Uno de los más acuciosos problemas de nuestra sociedad podría consistir en averiguar por qué hay tantos vándalos. Faltaría preguntarse cuántas clases de vándalos existen. Desde mi parecer, los propiciadores fallidos de la Reforma Tributaria y la Reforma de la Salud, además de otras en ciernes, iniciaron la vandalización del país. Tanto es así que rompieron los escaparates del Congreso y debieron ser retiradas sus intentonas ante el escarnio del gobierno que las propiciaba. Es más, uno de esos vándalos que a la sazón ocupaba el Ministerio de Hacienda debió irse del gobierno, aunque no preso. Bueno… no todavía. Con un cambio de gobierno, ¿caería?
Quedaría por averiguar cómo se reproducen los vándalos. Al parecer lo hacen como las iguanas; es decir, con una ensarta de huevos, uno detrás de otro. Ya parecen en todas partes del país. Las iguanas se apoderaron de las ciudades para parirlos. No hay ciudad donde no haya vándalos. Es un asunto bastante extraño. Pero cabe alguna teoría conspirativa: ignoro si es que se mueven en aviones supersónicos y primero vandalizan Cali. Luego vuelan a Bogotá, Sincelejo, Montería, etc. Claro, la policía no ha podido averiguar cómo es que los vándalos consiguen esos aviones.
Aunque mucho más extraño es por qué la “gente de bien” que parece ser el grupo social oponente, no crece de la misma manera. Nunca hay “gente de bien” en las manifestaciones. Nunca llenan las plazas. ¿Será que están en minoría? Nunca han tirado una piedra y todas las noches se acuestan temprano, tan modositos y tiernos, a cavilar cómo ayudan a sobrellevar la vida a los vándalos.
Los vándalos ya estaban acompañando el paro desde el pasado noviembre cuando empezó el paro nacional. Esta es otra rara propiedad que tienen: una resiliencia feroz. Pasan de una época a otra, invierno a verano, con pandemia o sin ella, sin romperse ni mancharse, incólumes. Nada los perturba ni inmuta. Van a la cárcel, regresan a las calles, y nada los detiene. Cualquier héroe norteamericano de película los envidiaría. Son transformers u hombres biónicos.
Y podría anotarse sintomáticamente lo siguiente: no hay ninguna entrevista seria en ningún periódico que le dedique una página siquiera a mostrar qué hace un vándalo cuando no hay paro. Nadie parecería interesado en averiguar cómo vive un man de estos. Imagino que la gente de bien podría estar ansiosa de comprar noticias que le avisaran cómo se reproduce, dónde diurna y nocturna, su principal enemigo.
Un enemigo que por sí solo, o en feliz gavilla, es capaz de producir el desabastecimiento del país. Nadie ha visto un vándalo conduciendo una tractomula y sin embargo tiene la rara propiedad, inigualable, puede ser magnética, de organizar enormes filas de camiones, uno detrás de otro; una labor que ni siquiera es capaz de contrarrestar la policía en sus funciones de tránsito durante los trancones. De dónde surge ese extraño poder de una gente que no come bien.
Bueno, digo yo acá en la cocina, quizás no los entrevistan porque descubrirían algo generalizado entre ellos: están desocupados, no hacen absolutamente nada. Patonean la ciudad de arriba para abajo. Nadie les da empleo. Los vándalos estarían perteneciendo casi, o son vecinos de inanidad, cual miles de estudiantes que tampoco consiguen trabajo. Claro, cuando le mencionan paro inmediatamente respiran su ADN.
Los vándalos de Cali tienen que ser los mismos que hay en Corozal, o Popayán. Hacen exactamente lo mismo en todas partes. Su arma preferida es la piedra y tienen unas habilidades de pítcheres de grandes ligas hasta el punto que nadie entiende por qué no los enrolan para participar en la Serie Mundial de Beisbol. No ha habido ningún empresario de entre la “gente de bien” que haya concebido la feliz iniciativa de crear un campeonato mundial de pítcheres entresacando vándalos en todos los municipios del país. ¡Hágame el bendito favor, en un país de tanta gente creativa!
