En las fiestas a las que asiste Joseph Blatter, su bonhomía y cáustico sentido del humor lo convierten en un luminoso foco de atención. La gente suele hacerle rueda para escuchar sus historias, no sólo porque este hombre nacido hace 78 años en Visp Suiza, agradece mucho el que sus subalternos se rían a carcajadas de sus chistes, sino porque, no hay que negarlo, el hombre tiene carisma.
Una de las historias que acostumbra contar cuando los whiskies ya han recorrido el corto camino que hay entre su boca y su cabeza, es aquella vez cuando su padre, al verlo jugar en la liga amateur Suiza como centro delantero, le dijo que él en el fútbol no tenía futuro. La predicción en parte se cumplió: Blatter nunca dejó de ser un troncazo. Pero por medio de intrigas, cismas, chantajes, sobornos, carisma y astucia, este gris excantante de bodas ha sabido convertirse no sólo en el presidente de una de las organizaciones más importantes del mundo, sino que al parecer, frustrado por su pésimo rendimiento en las canchas, ha decidido secuestrar la pelota, mancharla y hacerla suya. Nadie, dentro del fútbol, puede mover un dedo sin que él lo sepa.
Poco se sabe sobre la vida privada de Blatter. Los muros del bunker de la FIFA en Zurich son tan altos e inexpugnables que ni siquiera los chismes pueden cruzarlos. Se sabe que recibió su diploma en negocios y economía en la Universidad de Lausana en 1959, que fue un estudiante mediocre pero que sabía ganarse, a punta de chistes y enredos, la confianza de sus profesores. Que gracias a esos contactos que supo lagartear con dedicación e indignidad formó parte de la liga suiza de Hockey y después ingresaría como directivo de deportes y de relaciones públicas en la prestigiosa relojería Longines.
Así que de trago en trago y de chiste en chiste, este encantador de serpientes fue ascendiendo y a la manera de un vulgar Rastignac, vio la oportunidad de su vida cuando conoció, en 1974, a la poca agraciada hija de uno de los directivos de la FIFA con la que después de un corto y frío noviazgo decide casarse para divorciarse un par de años después, justo cuando había logrado lo que quería: ingresar al máximo ente del fútbol mundial.
Entró a la FIFA cuando Joao Havelange, un oscuro dirigente brasilero, se estrenaba como presidente. En la inauguración del Mundial de Alemania en 1974 este hombre nacido en Río sentenció la muerte del fútbol como espectáculo al decir que de ahora en adelante este deporte “Se iba a vender” y vaya que se vendió bien.
En Blatter, el mafioso brasilero iba a encontrar el esbirro que buscaba. Su lacayismo ciego y desmedido llegaba hasta el punto de ponerle las medias cuando Havelange así lo ordenaba. Pero el suizo no sólo se convirtió en su mucama: él fue el puente, la mano negra que ocultó los desmanes que cometía la dictadura de Videla en el mundial que se realizó en Argentina, Blatter era casi siempre el hombre que, como si fuera un personaje de una de esas novelas de la guerra fría, recorría en tren en Europa cargando en sus manos un misterioso maletín que, casi siempre, llevaba una buena cantidad de dólares.
El vaticinio de Havelange se cumplió porque el fútbol se vendió y muy bien, aunque nadie sabe en realidad cuanto recibe al año la FIFA ya que ellos no están obligados a rendir cuentas, se estima que las ganancias obtenidas en el 2013 fueron de 1.386 millones de dólares y sus activos ascienden ya a 3 mil 165 millones.
En año de mundial estos ingresos pueden ascender dramáticamente. En el 2010, por ejemplo, después de haber devastado con Suráfrica, en donde controlaron hasta la reventa de boletería y condenaron a la población de ese país a ver el mundial por televisión ya que la gran mayoría no tenía el dinero para entrar a esos elefantes blancos en los que pocos meses después se convertirían los hermosos estadios que habían construido exclusivamente para el torneo, entraron a las arcas de la FIFA 1.800 millones de dólares sólo por en el mes del torneo. Los patrocinios se vendieron a muy buen precio: Coca-Cola pagó la friolera de 500 millones mientras que Adidas pagaría 315 millones. Estos números no tienen que ser revisados ni disminuidos por algún impuesto. La FIFA es como el vaticano, no le rinde cuentas a nadie.
Parte de esa plata que ingresa cada año se va en sobornos. Ser el dueño de la torta durante 16 años le ha costado mucho dinero a Blatter. Tan sólo en el año 2011, cuando se decidía la reelección del suizo en el máximo cargo del fútbol, se repartieron cerca de 100 millones de dólares entre 170 funcionarios para asegurar su voto. Esta lista de sobornos, revelada por el periodista escocés Andrew Jennings, tiene una particularidad: solamente a una persona anónima le fueron entregados 10 millones de dólares. No se sabe el nombre o la entidad, lo que si es cierto es que con esa maquinaria era muy difícil que su rival en esas elecciones Mohammed Bin Hammam, presidente de la Liga de Fútbol de Asia, pudiera ganarle al suizo. Y hablando de presidentes, el máximo dirigente del fútbol en Bahamas denunció y mostró las fotos de 17 sobres que tenía cada uno la suma de 70 mil dólares para ser entregados a los representantes de la CONCACAF, todo para que con su voto asegurara la permanencia otros cinco años más de Blatter. “Ya saben, si Joseph está en el cargo la plata fluye” cuenta el dirigente que les dijo en una llamada Walter Gagg, director de seguridad de la FIFA y uno de los perros más fieles que tiene Sepp en el bunker de Zurich.
