La muerte prematura de Juan Mario Laserna Jaramillo priva a Colombia de una inteligencia privilegiada y un espíritu decente. Suspendido nuestro diálogo hace cerca de veinte años, reiniciamos el intercambio de ideas hace unos meses. El economista brillante, apegado al razonamiento de su disciplina —pude captar—, había ampliado en forma extraordinaria su alcance intelectual. Y el tímido graduando de Yale de 1990, que flotaba sobre Colombia, era cinco lustros después un hombre de la región, compenetrado con el país ignoto. Así me definió su rol.
Incluso, el pulido preppy del pasado estaba transformado en hombre hecho y derecho, con dichos y giros populares con sabor a río Combeima en la punta de la lengua. En dos veces que nos reunimos, las finanzas públicas dejaron de ser el tema para centrarnos en la historia de la Antioquia y gran Caldas de los antepasados.
Intercambiamos dos anécdotas. De su lado, una de su abuelo materno, Ricardo Jaramillo Arango, apóstol de la medicina que ejerció en Manizales: una noche lo llamaron de una casa para que viera a la empleada doméstica quien estaba enferma. El buen médico entró a examinarla pero antes ordenó salir a todos los presentes. Cuando estuvieron a solas le dijo la mujer: yo no tengo nada doctor Jaramillo, lo que pasa es que no quiero trabajar porque me deben tres meses atrasados… ¡Ah, si? —le respondió el galeno—. Entonces correte pa´l rincón niña yo también me acuesto que a mi hace dos años que tampoco me pagan.
Yo le confié otra —no conocida por él— sobre su padre que alguna vez escuché pequeño en la casa de San Pedro en Chía del expresidente Mariano Ospina Pérez: terminado el Frente Nacional, el doctor Mario Laserna evaluó la posibilidad de lanzar su nombre como candidato conservador a la presidencia de la República. Cercano al expresidente conservador, Laserna quiso saber, a través de un amigo común, qué pensaba su mentor ilustre en las lides políticas acerca de esta posibilidad. Al escuchar sus pretensiones de lanzamiento presidencial, el expresidente respondió jocosamente: ¿y de que piso piensa Mario lanzarse?
Entre buenas risas estentóreas por estos y otros apuntes se cerró nuestro diálogo terrenal. Intuyo que lo necesitan para tareas más trascendentales en otros niveles vitales. Mientras tanto, a su madre Liliana, a sus tías Jaramillo Jaramillo cuya belleza es leyenda manizalita, a sus hermanas y muy especialmente a su sobrino y amigo Pedro Agustín Valencia Laserna como también a Cayetana y Paloma mi abrazo estrecho en estos momentos de tristeza infinita. Ellos tres prolongan las excelencias de su carácter, criterio y nobleza.
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Daniel Barenboim se encuentra de regreso en su Buenos Aires de invierno para el Festival de Música y Reflexión que empezó ayer domingo con un programa compuesto por las tres últimas sinfonías de Mozart [números 39, 40 y 41], fundamentales en la obra del genio. En el majestuoso Teatro Colón, Baremboim confirmó anoche el aserto de Nikolaus Harnoncourt según el cual estas tres obras no tienen solución de continuidad. Son partes de un todo que impide la ejecución de una sola de ellas, expresión que Barenboim convierte en necesidad plástica, como dice La Nación de hoy. Será una semana única y emocionante con conciertos de cámara del Mozarteum Argentino, concierto para violín de Alberto Ginastera [en su centenario con Michael Barenboim, heredero de talentos, como solista]. Para cerrar, nadie menos que Martha Argerich con Mozart, Brahms y Liszt. Algo en el ambiente porteño —pese al ajuste económico draconiano que se ha visto obligado a implementar el presidente Macri— imprime en su entorno cultural la grandeza arrebatada por los gobiernos Kirchner que dejan al país y a funcionarios íntegros de dependencias oficiales respirar de nuevo.
Nota de la editora: Un día antes de su fallecimiento, Juan Daniel me envió una nota desde Azerbaiyán eligiendo esta columna que escribió a raíz de la muerte de su pariente Juan Mario Laserna, para ser publicada en esta fecha. Cumplimos su voluntad.