El ser humano en su arrogancia se cree “la raza superior en el reino animal, el ser pensante”. ¿En serio podemos denominarnos “raza superior” o simplemente somos el animal con más sagacidad? El actuar de este “ser superior” deja expuesta su capacidad para la destrucción. Es como si estuviéramos llamando ser superior a la plaga más grande de este planeta: el ser humano.
Se me hace muy complicado llamar “ser superior” a una especie que prefiere aniquilar, extinguir y ejecutar a otra persona o animal por dinero o simplemente por tener diferencias. Podría citar cientos de acontecimientos en los que el hombre ha incurrido en atrocidades, tal como la extinción de animales que han estado habitando la tierra por cientos de años, como es el caso del rinoceronte, vilmente asesinado por la mala fortuna de ser “estimulante sexual” del hombre. Lo mismo ocurre con el oso, las ballenas, los tigres, el delfín, los canguros, el oso panda, etc. En fin, esto es un festival de casería que nos puede traer repercusiones a largo plazo. En realidad, somos muy ingenuos al dejar que nuestra codicia y ambición acaben con nuestros ecosistemas. Como si fuera poco, no nos damos cuenta que este sin-sentido no solo acaba con las especies de animales, sino silenciosamente ha venido acabando a los seres humanos más indefensos. ¿Qué ha pasado con nuestras culturas?, ¿qué está pasando con nuestros indígenas y nuestras minorías?, ¿será que podemos llamar “ser superior” a una especie que estigmatiza, degrada, mata y aniquila?
Vivimos en un lugar perverso, un mundo cruel y violento. Sin embargo, para no ir tan lejos, en este mundo existe un país que encaja como modelo ejemplar de lo que ocurre a nivel mundial: Colombia, el país "feliz", que también podría llamarse Villa Miseria, Villa Impunidad o como lo nombrarían las sanguijuelas que explotan el país y a su gente, Villa Oportunidad. Este país se convirtió para ellos en la tierra prometida, ya que acá violan a la tierra hasta que ella los convierte en millonarios. Suena algo aterrador, aun así, ¿qué podemos hacer?, ¿nos toca callar? O como en el Chapulín Colorado, ¿debemos esperar quién nos pueda salvar?
Tenemos que reflexionar, darnos cuenta que vivimos en una distopía de la que no queremos salir. Vivimos en la comodidad de la ignorancia, pues para que nos derramen 30 kilómetros de crudo, para que nos esclavicen, para que idolatremos a nuestros gobernantes por pavimentarnos una calle, se necesita un nivel de ignorancia y de comodidad muy altos. Este país parece una gran finca en donde un capataz infame nos domina. Estamos mal, hemos perdido el fundamento para una democracia: el sentido crítico. ¿Cómo puede ser que cientos de niños en Villa Miseria mueran por desnutrición?, ¿cómo puede ser que, en un país con billones de ingresos mensuales, la mayoría de su población sea de escasos recursos?, ¿cómo puede ser que seamos uno de los pulmones del planeta y que por cada 100 muertes, 12,5 % sean por causa de contaminación?, ¿cómo puede ser que somos potencia en el deporte y que no se les brinde las más mínimas oportunidades a los deportistas?
De nuevo, ¿quién puede cambiar esto? La juventud. Los jóvenes tenemos que apropiarnos del país con argumentos, generando ideas, concientizándonos de las problemáticas, haciendo un alto a tanta desigualdad y combatiendo esa arma que usan en nuestra contra: la ignorancia.
No obstante, la juventud tiene que despertar del trance en el que está, por ejemplo, el gobierno y las multinacionales atacan al arma más poderosa de la democracia, la educación. Recuerdo que las clases de ética y filosofía eran ausentes, y no porque no hubiese un espacio, sino porque eran la cenicienta del sistema. Solo querían convertirnos en unas máquinas para hacer dinero. Nos quieren hacer unos simples trabajadores, es justo lo que les interesa, pues no les conviene que seamos personas críticas. De hecho, hoy en día podemos observar esta problemática en donde las artes y la cultura se menosprecian. Esta es una absurda idea, pues las artes y las humanidades agudizan el sentido crítico, el ser pensante. Despierta a los guerreros que luchan sabiamente por la igualdad, así cueste la muerte, tal como suele pasar en Villa Miseria: quienes luchan por la paz y la justicia dejan su sangre en el campo de batalla y para colmo, a nadie le importa.
Aun cuando la juventud es nuestra esperanza, esta se encuentra abatida e hipnotizada por el deseo excesivo de placer, de la moda, del amor líquido, de la tecnología, de la inmediatez, de las redes sociales, etc. Debemos actuar lo más pronto, pues nosotros somos quienes podemos hacerle frente a la manipulación de la verdad a través de un meme o de los canales tradicionales como Caracol y RCN. Además, a través de estos medios nos infunden tanto miedo, disfrazado de mentiras, que al final algo se les queda a las personas. Sobre eso es lo que debemos reflexionar y ser capaces de responder con contundencia.
Nos han vendido la idea mediocre de que leer y pensar en nuestra historia es aburrido e infructífero porque no produce lucro. Al contrario, conocer lo que nos ha atormentado por años nos da la potestad de cambiarlo. No podemos seguir viviendo inmersos en la ignorancia, no dejemos que nos sigan engañando. Tampoco nos convirtamos en aquel que tiene memoria a corto plazo y deja que su vida se limite a ser esclavizado por un trabajo, simplemente por la falsa promesa que trabajando como borregos alcanzaremos el éxito.
