Poco a poco se va disipando la niebla espesa creada por los fuegos fatuos encendidos por el por fortuna ya expresidente Santos y sus interesados admiradores.
Esta cortina de humo está dejando al descubierto -y no propiamente gracias a los medios de comunicación que tanto lo van a extrañar en sus estados financieros- la delicada situación en la que se encuentra nuestra atribulada Nación. A tal punto, que consideramos sería una inmensa irresponsabilidad de parte del actual gobierno y de su presidente dejarlo ir así como así, feliz a tartamudear en inglés un año completo a la Universidad de Harvard, cimentando esa aureola que prohombre que se ha sabido tejer en el exterior y que cada vez es más difícil de creer o de sostener dentro de nuestras permeables fronteras. Citemos solo algunos ejemplos de lo que se va sabiendo.
Algunas personas reprobaron interesadamente el discurso del presidente del Congreso el día del cambio de mando. Cuestionaban airados que, si bien lo que había dicho era verdad, resultaba de mal gusto hacerlo delante de 17 delegaciones extranjeras; y que lo mejor era no presentar esta realidad ante el mundo, porque podría perjudicar a Colombia que se supiera de su precaria situación presupuestal y de corrupción, lo que haría que los países prestamistas quisieran endurecer sus condiciones de crédito al país. Lo que nadie dijo fue que el por suerte ya expresidente se plantó varias veces ante las 193 delegaciones de países miembros de la ONU (bueno, acá exagero: son 193 los países, pero como se podía ver en las transmisiones de esos eventos, realmente muy pocos se aguantaban más de 1 minuto de gangoso discurso antes de salirse); reuniones en las cuales pintaba al país como el edén mágico, próspero y feliz que nunca ha sido, y menos bajo su mandato. Según los áulicos del expre, lo mejor era seguir mintiendo para no perder las líneas de crédito. Por eso consideramos como muy oportuna la citación del Congreso al nuevo ministro de Hacienda para que informe sobre las labores de empalme con el 95 % honesto ministro saliente; y así los colombianos podamos conocer de primera mano lo que nos espera en materia de finanzas públicas.
No me refiero al acuerdo que él hizo con las Farc,
porque entonces habría que preguntarle por qué dejó huir a Márquez
para eludir su captura y extradición por las delaciones de su sobrino amado
Faltan las declaraciones de los ministros de Salud, Educación, TIC, Justicia, etc., quienes seguramente van a traer noticias igual de desalentadoras sobre estos ocho años de destrucción y aniquilamiento de nuestra institucionalidad. Y no me refiero al acuerdo que él hizo con las Farc, porque entonces habría que preguntarle por qué dejó huir a Márquez para eludir su captura y extradición por cuenta de las delaciones de su sobrino amado. Me refiero a que hoy más que nunca los deshonestos tienen capturado a todo el aparato burocrático de nuestra empequeñecida nación, al punto que ningún trámite por simple que sea puede lograrse si no se paga algo por obtener lo que por ley y por lógica es un derecho gratuito.
Me refiero también a que su vanidad nos costó a los colombianos la ruina del Sena, al dejar a un funcionario ladino y mentiroso a cargo de esta entidad y luego arroparlo bajo los faldones de su amplia camisa en Casa de Nariño. Con el cinismo que lo distinguirá siempre, se atrevió a decir que había encargado al principal sospechoso del saqueo a esta entidad, para que investigara si había alguna irregularidad en el ente que él mismo desangró. El resultado de la exhaustiva investigación se conocía de antemano, pero no por ello deja de sorprender. Como tampoco sorprende que le haya dejado generosamente financiada la campaña a la Alcaldía de Bogotá a su alma gemela, a la senadora/candidata vicepresidencial Claudia López, quien habla de todo menos de cuándo piensa devolver los salarios que devengó como congresista mientras era a la vez candidata y recorría el país, abandonando de un todo y por todo sus responsabilidades como senadora. Ni tampoco por qué se atreve a afirmar que una consulta popular tiene el poder de cambiar la constitución y el Código penal, como pretende con sus 7 antisépticos puntos propuestos para votación.
Se dice que Lewis Carroll escribió Alicia en el País de las Maravillas para entretener a una de sus alumnas en la Inglaterra victoriana; y que dado el éxito de su primer libro escribió A Través del Espejo. El mundo del otro lado del espejo era irreal, estrambótico e imposible, tal y como es el inventado por nuestro por fortuna ya no más presidente. Algunos medios de comunicación van a lamentar haberle ayudado a presentar ese universo paralelo de fantasía delirante, pero ya va a ser tarde. Los colombianos que nunca creímos en utopías vamos a tener que aterrizar en la realidad, ayudar a que nuestra Nación salga de la postración ética, moral e institucional en que la deja sumergida quien ahora quiere que todos sigamos su visión de la realidad; y, sobre todo, que no usemos los espejos para mirar hacia atrás, hacia el tóxico pasado que nos dejó y que apenas estamos descubriendo.