Caminando solo por la pista del Estadio Olímpico de Los Ángeles, Jorge Perry vio cumplida su misión con el deporte nacional. Era 1932 y, hasta ese entonces, ningún atleta cafetero había logrado participar en unas justas olímpicas. Sí había varios que competían a nivel local, pero sin la existencia del Comité Olímpico Colombiano era imposible participar en certámenes internacionales. Aun así, el maratonista, siempre firme en sus convicciones, logró convertirse en el primer colombiano en los Juegos Olímpicos y abrir el camino para que, 92 años después, ya no sea un solo deportista el que lleve con orgullo la bandera tricolor, sino decenas y, en algunas ediciones, superar el centenar.
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Jorge Perry, el boyacense hijo de europeos al que le gustó correr
Jorge Perry nació en Samacá, Boyacá, en 1910, aunque algunos documentos también afirman que pudo ser en 1909. Hijo del británico Alfredo Perry, y de la española Lola Villate, creció en medio de una familia acomodada que siempre pudo darle lo que necesitaba. Sus estudios de primaria los realizó en la escuela de su municipio natal, pero la secundaría sí la realizó en Tunja, la capital del departamento, en el Colegio Boyacá. Al cumplir los 18 años, decidió irse a vivir a Bogotá, con la idea de cumplir un sueño que se había propuesto desde que había conocido el deporte en sus horas de estudio: poder representar a Colombia en unos Juegos Olímpicos.
Por ese entonces, 1928, eran varios los deportistas cafeteros que tenían interés en participar en unas justas. Habían conocido sobre la competición a través de las noticias de los periódicos locales, que le daban cabida al deporte internacional, e intentaron ir a las olimpiadas de Ámsterdam de ese mismo año.
Sin embargo, debido a la falta de un comité olímpico en el país, perdieron la oportunidad y se tuvieron que conformar con seguir compitiendo a nivel local. Fue entonces cuando el joven Jorge Perry, quien era experto en la maratón, no se quedó de brazos cruzados y, ya sin la posibilidad de ir a Europa, se puso como objetivo ir a la próxima edición, que se llevaría a cabo en Estados Unidos.
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Su lucha para poder convertirse en el primer colombiano en los Juegos Olímpicos
Gracias a su posición económica y al contacto que tenía su familia con algunos de los más prestigiosos políticos de la época. Jorge Perry empezó un campaña para que el gobierno creara el Comité Olímpico Colombiano y, así, que desde el deporte internacional se volteara a mirar a los atletas cafeteros y se les diera la oportunidad de clasificar a las justas.
Aun así, ni Miguel Abadía Méndez, presidente hasta 1930, ni Enrique Olaya Herrera, quien asumió el cargo, lo apoyaron, por lo que tuvo que, en solitario, empezar a mandar cartas al Comité Olímpico Internacional para tantear el terreno y mirar si la entidad podía darle el aval y el apoyo para llevarlo a las justas, situación que, finalmente, sí se dio.
Fue en febrero de 1932 cuando el COI aceptó su postulación, se comprometió a pagar su estadía en las justas y a ayudarlo con la preparación física. Con ese sí, Jorge Perry llegó a Los Ángeles en marzo, un mes después, no sin antes haber tenido inconvenientes con sus familiares, que estaban en contra de su participación, y del gobierno colombiano, que se demoró en el trámite de su visa. Aun así, tras luchar contra viento y marea pudo, el 30 de julio, estar en la inauguración de la olimpiadas, llevar por primera vez la bandera de Colombia en unas justas y hacer el debut oficial como el primer colombiano en los Juegos Olímpicos.
Tras la inauguración, el boyacense participó en la prueba de la maratón, con un recorrido total de 42 km, pero tuvo que retirarse a los 10 km de salida, pues se desmayó y las autoridades correspondientes no lo dejaron continuar, cerrando su participación en las justas. Aun así, con todo y su bajo desempeño, el Comité Olímpico Internacional le otorgó la medalla al mérito por haber hecho lo imposible para estar en las justas, además de recibir el apodo de "Comodoro Perry", gracias a la valentía que tuvo para aceptar el reto de haber desfilado en solitario por la pista olímpica como el único representante de Colombia.
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Su vida después de los Juegos Olímpicos
Después de cumplir su sueño de participar en unas justas, y de haber puesto a Colombia en la conversación del deporte internacional, Jorge Perry fue elegido por el presidente Olaya como vicecónsul de Colombia en Los Ángeles. En Norteamérica estuvo hasta 1936, cuando volvió a Bogotá y se dedicó a ser profesor de educación física en el Gimnasio Moderno.
Allí, como docente, impulsó la práctica del atletismo entre los estudiantes y los llevó a explorar, incluso, nuevos deportes, siendo el responsable del primer juego de fútbol americano que se realizó en el país. El maratonista, además, también fue profesor del Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, siendo maestro del mismísimo Gabriel García Márquez en los años 40.
La vida de Jorge Perry se apagó el 29 de diciembre de 1946, cuando tenía apenas 36 años de edad. Ocho días antes, el 21 de diciembre, se dirigió en moto a su tierra natal, aunque también se dice que iba de Ubaté a Chiquinquirá. En medio de la travesía, el atleta sufrió un desmayo, lo que ocasionó un accidente que lo dejó moribundo en la vía. Unos campesinos lo auxiliaron y trataron de ayudarlo, pero por las graves heridas fue trasladado a Bogotá, al Hospital San José, donde falleció.
Tras su muerte, varios fueron los homenajes que recibió por parte de políticos, deportistas y estudiantes, quienes, en su entierro, no dejaron de recordar lo que el boyacense había hecho por el deporte nacional, siendo el primer colombiano en los Juegos Olímpicos y abriendo el camino a muchos otros atletas del país.
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