En Apocalypse Now un endemoniado Francis Ford Coppola patentó la película más intensa y desoladora que se haya filmado para explorar la psicosis de guerra. Son 147 minutos de metraje -aunque el corte final llegó a los 181 minutos- que diseccionan con crudeza la degradación de la condición humana en situaciones límite. Y ninguna situación límite degrada tanto la condición humana como una guerra total.
Pero el punto de referencia de Coppola y el guionista Michael Herr no se encontró en un relato en primera persona sobre el infierno que fue la guerra de Vietnam, no, el apocalipsis empezó en el río Congo, en la célebre novela El corazón de las tinieblas del novelista polaco Joseph Conrad.
Por estos días, se conmemora el centenario de la muerte de Conrad, un narrador universal y atemporal que tuvo la sagacidad para adentrarse en la degradación de la condición humana engendrada por aquel “colonialismo ilustrado” que expolió la riqueza del continente africano cegando a su paso la vida de millones de nativos.
Fue en sus recorridos por la cuenca del río Congo -aquella serpiente indomable-, contemplando los paisajes originarios descritos con fino detalle en sus novelas, cuando Conrad fue testigo de la forma como los conquistadores al servicio del rey Leopoldo II de Bélgica despojaban a los nativos de cualquier vestigio de humanidad para degradarlos a meras piezas intercambiables en una empresa esclavista.
Y sobre esas vivencias del horror se va tejiendo la narrativa en El Corazón de las tinieblas, una novela muy breve, al parecer, poco estimada por el mismo Conrad al final de su vida, pero con la fuerza suficiente para marcar un punto de partida en la historia de la literatura. Porque su narrativa audaz funciona en múltiples niveles, ya sea como una pieza de denuncia que devela las atrocidades cometidas por el colonialismo europeo en África a finales del siglo XIX y principios del siglo XX; o como el abordaje psicológico de los hombres que salen de la “oscuridad” de la civilización para adentrarse en al oscuridad de lo salvaje.
Curiosamente, Conrad tiene un vínculo literario con un clásico de nuestra literatura, con José Eustasio Rivera, autor de La vorágine, otra exploración novelada de aquella degradación de la condición humana. Tanto en La Vorágine como en El corazón de las tinieblas identificamos a narradores distantes en lo temporal pero que se encuentran en una misma inquietud existencial; la cual logran convertir, con enorme maestría literaria y ad portas de la modernidad, en denuncias sobre la barbarie, la esclavitud y el horror.
De ahí que los cien años de la muerte de Conrad -que coincide con el centenario de la publicación de La vorágine-, sea un motivo para propiciar el encuentro o el reencuentro con la vastedad de su obra, con la riqueza descriptiva de sus novelas y relatos -entre los cuales El corazón de las tinieblas solo es una pequeña pieza de orfebrería-, con la experiencia vital que revela el despertar de un humanista en tiempos de horror.
La obra de Conrad está muy vigente. En muchas regiones del mundo se sigue representado la exploración fatídica de El corazón de las tinieblas, y a su vez, el radicalismo sangriento de Apocalypse Now. Porque seguimos viviendo en tiempos de horror.
