A Juan Fernando Herrán (Bogotá, 1963) este diciembre le dedicó Seguros Bolívar un libro de la trilogía -Herrán, José Alejandro Restrepo y Clemencia Echeverri-. Son los libros recientes de la colección donde el centro y el referente son: el cuerpo, la materia y la geografía.
Su reflexión sobre simbología del poder es recurrente en su trabajo. Lo héroes y los sicarios tienen todos los significados y territorios. Busca significados de la memoria histórica mientras estudia la figura del héroe o el villano en su rol con el poder. Lo que acaba siendo una cuestión de identidad nacional mientras propone una reconsideración de la lógica de los monumentos y esculturas de héroes en lugares que enfatizan y refrendan la idea de prócer o el caudillo “ como artífices de la historia”.
Así sucedió en la exposición que Herrán realizó en el sótano del Monumento a los Héroes. Lugar, que fue que fue realizado durante la dictadura del general Rojas Pinilla, por el arquitecto Angiolo Manzzoni (1894-1979) quien fue miembro de Partido Nacional Fascista y que trabajó con Benito Mussolini en la construcción de edificios públicos. En ese mundo ideado por fascistas tenemos a Simón Bolívar en su pedestal.
Allí, Herrán construyó sus pedestales en concreto y madera para representar la arbitrariedad de las figuras del poder y empieza a enfrentar el sicario y a el héroe como falacia. La vida y la muerte son producto del negocio de la guerra. Y Herrán continua su trabajo con videos sobre la vida de ese mundo asesino.
En el mundo del sicario a sueldo nos encontramos con un individuo que ejerce la violencia. Ya no necesita pedestal porque fue reemplazada por la motocicleta.
En la introducción del libro se anota una frase que unen varios de los materiales de su investigación: su práctica se inicia con la experimentación con diversos materiales –come pasto, buscar el calor boñiga, hojas, arma coronas de palos, creó formas con huesos, utiliza la madera para darle al mundo una connotación provisional, dibuja esculturas pelo. Cada objeto parte de un material. Cada capítulo es una investigación donde el proceso hace parte de la obra en la realidad de la muerte. Estas son las actuales normas de comportamiento artístico.
Juan Fernando Herrán construye proyectos utópicos: escaleras que no llegan a ningún lado, o peor, registra en lugares que no tienen límites.
Vale la pena retomar las palabras de Zygmudt Beauman, uno de los rectores filosóficos de la época en donde unos de los principios es desafiar, dice por ejemplo, “el resultado de la venganza es el amor, por así decirlo, con lo que se atreven a desafiar su naturaleza”.