Jorge Iván Ospina, ¿tocando el "bukelele"?

Jorge Iván Ospina, ¿tocando el "bukelele"?

Ante lo que sucede en Cali no se asume la preocupación por los verdaderos problemas, que en otras épocas el proyecto político del Alcalde parecía entender...

Por: Ethan Frank Tejeda Quintero
mayo 05, 2023
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Jorge Iván Ospina, ¿tocando el

Hay temas complejos. Hablar de ellos conlleva jugarse la piel, romper relaciones y llamar a cuenta sobre los errores generalizados. Abordar dichos temas puede ser un índice de la libertad. Esa que se asume a la posibilidad de asumir sin deudas a las tendencias y odios generalizados. En ese sentido, es necesario ir contra la corriente y expresar que la administración municipal equivoca su proceder al exhibir su fuerza de frente a sujetos en quienes se encuentra la violencia y la vulnerabilidad. Sobre quienes opera el ánimo mostrenco -miren los desadaptados- y monstruoso -son consumidores, iban armados y atacaron a la ciudad-, sin que se asuma la preocupación por los verdaderos problemas, que en otras épocas el proyecto político del Alcalde parecía entender: la desatención de las juventudes en una sociedad cada vez más signada por el hambre, la vulnerabilidad, la dependencia y el aislamiento.

La lectura pasional y la intervención airada ante hechos, sujetos y fenómenos sirve para conmover los palcos, pero no está cerca de ser una lectura justa de las circunstancias dadas. La necesidad de gritar "ustedes no son de aquí y ustedes no son hinchas" no sirve para parapetar la erosión de las probabilidades de las juventudes rurales en un departamento en el que se radicalizan las brechas, se desatan los consumo, avanzan las axiologías de la malandrería, el traqueterismo y la cartelización, se olvidan las prácticas y se extingue el aparato productivo.

Los problemas son muchos y no requieren de la copia del sonido del Bukelele. Porque el enojo y la exaltación pueden ser la anticipación del "pelele", porque ya quisiéramos ver la misma valentía ante otros jóvenes problematizados que no andan en buseta y cargan en la guantera -por recomendación del abogado del clan- la de fuego y la traumática. Qué fuertes se ven ante el basuco y que silentes ante los que quieren convertir las rumbas en pozos petroleros. ¡Qué vehemente, qué valiente, qué bien! Dicen los que piensan que aquellos son "malandros", "casos perdidos", "hijos de nadie". Por ellos cada vez menos voces, porque las actitudes antidemocráticas ya habitan los corazones hasta de los proyectos alternativos. Qué lejos queda la consciencia de que la guerra contra la delincuencia termina siempre en ejercicios aporofóbicos y las ofensivas contra la pobreza no tienen nada que hacer ante la popularidad de la guerra contra los pobres.

Esos a los que es tan fácil en campaña asumir al nombre sentimental de "Los nadies" y en el ejercicio de gobierno perseguir para aportar en una asfixia en la que la bota y la cámara del noticiero no son más que elementos del opulencia. Es triste que la erosión no sólo toque las opciones de jóvenes para quienes quizás la única oportunidad de estar en Cali sea la confusión de la pasión por un equipo de fútbol con la acciones delincuenciales, sino que se normalice en la acción del funcionario público que desconoce la Constitución y la ley. ¿No conoce el Secretario de Seguridad la separación de poderes? ¿No sabe que la "imputación pública" de la que due protagonista no hace otra cosa que viciar la captura? El funcionario procede de manera irresponsable y convierte en circo lo que es objeto de la legislación y la jurisprudencia.

¿La paciencia colmada y el afán de protagonismos está por encima del sufijo raíz de la última palabra? Ahora bien, la brutalidad de los hinchas - sí, son hinchas- contra alguien que porta la camiseta del equipo rival es inexcusable, dañar a quien porta otra camiseta es locura, estupidez y ánimo asesino. Hubo un proceder que supera la infracción y que es asumible a la acción delictiva, los perpetradores deben ser objeto de imputaciones, de eso no cabe duda, pero estos sujetos procesales no pueden ser la utilería en la impostación del heroísmo de ningún funcionario público. En ellos no está la respuesta a la impopularidad de una administración.

En este caso que sea imputado quien tenga que ser imputado y que sea sujeto de proceso disciplinario quien tenga que ser asumido a investigación por extralimitación del deber funcional. No sólo deben asumir "la culpa" aquellos que sirven para reproducir los temores de los fuertes, mientras se asume al espectáculo noticioso todo aquello que los proyectos políticos dominante o ignoran o incentivan. La lucha contra la miseribilización debe ser integral y no puede objeto de purgas. No es tiempo de coquetear con la apetencia de muchos que quieren ver fotos y fotos de pandilleros arrodillados ante fusiles y macanas. No es justo prestarse a la normalización de la estética del campo de concentración, menos cuando se fue electo con los votos del cansancio por el reaccionarismo conservador que ha manejado esta ciudad desde que a un Alférez le dio por huir con el tesoro real hacia las tierras altas de los Andes.

En esta ciudad consagrada a una imagen en la que un hombre blanco pasa su caballo sobre un "infiel". Uno de habla diferente, de otra corporalidad y de otras maneras. No es justo que en la ciudad llena de "jeques", de roscas al servicio de lo indigno, de oficinas con un pie en la institución y otro en las pozos donde la informalidad y el crimen se funden, se piense que el máximo riesgo viene de un grupo de desafectados que ingresan a "la sucursal del cielo" a perturbar. No es justo que hoy una madre llore las heridas sobre el rostro de su hijo, mientras los oportunistas asumen ese situación para el espectáculo en tiempos de elecciones locales.

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