Estoy mamado de escuchar a tantos compatriotas lamentándose por los atropellos de la guardia chavista contra los manifestantes en las calles de Caracas ignorando lo que sucede acá. En los casi treinta días que llevan protestando los mineros en Segovia y Remedios en Antioquia son decenas los heridos que han dejado las arremetidas del Esmad y, además de Brandon Estiv Ochoa Estrada, un muchacho de 17 años que recibió tres balazos en el pecho por parte de las fuerzas represoras muriendo instantáneamente en plena calle, hay decenas de heridos, un pueblo que está bloqueado, desabastecido de alimentos desde el pasado 4 de agosto tal y como lo denunció en su momento Socorro Carvajal, alcaldesa de Remedios. Sin embargo, a muy pocos medios les interesa reproducir estas denuncias. Es mejor hablar de lo incómodo que está en su casa el golpista Leopoldo López que ya no puede tener acceso a las redes sociales para pedirle al ejército venezolano la sublevación. Es mejor mostrar la feroz dictadura venezolana que permite que cada día cientos de miles de personas salgan a la calle a protestar contra su gobierno, muchas veces armados de cocteles Molotov con el que queman a sus rivales chavistas. Es mejor dar la espalda, encoger hombros y decir que esos que se manifiestan son gaitanistas criminales, tristes mineros que no aceptan la realidad que les tocó, el designio que dejó caer sobre ellos Dios: ser escoria, basura, campesinos desarrapados e incultos.
A Brandon lo mataron las fuerzas del Estado el 15 de agosto y lo enterraron sin pena ni gloria. Al otro día de darse a conocer la noticia se filtró que la protesta minera estaba respaldada por las Autodefensas Gaitanistas. Varios medios se prestaron para reproducir la falacia que fue rápidamente desmentida por el representante de la Mesa Minera, Elióber Castañeda. Él también elevó su pulgar para señalar los atropellos que se suceden uno a uno: el fin de semana pasado, mientras los protestantes realizaban una misa en la Electrificadora de Segovia, el Esmad, como sucede casi siempre, entró pateando la puerta, disparando a diestra y siniestra gases lacrimógenos, amedrentando a las mujeres, difundiendo el miedo. En Segovia y Remedios el Esmad está ganado: la gente tiene miedo de salir a la calle y muchos se mueren de hambre dentro de las casas porque si salen los pueden meter presos y de paso torturarlos. Ya son 23 los manifestantes detenidos. Nadie dice nada. Los periodistas no dicen nada. Es que el paro minero casi no da clics. En Segovia y Remedios la conectividad es mala. A quien le importa. A quien putas le importa.
En Colombia hace rato que no es necesario matar periodistas.
Se compran, se engrasan, se corrompen
En Colombia hace rato que no es necesario matar periodistas. Se compran, se engrasan, se corrompen. Es más caro pero es efectivo y da hasta prestigio. La semana pasada un ministro saliente fue entrevistado por tres de los periodistas con más trayectoria del país. Uno de ellos recibió de su cartera más de 15 000 millones de pesos en menos de tres años. Por eso, en las tres entrevistas que le hizo en menos de cinco días, nunca le preguntó por la crisis que atravesaba su ministerio. Acá no hay periodistas, acá hay jefes de prensa de los poderosos.
Colombia, la tristemente célebre democracia más antigua y estable de América, usa al periodismo para crear cortinas de gas lacrimógeno y así fijarnos en los problemas de Venezuela, en los terroristas de Isis que azotan las calles europeas, en las lesiones de James y los goles de Falcao. En Remedios y Segovia los mineros artesanales, doblegados por las poderosas multinacionales, están solos, abandonados al bolillo, las balas y los gases del Esmad. Ya mataron a un joven y no será el primero. Igual no importa, Segovia y Remedios queda muy lejos de Medellín. Brandon no era gente bien, era tan solo un campesino.
