Hoy tendría Hector Lavoe 73 años. Viendo como están Los Rolling Stones podríamos afirmar que estaría en la efervescencia de su carrera. Lamentablemente la heroína y el SIDA lo mataron en 1993 a los 46 años. José José murió en Miami a los 71 años, sin embargo su vitalidad y su voz habían desaparecido hacía décadas. Sus constantes excesos con el alcohol, las drogas y el cigarrilo hicieron que desde los 50 años su voz se apagara. Nunca vimos a un gran José José en un gran estado físico en su madurez como si ocurrió con ídolos como Pedro Vargas. En Latinoamérica estos dos casos son comunes. Uno de los más tristes que se recuerde es el de José Alfredo Jimenez, tal vez el más representativo de los compositores mexicanos quien murió ahogado en Mezcal a los 46 años.
En Colombia los casos de Diomedes Díaz y el Joe Arroyo recuerdan la autodestrucción de los grandes rockeros norteamericanos de principios de la década del setenta. Murieron en la plenitud de su juventud, en una prematura decadencia producto de los excesos. Ese sacrificio, ese impulso los ha convertido en iconos de la música, en leyendas que brillarán para siempre.