Jesús, como carpintero, construía cruces para los romanos. Lo atormentaban las voces de su cabeza gritándole que era el verdadero Hijo de Dios. Sólo un hombre creía en él, era Judas Iscariote. Feroz antimperialista, Zelote radical, creía que el Rey de los Judíos vendría con un hacha a cercenar las cabezas de los Césares y convertir en cenizas a Roma. Pero el Nazareno tenía algo en su voz, en su postura, que lo hacía diferente a todos los hombres. Un día Judas intentó matarlo, le pasó la espada por el cuello pero la carne no se abrió. “¿Qué clase de hombre eres?” le preguntaba asustado. Entonces lo vio convertir en agua el vino, sacarse el corazón, resucitar a un hombre y multiplicar los panes y los peces. Entonces Judas hizo lo posible para crear el Cristianismo.
Sin un Jesús Crucificado no existiría esta religión que se basa en la figura de un Rey de los Judíos derrotado en una cruz. ¿Cómo se podía ejecutar el plan de Dios en la Tierra sin un traidor? ¿Quién podría tener, dentro de su grupo de apóstoles, el coraje para entregar al verdadero mesias? Ahí es donde entran teorías como la de Thomas De Quincey quien, lejos de presentarlo como un traidor, cree que fue el gran gestor de la nueva religión y a quién se le ocurrió que Jesús, con sus evidentes problemas de carácter, debería ser convertido en un mártir y, a partir de allí, iniciar la rebelión de más de 300 años que terminó convirtiendo a Roma en el Sacro Imperio Romano de Justiniano.
Borges, en sus tres versiones de Judas, afirma que es imposible pagar todos los pecados de los hombres pasando una tarde clavado en la cruz, por más de que los cuervos te arranquen los ojos y los perros te muerdan los pies, que Judas fue el verdadero hijo de Dios porque él lleva dos milenios chamuscándose en el infierno por haber recibido esas malditas monedas de plata. Sólo así Dios nos pudo limpiar del pecado.
Un Jesús lleno de dudas y de miedos, aupado por un poderoso Judas Iscariote, es el que nos muestra Nikos Kazantzakis en su libro de 1904 La última tentación de Cristo, atormentado por estar en la cruz, Jesús es seducido por el demonio disfrazado de Angel de la Guarda y acepta el privilegio de ser un hombre normal. Se casa con María Magdalena, tienen hijos, y a los 70 años, mientras los romanos incendian Jerusalén, Judas le hace caer en cuenta que el ángel es el Diablo. Fue gracias a Judas que Jesús se da cuenta de su error, pide perdón al padre y lo vuelve a poner en su cruz.
El Testamento de Judas que salió en el 2006 y que ha sido venerado por los gnósticos como si fuera una Biblia, afirma que Judas era el mejor amigo de Jesús y fue quien cristalizó los deseos de Dios de que crucificaran a su hijo. Asi que Judas no traiciona sino que ejecuta el acuerdo divino.
A la distancia, la figura de Judas podría ser más atrayente que la del propio Cristo. Igual siempre será más fácil pasar un dia sufriendo en la cruz que una eternidad quemándose en el infierno.