En el barrio San Marcos en Envigado, varios vecinos se han preguntado por el nombre del instituto de inglés que queda en una de las casas cerca a la iglesia. Cada día a partir de las 8 de la mañana, se ven a varios extranjeros llegando en bicicleta, carros o caminando, pero tal vez se preguntaran cuando llegan los estudiantes, porque nunca los ven.
La casa es típica del barrio, sin ningún tipo de anuncio y con una hamaca en el balcón, donde salen a hablar por teléfono en otros idiomas además del inglés (como polaco, danés y francés), porque la realidad es que no es un instituto de aprendizaje, sino la Fundación Alianza por la Minería Responsable (ARM). Existe la idea de que este tipo de organizaciones globales, tienen oficinas en Norteamérica o Europa, pero en el caso de ARM, fueron varios colombianos los que hicieron parte de un grupo que lideró la iniciativa en el 2004 y se instalaron aquí.
Se podría decir que aquí se “esconde” un equipo joven y diverso dirigido por una junta conformada por personas con enfoques y formaciones distintas, que con el apoyo de una red de aliados, están haciendo grandes cambios en una parte del sector minero desconocido por muchos.
En el lugar se vive un ambiente muy distinto al de cualquier otra oficina en la ciudad: la mitad de los miembros del equipo son extranjeros que se han enamorado de Colombia y de la iniciativa, y para envidia de algunos locales ya bailan salsa mejor que todos. Hay muchos motivos que los inspiraron a seguir una carrera en el área de desarrollo en ARM en Colombia.
Por ejemplo Siri, proveniente de Dinamarca, empezó a trabajar en la unidad de comunicaciones de ARM hace más de dos años. Ella cree que hay una desconexión muy grande entre dos realidades: La de los pequeños mineros y la de las personas que compran una joya en cualquier almacén en otra parte del mundo. ARM ayuda a crear puentes entre estas realidades, por eso entiende la importancia del trabajo que se desarrolla en la organización.
La Alianza por la Minería Responsable también tiene presencia en otros países además de Colombia como Bolivia, Perú, Mali, Burkina Faso y Senegal. Marc, nacido en Cataluña y actualmente coordinador de proyectos para ARM, llegó a la organización después de voluntariados en las unidades de apoyo de la Alianza en Perú y Bolivia. Allí conoció las líneas de trabajo de la fundación y esas fueron las que le motivaron a trabajar en la organización.
Es esta labor, la de difundir no solo una problemática del sector, sino también un mensaje con un discurso distinto de la minería como una fuerza de bien cuando es realizada con prácticas responsables, la que ha motivado y ha llamado la atención de jóvenes talentosos en varios países y muchos han sido los interesados en formar parte del voluntariado de ARM, desapercibido en Colombia.
Aunque para muchos, decir que enseñan inglés en un instituto les sería mucho menos complicado que explicar cuáles son sus funciones en ARM, nunca sería igual de retador. No trabajan para una minera, no venden oro ni necesariamente tienen que saber el precio diario del metal, ni son una fundación con gente que vive de ideales. Trabajan por personas que cuentan con los ingresos de una mina para su sostenimiento y el de sus familias, y les ayudan a combatir, con argumentos de peso y cambios reales, la mala reputación de un sector que es y ha sido satanizado durante años, pero que con esfuerzo y dedicación de un grupo de líderes y jóvenes motivados a crear un cambio en el mundo, se está logrando poco a poco, en una casa en el barrio de San Marcos.