Conocí a Joe Madrid a finales de 1976 en Barranquilla, el mismo año en qué él regresó a Colombia luego de vivir en los Estados Unidos y se quedó a vivir entonces una temporada en Curramba. Fue el mismo año también en el que este columnista llegó a estudiar y a establecerse en La Arenosa.
En Nueva York y los Ángeles, en distintos momentos de finales de los años 60 y comienzos de los 70, ya se sabe, Madrid fue una interesante figura de la escena jazzística y latina tocando, componiendo o arreglando para grandes orquestas y figuras como Tito Puente, Stan Kenton, Machito, Mongo Santamaría, Woody Herman, Liza Minelli, Andy Harlow, Ángel Canales, James Brown y Aretha Franklin, entre otros. Logros que, desde luego, hoy constituyen un importante referente histórico de lo que significa Colombia en el jazz y la música latina en Estados Unidos, al lado de trabajos destacables como los de Al Escobar, Justo Almario, Francisco Zumaqué y Eddy Martínez, como pioneros de todos los que vendrían después.
Lo que yo recuerdo es que aquel encuentro con Joe Madrid ocurrió una noche en el Chic Corea Jazz Bar del arquitecto y jazzófilo Elmer Romero. No preciso quiénes lo acompañaban exactamente pero sí sé que estaban el maestro Antonio María Peñaloza en el bugle y su hijo Tony Peñaloza en la batería, y tal vez Javier Gutiérrez en la guitarra. De esa noche solo me queda una inolvidable interpretación del Vals for Debby de Bill Evans que Madrid hizo a piano solo.
Después de esa primera ocasión lo vi dos o tres veces más en esos años.
Joe fue a establecerse luego en Bogotá, pero regresó a Barranquilla en varias ocasiones por cortas temporadas. Ya en la década del 80 volví a verlo en un memorable concierto que celebraba el primer aniversario de la emisora Universal Stereo en el Parque del Sagrado Corazón, nuevamente acompañado por Antonio María Peñaloza en el fliscorno, Tony Peñalosa en la batería y Obert López en el bajo.
Antonio María Peñaloza, inolvidable en ´Vals for Debby´
De esa ocasión queda para la historia una interpretación memorable de Te olvidé, que fue realmente un tema en dos partes: una primera en clave de jazz con un impresionante recitativo del propio Peñaloza interpretando la letra del tema en tono de poema y un extraordinario trabajo suyo en el bugle de sorprendente sonoridad clásica. Y la segunda parte que es ya propiamente una cumbia con un recitativo de un poema costumbrista del maestro Pacho Bolaños en el que Peñaloza hace la proeza técnica de desensamblar la boquilla de su instrumento y hacer con ella un solo que imitaba el sonido de la caña de millo, para luego, sin truncar la ejecución, continuar el solo con las notas del bugle.
Joe Madrid, seguramente el responsable conceptual de aquel performance, realizaba ese día cosas extraordinarias en el piano, especialmente ejecutando un largo e inspirado solo en el que juega citando La cumbia cienaguera.
También recuerdo de esos años otras presentaciones de Madrid en Papagayo el bar de Javier Gutiérrez, en compañía, entre otros del trompista norteamericano John Berman, por ese entonces residente en Barranquilla. Y en algún otro concierto institucional en la ciudad. Así como también en el marco de la presentación de una gran banda de salsa conformada y dirigida por Madrid y Peñaloza para un concierto (o caseta) que tuvo lugar en un lote que había frente al Hotel El Prado en la esquina de la 70 con 54. Evento al que no pude entrar pero escuché completamente desde afuera y del que no tengo propiamente una memoria musicalmente feliz.
A mediados de los años 80, vinculado yo al equipo que realizaba el programa cultural Olas TV en el canal Telecaribe, bajo la dirección de Miriam de Flores y Carlos Flores, fui encargado de realizar una entrevista a Joe Madrid con motivo de su participación en la banda sonora de la película Crónica de una muerte anunciada, del director italiano Francesco Rosi. La producción le había encargado la composición del vals que bailarían Bayardo San Román y Ángela Vicario el día de su desgraciado matrimonio.
Y así fue. El lugar de la cita fue el Bar Caribe del hotel El Prado donde habría un piano a disposición para que Madrid, en el algún momento de la entrevista, interpretara la pieza que había compuesto para la película. La hora concertada para el encuentro era las 2:00 p.m. y yo estuve puntual con mi camarógrafo, pero Joe no daba señales de aparecer y no tuve más remedio que esperar, porque eran los días en los que aún no había celulares.
Pero siendo ya casi las 3:00 p.m. Madrid llegó agitado disculpándose acompañado de una hermosa joven a quien me presentó como su hija Nicole y dijo que se había demorado porque había tenido que recogerla en otro lugar de la ciudad, y él quería que ella estuviera.
Fue una conversación en la que hablamos básicamente de su formación autodidacta, de sus experiencias musicales en Estados Unidos, de sus relaciones con el jazz, de su admiración por la grandeza del maestro Peñaloza, de las incidencias del concierto del Sagrado Corazón, de lo que esperaba de su regreso a Colombia y de cómo había surgido la oportunidad de hacer el encargo musical para la película. Respondió con gran amabilidad y chispa, perdido y disperso un poco en las anécdotas, pero enormemente divertido.
Tocó entonces el vals luego de quejarse de la calidad de sonido del teclado disponible y remató con una interpretación del Vals for Debby, a petición rogada del entrevistador, luego de contarle que ese había sido el tema con el que lo había escuchado la primera vez una década antes.
Unos años después, a través de un tío materno suyo, don Domingo Merlano, cercano a nuestra familia y amigo de mi padre, pude conocer más de la vida familiar de Joe Madrid, de sus inicios en la música en su casa materna, del gran despliegue de talento desde temprana edad y del orgullo y admiración que sentían por él en su familia.