretender cumplir consideraciones de la Corte Constitucional en el sentido de “revisar” los manuales de convivencia, para incluir la tolerancia hacia las personas de la misma condición religiosa del joven suicidado? Con seguridad todo el mundo estaría criticando que no es la persona adecuada para dicha revisión y se estaría arguyendo que no inspira la confianza social necesaria en ese proceso.
Exactamente lo mismo es lo que piensa el colectivo nacional de familias y de colegios de diferentes confesiones religiosas sobre la Ministra de Educación. Por diferentes medios han denunciado los excesos del ministerio para cumplir la orden cuarta de la Sentencia T-478 de 2015, referente al caso de Sergio Urrego. Consideran que esa orden de la Corte Constitucional está siendo aprovechada, no para prevenir eventuales casos similares, sino para introducir expresamente la ideología de género que el mismo Papa ha catalogado como un verdadero veneno.
Ante esto una sociedad civil mayoritaria, que se siente amenazada por los múltiples efectos de la ideologización de los manuales de convivencia, ¿tendrá ánimos para apoyar el Sí a la paz, que queremos todos los colombianos pero que será un trofeo que pretende levantar el actual gobierno? Por eso considero que los procedimientos del ministerio de educación son un reto a la sociedad civil que puede salvar el Sí y un gran favor a los partidarios del No.
Asimismo, ya se conoce que la intención del gobierno es presentar el proyecto de reforma tributaria al Congreso después de la votación del Plebiscito, precisamente para no afectar la votación del Sí. ¿Pero será que el “ruido” de la reforma tributaria no será tan fuerte como el que está generando el ministerio de educación con la instalación de la ideología de genero en los manuales de convivencia?
Entonces, el sí ganará con un empoderamiento de la sociedad civil que históricamente le ha apostado a la paz. Porque desde el gobierno se está jugando a varias bandas en múltiples escenarios y uno de ellos es que el Sí pierda. Estas estrategias contradictorias y con mensajes ambivalentes provienen del alto gobierno, por lo cual parece lógico pensar que el gobierno Santos está jugando con la intención del escenario de la derrota del Sí. De esa manera queda bien con Dios y con el diablo, algo característico de la filosofía de la “mermelada”.