Otra cosa por investigar es quién fue el primero que lanzó la primera piedra e inauguró el uso social de la palabrita vándalo. Sería bueno averiguar de dónde provino. Antes esta misma gente eran infiltrados de las Farc o el ELN en las manifestaciones. De esa denominación no los bajó nadie durante épocas inmemoriales. Cómo fue que hicieron el tránsito de guerrilleros urbanos, aliados permanentes de la Farc, a vándalos. Es decir, imagino que nacidos de iguana, la ensarta debió ser engendrada por algún iguano distinto que los obligó a mutar, pero manteniéndoles el tino en tirar piedra.
Y el mismo que inventó tal transmutación inventó también lo de la “gente de bien”. Nadie sabe si existe en Colombia una “gente de mal”. No se hacen averiguaciones. No en el Congreso. Ni entre los Ministerios, mucho menos el de Hacienda sobre si allí existe alguna camada clandestina de gente de mal. No hay pista que hable acerca de su existencia. Obvio, ningún periódico los entrevista porque no existen. Ya se sabe que no son los vándalos. Estos tienen su nombre como denominación de origen. Son una especie diferente con sus propias aptitudes de mutación automática. Si hay otro paro el año entrante: habrá una nueva camada de vándalos. ¿O serán los mismos de este año? ¿Ninguna investigación social de la Universidad Nacional lo dice?
Claro hay algunos dirigentes políticos que parecen saber todo sobre ellos. Tan es así que los tienen diferenciados etimológicamente de la gente de bien.
Algo es automáticamente cierto en este asunto. La palabra vándalo, ni siquiera como grupo social, existía antes de la firma del acuerdo de paz con las Farc.
Recientemente la senadora María Fernanda nos ha regalado que, como fruto de su exhaustiva investigación, ya sabe quién es el principal instigador de las protestas ciudadanas. Al parecer, la senadora no es vaga como los estudiantes, y ha hecho cursos intensivos en CSI Miami, auspiciada por el programa cinematográfico de Unidad de Víctimas Especiales.
No, no es Petro, nos ha dicho. ¡Qué pena con el señor Petro!, ha exclamado, excusándose. A cual más decía que Petro no podía tener esas habilidades. A lo sumo tendría ocho millones de votos, pero nada más.
María Fernanda nos dice a voz en cuello que es Juan Manuel Santos.
Es posible que Juan Manuel Santos haya sido espiado subrepticiamente por María Fernanda desde cuando fue ministro de Defensa en gobiernos anteriores de la misma camada.
Juan Manuel Santos es el jefe de los vándalos del país. Con razón esta gente conseguía aviones supersónicos para trasladarse de pueblo en pueblo. Y eso que Juan Manuel nunca fue jefe de la Aerocivil. ¿Será que Juan Manuel urde algún movimiento de sables como único capaz de dividir el Ejército? Si hay algo peor que un vándalo es un vándalo con unidades del Ejército a su favor. Afinarían su puntería.
Se sabe ahora que Juan Manuel Santos no es gente de bien. Se hizo pasar como tal para ser presidente. ¡Engañó nada menos que a su jefe! Y María Fernanda no ha sido capaz de hacerlo… todavía, aunque parece estar haciendo el curso. Juan Manuel no hizo tantos aspavientos. Mantuvo la boca cerrada.
En cambio Petro fue reinvindicado, salvado de calumnias sin cuento, por la senadora María Fernanda. Ahora, ya como gente de bien, puede aspirar a la presidencia. ¿Será que la senadora le ayuda a palanquear un aval de su partido para la presidencia?
Lo de María Fernanda viene a colación porque le hace propaganda a la palabra vándalo. Sobre todo luego de la firma del Acuerdo de Paz. También promociona la expresión “gente bien”. Ella y los de su bancada han jurado hacer trizas el Acuerdo de Paz. Nadie sabe porqué no se apoya en los vándalos que serían los precisos para esa tarea. Tienen una puntería increíble. Y se reproducen como vándalos. Además, son indestructibles. ¡A Dios gracias!
Una precisión final: si los vándalos son hijos de las vándalas, ¿son estas las mismas madres de los hijos de Soacha desaparecidos tras los falsos positivos? ¿Qué investigación de CSI, Unidad de Víctimas Especiales, aclarará estos crímenes?
Es posible que vándalo no sea más que una palabra. Y gente de bien, otra simple expresión gramatical. Ahora se usan ambas como cóctel molotov para crispar el país.