La Liga Betplay 2021 contó solo con la disputa de 19 equipos. En noviembre de 2020, las deudas que acumulaba el Cúcuta Deportivo motivaron que la Superintendencia de Sociedades pidiera la liquidación de la empresa y el Ministerio del Deporte retirara su reconocimiento. La Dimayor ordenó que el equipo no volviera a jugar, empezando por sus dos partidos contra América y Atlético Nacional que quedaban pendientes. Su dueño, José Augusto Cadena, quedó con la ficha en la Dimayor, mientras la comunidad de Norte de Santander busca cómo volver al fútbol profesional.
Aún así, Cadena empezó a planear llevarse su ficha a Bogotá y montar un nuevo equipo. No importó la crisis económica y el descenso del Bucaramanga en 2008, el coqueteo con la quiebra del recién ascendido Patriotas en 2013 ni la liquidación del Cúcuta. La Dimayor parece seguir dispuesta a darle una cuarta oportunidad a uno de los directivos más polémicos del fútbol colombiano.
La historia de José Augusto Cadena empieza en 1977 en Bucaramanga. Hijo de una familia de empresarios de artes gráficas, combinó sus estudios con el proceso de juveniles en el Atlético Bucaramanga. El técnico Norberto Peluffo lo alcanzó a llamar al equipo profesional en 1993, pero las exigencias familiares ganaron al sueño deportivo. En 1996 llegó a Bogotá para estudiar derecho en la Universidad de la Sabana, y luego regresó a Santander para trabajar en la empresa familiar.
En medio de su trabajo consiguió estudiar cursos de administración deportiva y decidió darle una nueva oportunidad a su sueño del fútbol, esta vez como dirigente. De su bolsillo sacó 2000 millones de pesos y un crédito por otros 2000 millones para comprar en 2005 el Bucaramanga, que atravesaba una crisis económica. Su entonces dueño, Luis Fernando Yepes, fue asesinado en extrañas circunstancias en 2010, acusado de ser testaferro de la familia de Vicente Castaño.
La llegada de un joven de 28 años a la propiedad de un equipo profesional llamó también la atención del entonces gobernador de Santander, Hugo Aguilar, quien brindó su apoyo económico al flamante dueño del equipo ‘leopardo’. A pesar de este apoyo, la condición del equipo se descompuso rápidamente. Varios jugadores fueron echados sin indemnizaciones, no se pagaron sus requisitos de seguridad social y hubo que vender hasta el bus. Los resultados deportivos tampoco ayudaron y, en 2008, el Bucaramanga descendió.
De hecho, un embargo en los siguientes años llegó a poner en riesgo de desaparición al Bucaramanga. Dos jugadores presentaron una demanda por $300 millones que un juez falló a su favor, ordenando entregarles la ficha del conjunto ante la Dimayor. Además, la permanencia de un equipo tradicional en la segunda división causó una fuerte molestia entre la comunidad bumanguesa que llegó a la campaña política para las elecciones locales de 2011.
El ganador de esas elecciones, Luis Francisco Bohórquez, movilizó al sector privado y los hinchas santandereanos para sacar a Cadena del equipo ‘leopardo’. En mayo de 2012 el directivo vendió el club por unos $12.000 millones a un grupo de empresarios con la presencia del exarquero de la selección Colombia Óscar Córdoba, el dueño de Coltanques Henry Cubides. Los dueños mayoritarios fueron los hermanos Óscar y Jesús Álvarez, empresarios de estaciones de gasolina. La ausencia del empresario en el fútbol colombiano duró muy poco: en julio de 2012 entró como máximo accionista a Patriotas.
La estructura económica del equipo que había ascendido seis meses antes estaba en serios riesgos. Además necesitaba convertirse, como los demás equipos del fútbol colombiano, en sociedad anónima. Los dueños, entre los que estaba el Instituto de Deportes de Boyacá y el empresario Jaime Ramírez, padre de la entonces alcaldesa de Duitama Constanza Ramírez, emitieron más de $1800 millones en acciones para mantener la categoría. Cadena adquirió $1670 millones de estas acciones con los recursos de la venta del Bucaramanga.
El año del directivo en Tunja estuvo lleno de polémicas con la afición boyacense, la administración local y hasta el dueño de su rival de patio, Eduardo Pimentel. Cadena desmanteló la nómina que consiguió el ascenso y puso en grave riesgo económico al equipo, sin pagarle sueldos a los jugadores. El argumento del flamante dueño era que los ingresos de un equipo recién ascendido eran mínimos, sobre todo, en derechos de televisión.
