Al mejor estilo “chapulinesco”, del “querer, queriendo”, John Bolton, consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, permitió, malicioso y adrede, que las cámaras de televisión fijaran la imagen sobre ciertos apuntes en su libreta, donde se puede leer “5000 soldados en Colombia”. Eso ocurrió precisamente en el momento en el que se hacían unas declaraciones y restricciones en contra del régimen bolivariano.
Lo anterior, buscando una sutil pero velada advertencia, que nos puede meter en serias dificultades con el inestable y paranoico jefe de ese gobierno, Nicolás Maduro. La actitud de Bolton fue irresponsable y, si se quiere, pérfida, toda vez que nos involucra directamente en un posible conflicto militar. Seguramente andanadas y fogonazos verbales con desplazamiento de tropas, tanques y aviones hará en las próximas horas el presidente de esa nación hermana, dado su temperamento tropical y explosivo.
Es innegable el drama de ese pueblo hermano, la tiranía y violación de derechos fundamentales y garantías civiles, pero provocar de manera irresponsable, sin medir las consecuencias y comprometiendo otro país, que también está desgarrado por la violencia y la inequidad como Colombia, hace pensar en la mentalidad hipócritamente filantrópica del imperio y el poco interés en nuestra suerte. No podemos ser títeres de las grandes potencias en su lucha geopolítica ni servir a sus intereses utilitaristas.
Es muy probable que la locuacidad y fervor patrio de los funcionarios de gobierno colombiano, principiando por el mismo presidente, ministro de relaciones exteriores y embajador en EE. UU, en sus cuestionamientos a la dictadura venezolana animaran la publicación de la nota.
No desconocemos que Venezuela es un Estado-guarida de la guerrilla colombiana, que busca desestabilizar nuestra democracia, que permite la violación de los derechos humanos y cuyo territorio padece el despotismo, pero no podemos permitir que se nos utilice de manera tan ladina, así sea para un justo fin.