Hubo una época en donde Jorge Barón era el hombre más famoso del país. Su programa, El show de las estrellas, era el evento más esperado no sólo en la Colombia profunda sino en el corazón de Bogotá. Ahí, en plena plaza de Bolívar, Don Jorge anunció que el 28 de diciembre del 1983 se presentaría El puma. A comienzos de los años ochenta José Luis Rodriguez era el cantante más famoso en habla hispana. La capital rugió ante la posibilidad de ver al venezolano en vivo. Había tanta expectativa que los noticieros se volcaron a cubrir el evento. Los periódicos anunciaron el show en sus portadas. A las tres de la tarde, bajo una lluvia torrencial, sobre el escenario apareció Jorge Barón llevando de una cadena a un puma que había alquilado del zoológico de Santa Cruz. “Pásela por inocentes Colombia” le dijo a millones de televidentes que, en vez de alterarse gozaron con la gracia. A Don Jorge se lo perdonaba todo.
El amo de la televisión tenía el poder hasta de parar la guerra. En 1999, en Toribío Cauca, el Show de las Estrellas llegaba con Iván y sus Bambam a la cabeza. A un kilómetro de donde estaba asentada la tarima ejército y Farc se entrelazaban en un combate. Don Jorge mandó a llamar un oficial del ejército, se montó en un jeep, tomó en una mano una bandera blanca y en la otra la de Colombia y se fue a hablar con la guerrilla. Alborozados al ver a Mister Televisión en persona, los combatientes decidieron aplazar la batalla por un día. Agazapados entre el público disfrutaron del Show más querido por todos.
En los ochenta, cuando al país sólo se le asociaba internacionalmente con los carteles de la droga, Jorge Barón logró lo imposible: llevar su Show a Madrid, Miami, Nueva York, Caracas, Londres. No habían fronteras para su cara gigante, estática, hierática. Vicente Fernández, Celia Cruz, Miguel Bosé, Soda Stereo, Ricky Martin, Richard Clayderman, Mercedes Sosa, Charly García y una caterva infinita de músicos hacían cola para subir a su tarima, una tarima que empezó a construirse a finales de la década del sesenta.
Jorge Eliecer Barón Ortiz empezó en la radio a los 15 años en una emisora de Ibagué que se llamaba La Voz del Nevado. Ahí ponía, entre las doce de la noche y las seis de la mañana, la banda sonora con la que los despechados ahogaban su dolor. A los 20 años llegó a Bogotá. Mientras intentaba abrirse paso se aburría con la insulsa programación de la tarde. Se le ocurre la idea de hacer un programa en donde se invitara a cantantes. Le escribió una carta a la Televisora Nacional, debutó presentando a los Tolimenses y ocho años después ya era dueño de una programadora.
Don Jorge no sólo tenía el poder de parar la guerra sino que también podría desatar la lluvia a placer. En Barrancabermeja, en medio del sol de justicia del Magdalena Medio, de la nada aparecieron nubes gordas, negras. La gente, en vez de dispersarse ante el aguacero, abrió la boca y empezó a disfrutar sobre todo cuando Don Jorge dijo la frase que lo inmortalizaría: Aguita pa’ mi gente le gritaba al cielo. Desde ese día, para la gente en Montes de Maria, El Catatumbo, Corinto, Toribío o Puerto Carreño, Jorge Barón era una especie de santo que no sólo llevaba diversión sino que también traía la lluvia para aplacar el calor perpetuo.
Casi cincuenta años después de haber sido creado, El show de las estrellas, volcado en su labor de llevar música a los lugares más inhóspitos de Colombia, estuvo a punto de desaparecer. Sólo la intervención de RCN lo salvó del final. El último sábado de abril de 2016 debutó en el nuevo formato en el Parque de las Luces de Medellín, acompañado de dos presentadores más jovenes, pantallas LED, y la participación de actores de Francisco el matemático y la Ley del Corazón. Ellos esperan levantar el rating que parecía por el suelo. La gira de conciertos seguirá en varios parques de Bogotá.
Hacer el programa vale más de 300 millones y se necesitan 250 personas para ordenar las 40 toneladas que pesan los equipos. Los pautantes, aunque permanecen fieles, siguen siendo los mismos desde hace cinco años. Jorge Barón a sus 68 años estaba preocupado. Su vida es la televisión, la misma que le permitió en su momento transmitir una final de Copa Libertadores que ganó el Atlético Nacional, la que lo convirtió en el rostro oficial para Latinoamérica de la serie The get down de Netflix. Ahora, seguirá sin tener el control absoluto de su programa, pero vigente, con la convicción de estar otro medio siglo más dándole la patadita de la suerte al que lo necesite.
Publicado originalmente el 25 de sep. de 2016