Al respetado y exaltado doctor Juan Carlos Echeverry, considerado en la academia como un rock star de la economía, prácticamente no lo conoce nadie por fuera del mundo de los economistas y los tecnócratas. Sin embargo, los colombianos le debemos dos grandes “logros”.
Por un lado, fue el encargado de patentar, cuando fue ministro de Hacienda del gobierno Santos (entre 2010 y 2012), el concepto siempre dinámico y útil de “mermelada”. Además, fue el artífice de la ambiciosa reforma al Sistema General de Regalías que posibilitó (para alegría de los Ñoños y buena parte de la clase política tradicional) “repartir la mermelada sobre toda la tostada”.
Y por el otro lado de la tostada (para reutilizar su símil), fue presidente ejecutivo de Ecopetrol (2015-2017) cuando ocurrió el mayor desfalco de la historia. Óigase bien: el mayor desfalco de la historia. Cuando entre contratos y estudios se esfumaron 8.000 millones de dólares en el entramado de corrupción de Reficar. Un escándalo que pasó de agache ante la preeminencia mediática de Odebrecht y que a la fecha no ha dejado ningún responsable. Óigase bien: ningún responsable. El mismo Echeverry salió en limpio y recientemente todas las investigaciones en su contra fueron archivadas. Habría que preguntarle al flamante precandidato, ¿cuándo van a caer los responsables del desfalco de Reficar?
Al escucharlo en su discurso de lanzamiento y en varias entrevistas se percibe la clásica arrogancia de un tecnócrata convencido de lo mucho que le “deben” los colombianos. Pues no tiene problema en autodefinirse como el mayor experto en “manejo de crisis”, en “el mejor macroeconomista” y en el mejor en todo lo que ha hecho. Según su autobiografía, siendo director del Departamento Nacional de Planeación fue el artífice del rescate económico de principios de siglo; también levantó la economía nacional por encima del promedio regional durante el primer gobierno Santos y en el segundo avanzó en la reestructuración de Ecopetrol. Le pregunto al precandidato, en esa reestructuración, ¿dónde queda el entramado de Reficar?
De ahí que su campaña presidencial se limite a proyectar entre el electorado una única sensación: la necesidad de elegir como presidente a un experto (ya pasó el tiempo del aprendiz). Es decir, un tecnócrata que en lo abstracto arreglé la economía y en lo práctico llevé “plata a los bolsillos de la gente”. Desde la narrativa de campaña ese sería Echeverry: el más experto entre todos los candidatos; el mejor economista en tiempo de economistas; el que sí conoce el Estado; y el que le cuestiona frontalmente a Petro su populismo tuitero. Sin mayor alarde “es el que es”, como decían de Duque en 2018 (bien podría reciclar el eslogan).
Sin tener carisma o mayor reconocimiento ciudadano, a Echeverry no le ha quedado de otra que utilizar una estrategia ya muy desgastada por varios aspirantes presidenciales: cuestionar a Petro por todo, porque si o porque no, porque dijo o porque no dijo; eso sí, sin caer en la estupidez de patentar un fantasma como el “petro-madurismo” de Fico Gutiérrez. Echeverry anda cazando pelea en Twitter para hacer ruido en la opinión pública y así lograr presentarse ante los colombianos como el mayor experto en manejo de crisis macroeconómicas, tal cual como si la elección presidencial se tratase de una competencia para acceder a una beca posdoctoral en la London School of Economics
Sin duda, Echeverry se prefigura como un candidato del establishment financiero y el gran capital. Su ortodoxia neoliberal le garantizará grandes aportes. Ya veo a los más ricos montados en su aspiración (si acaso llega a despegar) y a los conservadores volviéndolo a matricular como uno de los suyos. Tampoco descartaría que se convirtiera en el candidato del uribismo o que terminara aterrizando en la Coalición de la Esperanza (si van a recibir a Alejandro Gaviria). Por ahora, su aspiración pinta intrascendente y sin mayor perspectiva. Con el reto de alcanzar más reconocimiento y dinamizar el discurso, pues la elección presidencial no se reducirá a determinar quién es “el mejor economista”.