El 10 de agosto del año 2000, Un grupo de hombres del CTI salió en una avioneta desde el aeropuerto EL Dorado rumbo a Valledupar. Iban a capturar a Diomedes Díaz después de que un juez le revocara la detención domiciliaria por el asesinato de Doris Adriana Niño. Sin embargo, el ‘Cacique de la Junta’ recibió una llamada de su mánager y amigo de toda la vida, Joaco Guillén: “Compadre, van a venir por usted. Vámonos de aquí que lo van a meter preso”. En menos de diez minutos Guillén ya estaba en la casa de Diomedes. Todavía en pijama, lo subió a la camioneta y se lo llevó. Durante dos años lo tuvo escondido en su finca ‘El Limón’ hasta que el mismo Guillén lo convenció de que se entregara. El 25 de septiembre de 2002 Diomedes llegó hasta las puertas de la cárcel de Valledupar y se rindió ante la justicia.
Estando preso Diomedes Díaz grabó tres discos, todos ellos con Joaco al frente. La leyenda vallenata le dedicó varios versos en sus canciones, pero él recuerda uno que siempre consideró el más importante: “Compadre Joaquín Guillén, el amigo que siempre ha estado ahí, ¡ahí!”
Lo conoció cuando todavía era un niño. En Carrizal, Diomedes lo buscaba para mostrarle sus canciones. No quería ser cantante, sino compositor, pero siempre estaba dispuesto a agarrar el micrófono en las parrandas. “Cuando lo llevaba, decían los colegas, ‘ahí viene Diomedes, no lo vayan a dejar cantar porque se adueña de la parranda’. Había muchos celos por él. Siempre creí en él, pero nadie imaginó que iba a ser tan grande”. Mientras tanto en La Junta, Elvira Maestre, la mamá de Diomedes, lo esperaba todos los fines de semana. Joaco y su hermano Adalberto le daban 2.000 pesos para que tomara un bus y pasara unos días en su casa.
Aunque Guillén no fue su primer manager, siempre estuvo al lado de él y conoció cada detalle de su vida. Después de un concierto que Diomedes dio en Medellín, tenía otro en El Bagre. Joaco Guillén intentó sacarlo del hotel, pero a las dos de la tarde todavía no lograba levantarlo de la cama. “Compadre, lo único que nos queda es contratar una avioneta”, le dijo Guillén, quien ya había enviado a toda la agrupación en el último vuelo comercial. El piloto que contrataron había trabajado para Pablo Escobar y según Guillén, les terminó salvando la vida. En el caminó los cogió una tormenta de la que pensaron no salían vivos. “Íbamos acostados y abrazados en el suelo de la avioneta, listos para morirnos ahí mismo”. Al final, Diomedes y Joaco terminaron dando vueltas por toda la cabina después de que el piloto se pasara la pista de aterrizaje. Los nervios, sin embargo, no evitaron que girara inmediatamente y pusiera la avioneta en tierra.
Veinte días antes de la muerte de Diomedes, Joaco llegó al estudio en donde estaba grabando su último disco. Aunque ya no trabajaban juntos, nunca se dejaron de ver y siempre lo llamaba para que le diera el visto bueno a su trabajo. “Cuando entré, le dijo al ingeniero que volviera a poner las 13 canciones para que yo las escuchara. Era una confianza mutua y una amistad muy sincera”. El día del entierro, Guillén se volvió una estrella en las redes sociales. Desde su página de Facebook lo transmitió en vivo y en cuestión de horas tenía más de 300.000 seguidores. Hoy tiene una cuenta de Instragram en la que publica fotos y videos en los que recuerda al Cacique, al que considera un santo más para adorar.
Tanto fue su admiración por el cantante vallenato, que hoy tiene una estatua en su cuarto al que acaricia todas las mañanas antes de comenzar el día. “Los santos que yo siempre he seguido son el Divino Niño, santo Ecce Homo, la Virgen del Carmen y a Diomedes lo tengo como un santico”.
Hoy carga con la experiencia de haber trabajado con quien es considerado el mejor exponente de la música vallenata, pero también fue el representante de Poncho Zuleta durante cerca de 16 años. Todavía vive de la música y hace dos años escribió un libro en el que recogió todas las anécdotas con su compadre. “El Caicque y yo” tuvo el mismo éxito que tuvieron las canciones de Diomedes, a quien recuerda luego de cuatro años de su muerte con el mismo cariño con el que vivió más de 20 años a su lado.