Quien no ha leído o escuchado a Borges está perdiéndose un exquisito bálsamo de inacabable aventura. Considerado por la crítica, icono de la literatura mundial, cada día hablamos de él como patrimonio de la humanidad. En mi mesita de noche, al lado de la Biblia, habita mi maestro Borges como un talismán contra el insomnio y la infelicidad.
Hoy aparecen best seller de consumo, destinados a eclipsarse como el relámpago después de millonarias ventas, propias de la globalización líquida. La ingenua academia sueca ha premiado a más de cien escritores con el Nobel y cual maldición griega casi todos han caído abatidos por el olvido. Librado de este hechizo, Borges suplicó olvidarnos que existió, sin embargo, cada día se multiplican sus fans alrededor del mundo.
Esta superestrella de culto y magistralmente tímido. Arribó a Buenos Aires, Argentina, la noche del 24 de agosto de 1899, mientras el diablo cazaba ángeles. Nunca se apartó de su biblioteca y publicó obras inmortales. Acompañado de su fidelísima novia, María Kodama, a los 86 años viajó a Suiza para dormir eternamente. Nunca le gustó lucir un libro suyo en su biblioteca, considerándose indigno aparecer al lado de Schopenhauer.
Satirizaba las escuelas literarias. Su esotérica e inimitable literatura, germinada de su prodigiosa imaginación es traducida a casi todos los idiomas. Nos contó el secreto de las ruinas circulares cuyo fuego no calcinó al hijo que jamás tuvo. Nos descubrió el Aleph, átomo del universo, invisible como la internet, atrapado en laberintos de la nada.
De arrebatadora sonrisa, maestro de la ironía, natural y exquisito conversador. Vivió en su paraíso, su biblioteca. Ahora con la internet, es más leído que todos los autores juntos del boom Latinoamericano. El más citado escritor del planeta en el campo científico, fue profesor de literatura y dio conferencias en las más grandes universidades del orbe. Amaba la libertad. Su mayor acto de felicidad fue leer y escribir como coinciden los expertos.
Borges, anarquista individual y colosal adalid de la literatura fantástica, desafió el tiempo, obsequiándonos obras clásicas, para transitar el resto de nuestras vidas especulando sobre él. Cuentos: Ficciones, El Aleph y Libro de arena. Ensayos: Historia de la eternidad y Otras Inquisiciones. Poemarios: El Hacedor, El Oro de los Tigres, Luna de enfrente y Elogio de la sombra. Textos para soñar: Manual de zoología fantástica.
Cuando nos sumergimos en su cosmos literario, la eternidad es posible. Los trucos revelan nuestro inesperado destino. Recorremos La biblioteca de Babel, intentando capturar el tiempo y los recuerdos. A través de espejos circulares, retozamos con mándalas, sin temor a extraviarnos en los laberintos y desandamos candentes desiertos, seguros de beber el agua de la inmortalidad.
Borges nos legó su extraordinaria humildad. Jamás buscó premios. Perseverante, hizo aquello que disfrutaba a pesar de su ceguera. Nos educó a ser libres y conversar amorosamente. Vivía en un modesto departamento y a la vez fue un ciudadano del mundo, más allá de trasnochadas fronteras. Nunca se jactó de su literatura. Disfrutaba hablar bien de los demás. Escuchaba con pasión a los bisoños escritores, como no suelen hacer muchos presumidos escritores. Afirmaba, la ética salvará a la humanidad.
Curiosamente el destino le gastó ironías. Perdió la visión a los 55 años ante una frondosa biblioteca por leer, recordándonos en su poema, Los Dones. En el atardecer del camino, tropezó con el gran amor de su vida, la bellísima María Kodama. Tuvo tantas patrias como pudo, pero siempre fiel a la literatura. Fue echado de su puesto de bibliotecario para ocupar el puesto de inspector de aves. Renunció, para dedicarse a encandilarnos con sus eruditas y amenas conferencias alrededor del mundo. ´
Enigmático padre del boom latinoamericano. Releía las mil y una noches. Saboreaba hojas de hierbas de Whitman. Disfrutaba ironías de Wilde. Soñaba con Verlaine. Devoto de Baudelaire. Aventuraba cabalgar con Cervantes. Reía a carcajadas con Quevedo. Desandaba la selva de Kipling. Recorría Dublín de la mano Joyce. Meditaba la moral de Conrad. Escudriñaba paradojas de Chesterton. Gozaba poemas de Emerson. Gustaba de Eca De Queiros. Viajaba con Shakespeare. Buscaba la felicidad en Schopenhauer y Spencer.
El legado de Borges es literatura y vida. Profundamente humano y genio universal a quien le gustaba el color amarillo y libre anarquista en lo individual. Aquellos quienes se precian de escribir han de leerlo ineludiblemente con lápiz y papel. De él aprendemos a prescindir de los premios, si no queremos acabar sepultados en el territorio del olvido. Borges es una manera de vivir feliz.
Fuentes:
Todo Jorge Luis Borges en la internet y textos físicos.
Expertos y críticos literarios de Borges.
Lectores y lectoras de Borges.
Entrevistas, conversaciones y conferencias de Borges.