Unos tres años fui discípulo de Jesús Emilio Jaramillo Monsalve. Él casi me convierte en cura. Iba derechito al convento cuando lo mataron. Jesús Emilio era un hombre carismático. Gran orador y sobre todo, un hombre con un gran espíritu. Se conectaba con el discípulo. Hacía erizar con sus palabras. En él las palabras generaban acciones. Ponían puentes entre el Dios que profesaba y el terrenal feligrés, al que llenaba de fe. Era un obispo distinto. A pesar de mi adolescencia y mi poca formación, recuerdo sus homilías. Eran penetrantes. Sinceras. Las sentía y las hacía sentir. Por lo anterior, desde los postulados católicos creo que Monseñor Jaramillo califica para ser santo. El primer santo araucano. Aunque nació en Antioquia, recuerdo de él, su llaneridad. Era un araucano. Su amor por su paisaje, por su cultura, por sus problemas estaban a toda prueba. No nació en Arauca pero murió en ella. Dicen que fue explícito en pedir que lo enterraran en Arauca. Aquí estará para siempre. Antioquia no podrá reclamarlo, porque los católicos y libertarios araucanos le ganarán. Con esta no podrán.
Éramos un grupo de jóvenes los de MOJUMA (Movimiento Juvenil Mariano). Animábamos las misas del mes de mayo y desde luego la Semana Santa, cada año. En esta tarea nos acompañaba Sor Ladys Esther Viaña. Una costeña hecha monja vicentina. Hasta bonita me parecía. Sor Ladys organizaba, pero quien me conectó con el Dios católico fue Jesús Emilio. De adolescente me decía “algún día podré hablar como él”. No lo he logrado. Pero si dejó sembrada la semilla.
MOJUMA estaba integrado por los chicos in de la Normal María Inmaculada. Un colegio, que siendo público, tenía entre sus estudiantes a la clase media alta de Arauca. Orábamos, cantábamos y hasta serví como integrante de los doce pobres, a los que se les lava los pies los Jueves Santos, en signo de la humildad de Jesús. Tres décadas y media pasadas y aún recuerdo la escena. Todas esas acciones aunque ya establecidas por la iglesia, en Jesús Emilio se sentían de otra manera. Él dejaba huella. Generaba compromiso cristiano. Hacía sentir a Dios.
De él recuerdo su trato. Respeto a toda prueba. Sensibilidad y una gran convicción y amor por Arauca. Monseñor Jaramillo era el gran líder araucano. Su pérdida desbarajustó la historia del departamento, que se inauguraba por la época como el nuevo rico de Colombia. Rico que quedó sin acompañamiento espiritual. Lástima. Era un buen hombre. Creo que lo mataron por equivocación. Ojalá algún día se sepa la verdad verdadera.
Hoy, cuando la iglesia es cuestionada por actos delictivos tan reprochables como la pedofilia y otras aberrantes conductas atípicas en la curia, de Jesús Emilio podemos dar fe, los MOJUMA, hoy ya cuarentones, su verdadera vocación cristiana y el respeto total por la otredad. Jaramillo fue un apóstol que nació en Antioquia pero que es araucano, de Arauca la capital. Todos los araucanos lo queremos y lo extrañamos. Esa es la única verdad que conozco y recuerdo de quien casi me hace ser cura. Bienvenida su beatificación.