Un sinnúmero de diatribas recibe a diario en su 'oscuro' y lento caminar cuando sale de su casa familiar a la plaza central de Soledad. El popular Ramayá, remoquete designado por la opinión pública al cantar la popular canción de Afric Simone de los años 70, pero con un aire criollo y caribe propio de nuestra región:
…“Ramayá es cigarrón..!”
“Ramayá es vironcha..!”
“Ramayá es cachón..!”
“Pa´jodelo, es culo de embustero..!”
“Es un pide diario y extorsionista..!”
Su verdadero nombre es Juan Herrera Villanueva, otrora excelso cantante y percusionista de las famosas agrupaciones de la flauta de millo, el guache y la tambora, conocidas con los nombres de Cumbia moderna y Cumbia Soledeña, de los connotados músicos folcloristas Pedro Beltrán y Efraín Mejía.
Juan 'Ramayá' Herrera no es ajeno a la suerte que han tenido artistas de su misma condición y otros géneros musicales en el país cuya constante es el olvido a la persona y morir en plena miseria. Sus coterráneos, Armulio del Valle, el decimero Gabriel Segura Miranda, el creador de la Cumbia Soledeña, Desiderio Barceló, Diofante Jiménez, Ángel Cuesta, y los “forasteros” del Distrito de Barranquilla como Adolfo Echeverría, Estercita Forero, etc, lo han antecedido en esto de la muerte en su realismo trágico:
Soledad de Colombia, tierra de grandes poetas, músicos y cantantes, como Gabriel Escorcia Gravini y su inmortal poesía 'La miseria humana'; Francisco 'Pacho' Galán, el Rey del Merecumbé; Alcibíades Acosta y su hijo Checo Acosta parece signada “a no tener una segunda oportunidad sobre la tierra”, ante los muchos desatinos políticos que la han condenado “a más de cien años de maldad y corrupción” desde el mismo momento que el libertador de cinco naciones llega enfermo y cansado de tantas intrigas y traiciones, decide aposentarse en la Mansión de Pedro Juan Visbal, un mes antes de morir en la Quinta de san Pedro Alejandrino, dejándonos como herencia condenatoria sus enfermedades de tuberculosis y sífilis, inoculadas por cada escupitajo lanzado desde la soledad de su hamaca a la sombra del gran campano que aún logra sobrevivir en la recuperada mansión.
Sin quererlo, Bolívar nos condenó ante la persecución Santanderista a desconocer lo nuestro, y tiene razón mi querido 'tenor caribeño' en afirmar tajantemente: “Desafortunadamente he caído en un pueblo donde no valoran a nadie…”, yo diría, “en un País sin memoria”, mi estimado folklorista.