Andrés Botero, quien fuera en esa época presidente de Coldeportes, fue a la casa materna de Caterine, se tomó fotos con Ayola, su abuela y le dio vía libre a los apartocenses para que soñaran con un estadio en donde se forjarían más campeonas como la Diosa de Ébano.
Ya estaba listo el terreno de 4.5 hectáreas en donde pondrían la primera piedra del estadio Caterine Ibarguen. Allí podrían entrenar las disciplinas en las que los oriundos de ese lugar de Colombia son los mejores del país: Atletismo, voleibol, baloncesto, softbol y fútbol se llevarían a cabo allí.
Se sacó una partida presupuestal de seis mil millones de pesos y sólo hasta diciembre del 2015 empezaron las obras. Ocho meses después todo es un caos: La construcción está paralizada, los estudios de suelos quedaron mal hechos y ahora hablan que el costo de las obras ascenderían a 9 mil millones de pesos.
Apartadó, que le ha entregado a Colombia dos de la medallas que la tienen 20 en la tabla general, no tiene un estadio digno que le asegure a sus atletas a ser los mejores del mundo. Esperemos que la promesa de la ministra de vivienda Elsa Noguera de darle una casa a Yuberjen Martínez no se quede en humo. Santos se está especializando en quedarle mal a todo el mundo, sobre todo a nuestros deportistas. A Oscar Figueroa, medalla de oro en pesas, también le prometió hace cuatro años un coliseo para la práctica de pesas que quedó sólo en palabras.
Qué triste que los dirigentes nacionales no estén a la altura de nuestros deportistas.