A Kit Harrington le molesta que lo traten sólo como un objeto sexual. Él no puede creer que sus fans no se derritan con su talento, por la inmensa cultura que se atribuye y que lo lleva a declarar, en cuanto micrófono tenga al frente, que él, además de ser actor, es también poeta y periodista. Cuando le preguntan por su bardo preferido, el bastardo de los Stark responde casi que con insolencia: “a mí no me nombren a Baudelaire o Rimbaud, a mi déjenme sano con Robert Desnos, él poeta que me gusta más es Philip Larkin, un hombre que le canta a las batallas, a las espadas, a la sangre fundiéndose con la nieve”.
Hace cinco años este atractivo joven de origen noble (Su apellido se asocia con los primeros colonizadores de Inglaterra) no sabía que eran los Premios Emmy. Soñaba con ser un actor de teatro tan grande como Lawrence Olivier pero, al no conseguir trabajo en ninguna parte, y al fracasar una y otra vez en su idea de convertirse en una estrella de rock, hace una fila con muchos aspirantes para quedarse con uno de los personajes que con más cuidado construyó G.R.R. Martin. Para desgracia de los aficionados de la saga lo consigue. Desde allí tuvimos que tragarnos el terrible error de casting y verlo con su imperturbable expresión de inofensivo cachorro estreñido como lo demuestran estas imágenes.
Anoche, cuando deberíamos estar arrancándonos a pellizcos la barba por el dolor de ver caer a otro Stark, sentimos, en medio del shock, algo parecido a la felicidad: ya nunca más volveremos a ver al jovencito con cara de pastel haciendo el terrible esfuerzo de aparentar ser un guerrero. Lo aceptamos con la misma resignación que lo hicimos con Mark Hammil en Star Wars o a Elijah Wood en El señor de los anillos, la épica parece que tiene esta maldición, por algún lado se cuela un señorito con el anhelo de convertirse en un hombre duro. Afortunadamente Dios Martin escuchó la súplicas de muchos de sus fieles que implorábamos borrara de su historia al bastardo más soso de Invernalia. La guardia nocturna, azotada por sus luchas internas, nos quitó a cuchillada limpia a este pelmazo. Ahora esperemos que Drogon, el díscolo dragón, acaricie con un lengüetazo de fuego a su madre, porque chicos, afrontémoslo, Emilia Clarke no tiene la fuerza ni la belleza imperial que debería tener alguien que encarne a Calisse.
El capítulo de anoche, tal vez el más impactante desde la Boda Roja, abre interrogantes que empezaran a cerrarse apenas dentro de un año, cuando vuelva la sexta temporada. Yo, como la mayoría de ustedes, no sé en realidad que voy a ponerme a hacer para soportar el largo invierno de la espera.