Patriotas era un equipo clase B en la Dimayor que no llevaba tres años consecutivos en la Primera División. Bucaramanga y Cúcuta, a pesar de que estaban en Segunda División, eran equipos clase A. Recibían los mismos ingresos de la Dimayor que Millonarios, Nacional o Junior, pero pagando nóminas para no ascender y guardándose el resto. Cadena, acostumbrado a estos ingresos, prefirió vender su porcentaje en el equipo boyacense a la familia Ramírez a finales de 2013.
Así aterrizó en Cúcuta a finales de 2013, buscando rescatar a un Cúcuta Deportivo que estaba en ley de quiebras. El equipo ‘motilón’ llevaba varios años en la Segunda División tras el breve período de gloria de 2006-07, y atravesaba una fuerte crisis económica. Además su mayor impulsor, el exalcalde Ramiro Suárez, estaba en la picota pública por las investigaciones sobre presuntos vínculos con el paramilitarismo y asesinatos en la ciudad fronteriza, que finalmente le dieron una condena de 25 años de cárcel.
Cadena invirtió $8400 millones para adquirir el 63% de la sociedad anónima que correspondía a Suárez y sus socios. Tuvo un golpe de suerte: a principios de 2015 la DImayor aprobó un aumento de 18 a 20 equipos en Primera División, y un mini torneo jugado en Bogotá decidiría los dos ascensos. El Cúcuta ganó uno de estos cupos y ascendió, reavivando las esperanzas de la hinchada nortesantandereana.
Los ‘motilones’ descendieron el mismo año de su ascenso, y los hinchas cucuteños estallaron ante quien ya era conocido como “el mercenario del fútbol”. En un eco de la campaña de Bucaramanga en 2011, César Rojas, uno de los socios de Suárez que vendió sus acciones a Cadena, hizo campaña para la alcaldía prometiendo sacarlo. Rojas ganó las elecciones, pero no logró conseguir empresarios que invirtieran los 10 millones de dólares que pidió Cadena por el club.
Además, a pesar de millonarias exenciones en impuestos, arriendo del estadio General Santander y otros beneficios que Cadena obtuvo de las administraciones locales, siguió acumulando deudas. El conflicto con la administración local llegó a tal punto que el Cúcuta jugó toda la temporada 2017 con juveniles en Zipaquirá. Un acercamiento con fines electorales liderado por el concejal, candidato a la Cámara y líder barrista Nelson Parada logró calmar las aguas y regresar al equipo rojinegro a su ciudad adoptiva.
Aunque el equipo ascendió nuevamente en 2019, las deudas se siguieron acumulando. En julio de 2020 se conoció el primer embargo por una cifra, en medio de las que se manejan en el fútbol profesional, menor: 167 millones de pesos de deudas a jugadores y cuerpo técnico entre 2018 y 2019. Pagó la deuda, pero empezaron a acumularse procesos en su contra que interpusieron la Dian, la administración cucuteña y el Instituto Municipal de Recreación y Deportes.
En noviembre del 2020, la Superintendencia de Sociedades ordenó la liquidación de Cúcuta Deportivo S.A., y la Dimayor anuló el reconocimiento deportivo del club. Así, el “doblemente glorioso Cúcuta Deportivo” terminó con los jugadores varados en Armenia, donde jugó sus últimos partidos, y con Cadena siendo una persona indeseable para todo Norte de Santander.
Desde ahí, Cadena ha hecho todo tipo de argucias legales para recuperar su equipo. Empresarios cucuteños liderados por el entrenador Jorge Luis Pinto y el exjugador Hugo Horacio Lóndero han hecho una campaña para recuperar el equipo, adquiriendo la sociedad anónima y pagando las deudas ante la Superintendencia de Sociedades. Pero la ficha que podría acreditarlo entre los 36 equipos del fútbol colombiano no es de la ciudad: es de Cadena, y en la Dimayor no se ve con malos ojos la posibilidad de que inicie de ceros un nuevo equipo.
La cuarta oportunidad de Cadena estaría basada en Bogotá y compartiría el Estadio Metropolitano de Techo con La Equidad. Mientras se adelantan los procesos judiciales de la liquidación de la sociedad, el empresario de 43 años prepara su movimiento para mantenerse en un deporte que, desde el punto de vista económico, pudo haber sido redituable, pero que le ha ganado el desprecio de un gremio y de las tres principales ciudades del oriente colombiano. Queda ver si para la Dimayor hay un cuarto malo...