Ante la potestad del COVID-19 y la autoridad del virus, Jorge Iván Ospina, su gabinete en pleno y ciudadanos voluntarios, como yo, fuimos a los barrios del oriente de Cali a hacer pedagogía contra la pandemia y regalar tapabocas para prevenir el contagio del coronavirus (ante el 96% de las UCI copadas y ante un virus geopolítico que aún desconocemos después de un año). El alcalde fue recibido con muestras de aceptación de su gobierno y de la campaña que lleva a cabo contra el virus. Los habitantes fueron amables con los miembros del despacho ante la historia del virus, su constante mutación y por ende su desconocimiento. Escucharon con interés las instrucciones que se dieron para prevenir un contagio mayor.
Ante la necesidad de liderar la ciudad, ya que el país es ingobernable, con un 50 % de economía informal, con un 63 % de pobreza y 30% absoluta, el alcalde estructura su forma de gobernar en plena pandemia en una ciudad empobrecida y mantenida por los dineros de las remesas, la mitad bien-habidos, la otra mitad por observancia propia del producto del narcotráfico, sicariato, prostitución, atracos y robos de toda índole. Esas remesas manchadas de sangre y pólvora que mantienen a nuestro país. Un 20 de julio, estando presente en Madrid, hicieron un cierre de todas las joyerías en protesta por los atracadores colombianos que habían capturado: de 25 bandas capturadas, 24 bandas estaban formadas únicamente por colombianos.
En nuestra ciudad, la gente generalmente es de izquierda, pero piensa y actúa como de derecha. El alcalde no se puede dejar contaminar de esa contradicción. El alcalde cuenta con el respaldo del inmenso distrito de Aguablanca por los logros de su administración en dicho sector, como en otros lugares de la ciudad, que ya son emblemáticos por su atractivo turístico e histórico. La ciudadela Nuevo Latir, Centro de Diagnóstico Infantil Progresando, la Estación de Andrés Sanín, el Boulevard del Río, el parque de la 72 W, el puente de López, el barrio Potrero Grande y mejoras de la ciudad en general. No únicamente sus obras fueron en el Aguablanca, sino en toda la ciudad, con avenidas amplias, zonas verdes de esparcimiento, canchas de fútbol y otros deportes, guarderías, escuelas, centros de salud que son necesarias para el desarrollo del ser.
Jorge Iván Ospina, en ocasiones, es dubitativo y contradictorio ante la realidad aplastante de la pandemia, algo completamente normal por la incertidumbre de la misma, por las diferentes cepas y por el manejo geopolítico mundial. También, por lo que proviene de esa ciudad (esa venganza de los Chibchas llamada Santafé de Bogotá), donde dictan comportamientos desde el centro a las demás ciudades del país, sin considerar las propias dinámicas de lo que ellos llaman provincia.
Yo me pregunto: ¿quién ha manejado de forma adecuada la alcaldía o gobernación en el país del COVID-19?, ¿qué alcalde lo ha hecho mejor?, ¿quién es certero ante el abismo insondable? Por lo tanto, es un proceso de aprendizaje, prevención primaria, secundaria y terciaria que él ha asumido, comprometido con su ciudad y con él mismo.
Es un trabajador obsesivo, incansable y hace las cosas con generosidad (vaya usted a saber por qué), pero el hecho es que las hace y las seguirá haciendo en la medida en que va estructurando la ciudad en visitas como las que estuve presente en los barrios de la comuna 6, 7, 15 y 21 en las noches de un reciente fin de semana.
El alcalde ha gobernado un poco más de 365 días (¿?), le falta gobernar aproximadamente 1000 días (¿?), y queda mucho por hacer. Acaba de ser aprobado por el concejo distrital 650.000 millones de pesos. Las clases tradicionalmente dominantes están preocupadas porque a pesar de intrigar no recibirán ni un peso de ese dinero, sino que está destinado a las obras sociales y de infraestructura de Cali.
El alcalde debe manejarlo como bien sabe hacerlo, para bien de la comunidad, con la vigilancia normal de los entes dispuestos para ello. Lo importante es que los eternos vencedores cuya codicia y voracidad ha escrito nuestra historia, no se repitan eternamente.