John Jairo Lugo, el pereirano que se enfrenta al garrote de Trump

John Jairo Lugo, el pereirano que se enfrenta al garrote de Trump

Con recursos legales, plantones y voces de protesta dedica su vida desde New Haven a proteger a los inmigrantes latinos y lograr que no los deporten

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febrero 12, 2017
John Jairo Lugo, el pereirano que se enfrenta al garrote de Trump
Foto: Archivo www.courant.com

La sede de operaciones de John Jairo Lugo, es New Haven una ciudad del estado de Connecticut donde está la prestigiosa Universidad de Yale.  Un  lugar de contrastes donde al lado de  barrios acomodados con valiosas casas Victorianas y  de un  campus universitario organizado y ejemplar, sobreviven en barriadas pobres una amplia población afro, puertorriqueña y miles de inmigrantes que han buscado en este Estado de Connecticut ,  uno de los más progresistas  del país, abrigo.

John Jairo, un pereirano de 52 años que logró entrar como ilegal a Estados Unidos en 1986, no  hace otra cosa que,  desde Unidad Latina en Acción, la organización que fundó en el 2002, defender a los latinoamericanos de atropellos laborales, lograr atención en salud y acceso a las escuelas públicas, y en el caso de los indocumentados evitar la deportación.  A la austera sede en el centro de New Haven, se acercan, diariamente decenas de personas con sus relatos de vida, siempre dolorosos, siempre en medio de las dificultades; siempre a buscar orientación  y apoyo.  Muchos de quienes llegan ahí, hombres, mujeres, niños, vienen huyendo de la violencia de sus países:  violencia delincuencial urbana, violencia en las familias, desplazados por presión de propietarios de tierra o de mineros, pero también sobrevivientes de la violencia política en Honduras, El Salvador, Guatemala, Colombia.

John Jairo es uno de ellos. Asumió el riesgo temerario de cruzar la frontera por “el hueco”, por Tijuana, en México, por donde Trump se propone a levantar el muro, para salvarse de la ola de asesinatos a los militantes de la Unión Patriótica, que a mediados de los años 80  parecía imparable. Formado por un padre luchador, obrero de construcción, Gaitanista y sindicalista, entendió pronto que nada lograría en la vida sin dar la pelea. Y eso ha hecho desde que cruzó con horror el desierto hasta llegar a territorio norteamericano y empezar a rebuscarse la vida. Empezó en el Estado de Nueva York hasta que llegó la primera detención, una de tantas que ha vivido en sus ya treinta años de sacarle el quite a las duras leyes contra los inmigrantes.  En su primer año pasó por la cárcel de Nueva York y por la de Vermont hasta terminar en el Krome Center de Miami, donde debió enfrentarse a un proceso de deportación, que con razón le aterraba.

John Jairo dejó Colombia cuando la muerte lo rondaba. Se había iniciado como líder estudiantil en el Inem de Pereira y luego consiguió entrar a estudiar ciencias sociales en la Tecnológica de Pereira desde donde se integró a la Federación de Estudiantes. Frecuentaba la Casa de la amistad de los pueblos, uno de los centros de formación del Partido Comunista donde se relacionó con muchos de los amigos que terminarían asesinados en el exterminio de la UP.

Los años 80 y comienzos de los 90 marcaron un punto de inflexión en la política colombiana cuando arreció la persecución a sangre y fuego a los grupos  de izquierda y empujó a muchos a las filas guerrilleras para salvar sus vidas, como ocurrió con Simón Trinidad y buena parte de los  integrantes de  la cúpula de las Farc que negoció la paz en La Habana. Otros, tomaron el camino del exilio como Aida Abella e Imelda Daza, quienes regresaron al país después de largos años de exilio en  Suiza y Suecia respectivamente,  para acompañar el proceso de paz. La vallenata Imelda Daza forma parte del Movimiento Voces de paz que, en representación de las Farc, vigila la implementación legislativa de los Acuerdos en el Congreso.

Un tiempo en la cárcel de Pereira unido a las amenazas que acechaban bastó para que John Jairo entendiera que sus días en Colombia estaban contados. Cualquier riesgo era menor frente a la situación de violencia que se vivía en el pais. Y arrancó su odisea.

Detenido en el Krome Center de Miami y adportas de deportación, un golpe de suerte lo salvó. Tras escuchar su relato, una abogada le mostró la ruta para solicitar el asilo político. Su historia contenía todos los ingredientes porque además regresar a Colombia en ese momento significaba un encuentro con la muerte. Empezó entonces su primera gran lucha, de las muchas que seguirían, en territorio norteamericano y la ganó. Logró en 1990 el status de asilado político que lo blinda y le da suficiente margen de maniobra para ayudar con radical, convicción y fuertes a otros, atrapados en la adversidad. Treinta años en Estados Unidos pero buena memoria para no olvidar de  donde viene, como llegó y las ignominias y humillaciones que vivió como ilegal.

Con la llegada de Donald Trump  a la Casa Blanca con su agresiva política persecutoria a los inmigrantes indocumentados,  el trabajo de Unidad Latina en Acción  se ha multiplicado. La gente busca a gritos protección y orientación. Jóvenes abogados del Consultorio jurídico de la Universidad de Yale los acompañan en los procesos de deportación ante la Corte de inmigración del Estado y aunque tienen por el momento la ventaja de New Haven haber sido declarada “ciudad-santuario” donde la policía federal no puede imponer sus  órdenes sobre la autoridad local, el miedo se ha instalado en las humildes casas y entre la gente que creyó haber encontrado en Estados Unidos un escenario de futuro.  John Jairo Lugo con sus grupos de voluntarios están allí, firmes a resistir, a realizar plantones en los colegios para que no puedan sacar a los estudiantes latinos, alerta a impedir los censos puerta a puerta, dispuesto a enfrentar con todas las armas legales el garrote de Trump. Nadie sabe, eso si, hasta donde podrán llegar.

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