Está próxima la hora en que se encuentren este par de gigantes de la inteligencia, estos monstruos de la erudición, estos dos oradores eximios, estos hombres de Estado que no han tenido par en la Historia de América. Nos tendríamos que remontar al lejano 1826, cuando Bolívar y San Martín se reunieron en Guayaquil para discutir el destino del continente, para mirar algo parecido.
La pena es que nos castiguen con el anuncio de que aquello sucederá a puerta cerrada. ¿No puede ser! Es como si nos arrebataran el pedazo más glorioso de la vida de América. Nada. Que sea en público, ante mil cámaras que no dejen pasar un gesto, una observación, una tesis o una réplica. Ni más faltaba.
Cada uno tendrá ciertos problemillas por resolver. Maduro tendrá que desmontarse de la sentencia que ha dictado contra los colombianos, culpables del desabastecimiento, el endeudamiento, la inflación, la improductividad absoluta, la pauperización del campo, la brutal inseguridad de las ciudades. Y Juanpa buscará cómo desmentirse de la tajante afirmación de que esos problemas fueron fabricados en Venezuela y no en Colombia. Pero no importa. Les sobra talento para manejar con tino estos antecedentes y para sellar con un abrazo —pobre Juanpa— su nueva alianza.
Maduro dirá que a lo mejor algunos miembros de su Guardia se extralimitaron en celo patriótico destruyendo casas, golpeando indefensos, violando mujeres y maltratando niños. Pero es que hay ciertas terapias dolorosas. (¿Sabrá Maduro lo que sea una terapia?) Y también hay palabras y frases que se caen de los labios al azar, explicará Santos. Así que vengan esos cinco, compañero, que no en balde somos los mejores nuevos amigos.
Como todo arreglo demanda sacrificios, Juanpa no volverá a molestar con las carpas, ni insistirá en lo de las mujeres y los niños. Que cada uno se arregle como pueda y asunto concluido. Porque las tratativas, así se dice, con el ELN, también exigen las luces del cucuteño que gobierna a Venezuela.
Lo que ha sido magnífico, y que nadie lo dude, es la selección de los mediadores. La canciller tuvo para semejante hallazgo el tacto que mostró en el proceso de San Andrés. Argentina y Brasil votaron contra Colombia en la OEA y no la dejaron arrimar a Unasur. Con lo que queda claro que Venezuela jamás se opondrá a los buenos oficios de estos cancilleres. Argentina le vendió bonos a la lata a Venezuela y Venezuela no se los ha pagado, ni se los pagará. Y Chávez le mandaba a la Kirchner maletadas de dólares, para demostrar su imparcialidad en la política de ese país.
Brasil también, como Argentina, pero en grado mayor, es fundador del Foro de Sao Paulo y tiene también su presidenta ejemplar. Especializada como guerrillera en asaltos bancarios, ha mostrado su sapiencia como estadista y su transparencia en el manejo de los asuntos públicos. Por eso hay que andar de prisa, antes de que la metan a la cárcel por las coimas que se daban y recibían en Petrobras. Y Brasil ha sido el gran proveedor de alimentos para el régimen de Maduro, cuando Maduro tiene con qué pagarlos porque brasilero no se anda con remilgos en aquello de cobrar.
Maravillosos mediadores, pues. Los mejores. Los más pulcros, los más avisados y los más imparciales.
De modo que también ha sido espléndido el decorado de la escena. No solo se verán cara a cara Juanpa y Maduro, sino que nuestra canciller se ha lucido en la búsqueda de los mediadores. Como no todo ha de ser perfecto, le quedó faltando el concurso de Evo y la presencia de Ortega. Porque la tutela de los Castro se da por sobreentendida. ¿Cómo iba a faltar Fidel en este despliegue de amistad hacia Colombia? Nos ama tanto que vino hasta Bogotá, él personalmente, para asesinar a Jorge Eliécer Gaitán. Otro menos cariñoso manda cualquier matón subalterno para hacer la vuelta.
La mesa está servida. Muy pronto pasarán a manteles nuestros dos patricios para arreglar lo que pudo dañarse en la frontera. Que le apuren, porque pasada esta crisis, vendrá la próxima. Que apunta a estar mucho más tenaz, como hoy dicen los jóvenes.