Pero la FIFA no sólo les entrega sobornos a los dirigentes del fútbol, hay ex futbolistas y árbitros que reciben parte de la torta por los favores realizados. Se jugaba el primer partido del Grupo B del mundial de Francia. El sorprendente Chile de Zamorano y Salas daba el batacazo al derrotar por dos goles a uno a la poderosa Italia. Faltaba un minuto de la reposición cuando el árbitro Lucien Bouchardeou juzga que la involuntaria mano del zaguero Javier Margas da para cobrar penal. Los chilenos protestan, Italia empata.
Cuatro meses después nos encontramos con el árbitro oriundo de Níger reunido con Blatter en el Búnker en Zurich recibiendo 25 mil dólares por haberle dado información importantísima sobre cómo se manejaba internamente la Confederación Africana y por supuesto, por los favores recibidos en Francia 98. Cuando explotó el escándalo Gagg, que es como una especie de mucama que limpia todos los regueros que hace la dueña de la casa en Suiza, salió a dar esta versión de los hechos que de verdad, es para reírse “Bouchardeau pidió con lágrimas en los ojos dinero para hacer frente a problemas familiares. Blatter accedió a entregar un cheque por 25 mil dólares de su cuenta personal a cambio de proporcionarle información para acabar con la corrupción en el fútbol africano”. Por supuesto que todos se callaron y si dijeron una palabra fue para hablar de la extrema generosidad del capo.
Pero que compre a los árbitros en realidad nos tiene sin cuidado, lo más triste es sin duda ver como figuras legendarias como Pelé y Beckenbauer se han convertido en cómplices de esta mafia. Hemos visto como O Rei en los últimos años ha sido adoptado por la FIFA como su más tierna, dócil y prestigiosa mascota. El ídolo del Santos se limita a prestar su rostro y su voz para decir siempre un par de estupideces que nunca se sale de los márgenes de lo políticamente correcto. Lo del Kaiser es mucho más grave. Hay periodistas en Europa que se atreven a decir que este hombre, que ha sido junto Lobo Zagallo el único que ha salido campeón del mundo como jugador y como técnico, es usado como fachada para entregar los maletines repletos de dinero que van destinados a sobornar y a cambiar los votos que necesita a su favor Blatter.
Tranquilos fanáticos de Sepp, él reparte plata a diestra y siniestra pero recuerden que nunca sale de su bolsillo. Así como da recibe, y viendo lo cara que le estaba saliendo su reelección pues decidió venderle a los rusos y a los cataríes los dos próximos mundiales; así organizar el torneo en países tan remotos y sin ninguna tradición futbolística sea un embrollo mayúsculo. Lo que es un encanto es ver como la mafia rusa y los jeques decidieron corromper las impolutas conciencias de los dirigentes de la FIFA. Mientras que Jack Warner, el trinitario que hasta hace unos años presidía a la CONCACAF pedía que se le hiciera una escuela en su pueblo natal, Nicolas Leoz, entonces presidente de la CONMEBOL, tuvo el extravagante antojo de ser nombrado ¡Caballero de la Reina de Inglaterra! Pedido que por supuesto no se le concedió.
Todo esto no es un rumor ni un chisme. Todo está comprobado. Hace unos meses se difundió una foto de Blatter compartiendo en una de esas fiestas a las que él tanto le gusta ir con Alimsan Tochtachunow, un conocido mafioso perseguido por la Interpol. Al curioso personaje se le busca, entre otras cosas por fraude, apuestas ilegales y corrupción en eventos deportivos. La fotografía fue tomada en un exclusivo Club moscovita y Sepp al ser cuestionado por la foto dijo, con su habitual cinismo, que no era culpa de él que fuera famoso y se le acercaran desconocidos a pedirle autógrafos.
Tranquilos fanáticos de Blatter, van a tener mucho tiempo disfrutando de su corruptela y extravagancia. Él, por consejo acaso de sus allegados, le está huyendo a los micrófonos y ya no se está dejando ver en los estadios del mundial, teme que sea objeto de un abucheo como el que le propinaron en el 2006 en Alemania.
Lo de las declaraciones espaciadas es un buen consejo, porque no era más que le acercaran un micrófono para que empezara a embarrarla. En su afán de vender el fútbol a Estados Unidos se atrevió a proponer agrandar los arcos para que se conviertan más goles, partir los partidos en cuatro tiempos para darle espacio a la publicidad, hacer los mundiales cada dos años, quitarles cupos a Europa y Suramerica, los continentes que siempre dan el mejor fútbol en la copa, para dárselos a Asia y África que representan más votos, hacer que el fútbol femenino se juegue en lodo y en hilo dental y prohibirle a Diego Armando Maradona, el más grande de todos y su peor detractor, la entrada a los estadios del mundo entero.
Así es Blatter, un hombre amante del buen vino y de la buena mesa, un rumbero al que le gusta atiborrar sus lujosos cuartos de hotel con empleadas de la FIFA que el mismo escoge mediante un catálogo muy bien organizado y fotografiado por Walter Gagg, su perro faldero, su fiel Smithers. Sepp, qué duda cabe, es un buen tío que le ha dado a su sobrino los derechos exclusivos de televisión de la copa del Mundo y un amante fiel que por amor fue capaz de enfrentarse con el Papa Juan Pablo II para que le permitiera casarse por tercera vez con una mujer 30 años menor que él.
Su carisma y bonhomía, tan bien repartida en las fiestas a las que asiste en todo el planeta, están convirtiendo al fútbol en un turbio negocio en donde casi nunca gana el que mejor juega sino el que más billete pone. A eso en los últimos tiempos le están llamando jerarquía.