Al profundizar cómo se gestó la lucha de independencia en nuestro país resalta la figura de José María Carbonell, nacido Santafe en 1775, desconocido en muchos documentos de nuestra historia y en realidad uno de los principales actores de los primeros hechos importantes de la misma.
En 1810, la élite criolla de la capital, conformada en lo fundamental por el sector de los comerciantes, sometida a las restricciones impuestas por la Corona española, estaba interesada en un mayor poder político, por lo que se reunió los días 17 y 18 de julio en el Observatorio Astronómico —que dirigía el sabio Caldas— para promover el establecimiento de una Junta Superior de Gobierno y organizar los incidentes que posibilitaran una situación de hecho que diera salida a sus exigencias políticas. Se decidió provocar al comerciante español José González Llorente, persona bastante impopular entre el pueblo santafereño. Para ello se escogió el viernes 20 de julio para ejecutarlo, fecha en que la Plaza Mayor estaría colmada por ser día habitual de mercado.
Como estaba fijado, a las 12 del día de ese viernes, se presentó el famoso incidente del florero entre los hermanos Morales y González Llorente, que inició el estallido de rebeldía de los asistentes a la plaza contra el régimen español. A las pocas horas de éste suceso, la multitud enardecida pedía la cárcel para los funcionarios más odiados de la corona. No pudieron los llamados a la calma de algunos de los más ilustres patricios criollos, el ímpetu del pueblo había crecido tanto que era preciso condescender a sus peticiones: establecer la Junta y para ello convocar un cabildo abierto.
Pero al acercarse las horas de la noche comenzó a amainar la protesta, ya que gran parte de los participantes en los hechos eran indios y vivanderos de las poblaciones vecinas, que debían regresar a sus pueblos al atardecer. José Acevedo y Gómez, el Tribuno del Pueblo, en un acto de desespero se dirigió hacia el edificio del Ayuntamiento para invitar a los Regidores a reunirse en el Cabildo, resuelto a arengar al pueblo para evitar su dispersión y designar desde allí a los miembros que formarían parte de la Nueva Junta de Gobierno. Pero dejemos en un testigo ocular. el español Manuel María Farto, que nos describa la difícil situación a que se enfrentaba Acevedo y Gómez en esos momentos: “en medio de la oscuridad de la hora me pareció ver al Regidor Don José Acevedo, tan acérrimo revolucionario como V. S. sabe, dando fuertes palmadas sobre la baranda para llamar la atención de algunos pocos de la plebe que habían quedado por allí y se iban retirando ya: les gritaba que no se fueran, pues importaba más que antes su reunión y permanencia para lo que aún faltaba”. Entre tanto desde el Palacio Virreinal se esperaba el momento propicio para aplastar lo poco que quedaba del movimiento insurreccional.
Pero todo cambia a partir de la intervención del joven José María Carbonell, quien acompañado de un grupo de estudiantes de los colegios de San Bartolomé y del Rosario, se dirigió a las barriadas de la capital y con su extraordinario fervor patriótico incitó el levantamiento de las masas populares, verdadero motor de todo proceso revolucionario. De él dice el Diario Político de Santafé de Bogotá: "José María Carbonell, joven ardiente y de una entrega poco común, sirvió a la patria en la tarde y en la noche del 20, de un modo nada común, corría de taller en taller, de casa en casa; sacaba gentes, aumentaba la masa popular, él atacó la casa de Infiesta, él lo prendió y él fue su ángel tutelar para salvarle la vida, Carbonell ponía fuego por su lado al edificio de la tiranía, y nacido con una constitución sensible y enérgica tocaba en el entusiasmo. Y se embriagaba con la libertad que renacía entre las masas".
A partir de las primeras horas de la noche grupos de personas armadas, encabezados por Carbonell y otros patriotas, fluían por todas partes hacia la plaza mayor, se tocaban a rebato las campanas de todas las iglesias de la ciudad. No se oía otra voz entre las multitudes que: ¡Cabildo Abierto! ¡Junta! El pueblo reunido comisionó a José María Carbonell y a otros dirigentes populares para que se pidiese el cabildo abierto. El Virrey rechazó en primera instancia esa solicitud, pero ante la gravedad de la situación concedió un cabildo extraordinario, pero no abierto. Más tarde la muchedumbre se trasladó a las casas consistoriales, reunió a los alcaldes y regidores, y convocó, a pesar de la oposición del virrey, un cabildo abierto. En la madrugada del 21 de julio de 1810, se firmó el Acta de la Revolución de Independencia, aunque por su contenido, en esta se conservaban aún los lazos de dependencia formal con la metrópoli española.
En los días posteriores no cesó la marejada revolucionaria, el 13 de agosto, una junta popular conformada en el barrio San Victorino y presidida por Carbonell, levantó la consigna: ¡El virrey a la cárcel, la virreina al divorcio! La Junta de Gobierno en un principio se opuso a esta medida, pero ante la presión popular, y los crecientes enfrentamientos entre las tropas y el pueblo, se vio forzada a cumplir las exigencias de las masas capitalinas.
Carbonell siempre mantuvo en alto la bandera de la soberanía total ante el régimen español. Cuando el 21 de Agosto de 1811 llegó a Santa Fe la noticia de la independencia absoluta de Caracas, organizó una gran manifestación patriótica que recorrió las principales calles de la ciudad.
En la disputa que se presentó más tarde entre centralistas y federalistas, José María Carbonell fue fervoroso partidario de Nariño y de sus ideas centralistas, durante el gobierno de éste ocupó el cargo de Ministro del Tesoro. Cuando 12 de Diciembre de 1814 Bolívar ocupa a Santa Fe, termina para Carbonell casi cinco meses de prisión, ordenada por el dictador de Cundinamarca Manuel de Bernardo Álvarez Casal, reasumiendo el cargo de Ministro del Tesoro y más tarde nombrado como el primer Ministro de Hacienda del país unificado bajo las órdenes del Libertador.
Entronizada la Reconquista española, fue uno de los primeros aprehendidos, juzgado y único condenado, a la pena de la horca, el 19 de Junio de 1816. El odio visceral de los colonialistas peninsulares contra él, está claramente manifiesto en el informe del pacificador Pablo Morillo al gobierno español, que dice: "José María Carbonell: Fue el primer Presidente de la junta tumultuaria que se formó en esta capital, quien puso grillos al Excelentísimo Señor Virrey Amar y lo condujo a la cárcel; el principal autor y cabeza del motín del 20 de julio, él que redujo a la excelentísima Señora Virreina, cuando la pasaban presa de la Enseñanza a la cárcel del Divorcio; ministro principal del tesoro público, acérrimo perseguidor de los españoles, americanos y europeos que defenderían al Rey, y uno de los hombres más perversos y crueles que se han señalado entre los traidores".
Como un homenaje histórico a José María Carbonell, recordemos lo expresado de él por el Diario Político del 31 de agosto de 1810: "Dichoso si no hubiera padecido vértigos políticos y cometido imprudencias, Patria, no olvides sus servicios, esos servicios que ayudaron a salvarte".