Juan Pablo II, ¿santo?

Juan Pablo II, ¿santo?

'La posición del fallecido pontífice frente a temas como la pederastia y el abuso sexual de parte de los jerarcas de la iglesia católica fue muy endeble'

Por: Jonathan Rincón Prieto
octubre 22, 2015
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Juan Pablo II, ¿santo?
Foto: tomada de internet

No puedo evitar cierto desconcierto cada vez que se menciona que el 22 de octubre es la conmemoración de San Juan Pablo II. Me es irrisorio el hecho de que la iglesia católica proponga como ejemplo y eleve a la dignidad de los altares a un personaje como el difunto pontífice, y haya acelerado a velocidades históricas su proceso de beatificación y canonización. Las razones, evidentemente, son más coyunturales que eclesiales o teológicas.

No sé cuál era el afán de la canonización. La congregación de las causas de los santos no es como la academia sueca o como la france football, y puede entregar sus reconocimientos (de hecho es requisito) a personas fallecidas hace ya mucho tiempo. De hecho se recomienda que haya pasado mucho tiempo después de la muerte del candidato a beato para observar su incidencia con perspectiva histórica; sin embargo, en el caso de Lolek (como cariñosamente llamaban a Karol Wojtyla y como me dirigiré a él a partir de ahora, espero no se tome como irrespeto), hubo cierta premura en la causa. Las razones apuntan al deseo de aprovechar la popularidad del fallecido pontífice para beneficiar a la cada vez más desprestigiada iglesia. El carisma de Lolek es legendario, y es la característica más recordada por sus fieles, aun por encima de sus actuaciones eclesiales, sociales o políticas.

No es necesario recurrir a estos desatinos históricos para devolverle credibilidad a una institución que la pierde de manera progresiva; ni explotar la imagen de un anciano senil para mantener la fe, como hizo la curia en los últimos días de vida de Lolek. Simplemente se necesita devolver la iglesia a sus orígenes de simpicidad y  una mayor coherencia de parte de sus representantes. Prueba de ello es que el actual pontífice genera mayor credibilidad entre los creyentes y lo ha logrado a base de trabajo desde la perspectiva real que debe poseer la Iglesia católica. Francisco reivindica los derechos y las actitudes que en otro momento no lo fueron por el santo Lolek. Veamos algunos ejemplos.

La posición del fallecido pontífice frente a temas como la pederastia y el abuso sexual de parte de los jerarcas de la iglesia católica fue muy endeble. En el caso concreto de Marcial Maciel, sacerdote fundador de los Legionarios de Cristo y señalado de múltiples abusos sexuales a menores, en cuyo caso Lolek guardó un silencio que podría interpretarse como cómplice. En estos casos el pontífice debió expresarse de manera abierta y dura, como corresponde a un líder espiritual de estas características y con tamaña visibilidad. Al no pronunciarse, la curia vaticana envió un mensaje ambiguo con respecto a la realidad de este tipo de situaciones al interior de la jerarquía católica. Por otro lado, el pontífice mantuvo una antediluviana posición en materia sexual, como  frente al uso de preservativos y la comunidad LGTBI, condenando ambas realidades abiertamente. En una época en la cual el sexo no es vedado como en el pasado, y la superpoblación y las muertes por enfermedades de transmisión sexual son una realidad latente, condenar el uso de preservativo es una práctica más anticristiana que sugerirle a alguien que tenga sexo sin protección alguna, particularmente en los países del tercer mundo, a donde la misericordiosa mirada del Vaticano no llega. Con esta posición, Lolek contribuyó a la propagación de muchas ETS, tal vez más que muchos proxenetas.

Por último, su posición frente a los movimientos de liberación de la iglesia latinoamericana es conocida. Se han hecho clásicos los encuentros de Lolek con Ernesto Cardenal, a quien amonestó públicamente por sus posiciones a favor de los movimientos de liberación; y con Oscar Arnulfo Romero, quien tuvo que rogar por una audiencia con el pontífice a pesar de su condición de Arzobispo de El Salvador. Romero solicitó apoyo en el pontífice, en quien esperó encontrar un eco similar al encontrado con Pablo VI; pero solo encontró la amonestación por las sospechas de marxismo en su doctrina, fiel a la causa de los pobres y los oprimidos.

Cabe preguntarse entonces qué propone la iglesia cuando propone a sus santos como ejemplo, y si realmente la popularidad y el carisma son suficientes para devolver a la Iglesia su credibilidad y su lugar en el mundo. Por ahora no nos queda más que conmemorar y celebrar la canonización del bien amado Lolek. Perdón; de San Juan Pablo II

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