Más que desafortunada, indecorosa y atrevida fue la frase de este 12 de noviembre de Marta Lucía Ramírez, vicepresidenta de Colombia. Con ocasión del deterioro vertiginoso de la popularidad de Álvaro Uribe que vienen señalando las encuestas (Datos & Conceptos), comparó al expresidente con Jesucristo. Ni hablar de la sacrílega, insolente e irreverente caricatura donde lo muestran grotescamente usurpando la imagen del Sagrado Corazón.
Se ha vuelto un lugar común en ciertas pelambres partidistas evocar el nombre de Dios, Jesucristo y la Virgen en los discursos públicos y en las salidas en televisión por parte de algunos mandatarios nacionales y extranjeros. ¿Manipulación de lo sagrado? ¿Sacrilegio? ¿Estrategia del mismo Satanás? Para algunos se trata de un recurso estratégico, maquiavélico y sagaz para atrapar ingenuos en las contiendas naturales, o para colocar telones o mantos de encubrimiento que lleguen al inconsciente de las masas para tapar o distraer realidades sombrías y criminales de los abusadores del poder.
Es una verdadera modalidad en auge, y una típica simbiosis (asociación de cosas completamente diferentes) de lo religioso y lo político, tratándose de un acto abusivo e irrespetuoso, criminal e insolente que atenta contra la libertad de cultos y que deriva en una manipulación artificiosa de la conciencia religiosa con fines políticos. Es nada menos que una estrategia engañosa para atrapar ingenuos en épocas electorales o en momentos de crisis, como señaló Monseñor Wilton D. Gregory (Arzobispo de Washington) el pasado 2 de junio de este 2020. Lo anterior con ocasión de la visita del derrotado presidente Trump, protestante presbiteriano, al Santuario de SS. Juan Pablo II, donde le decía a Melania mientras se tomaban la foto: “Sonríe, por favor”. Según Vatican News, decía el religioso: “Me parece desconcertante y deplorable que cualquier institución católica acepte ser manipulada y que se abuse de ella de tal manera que se violen nuestros principios religiosos que en cambio nos llevan a defender los derechos de todas las personas incluso de aquellas con las que podemos estar en desacuerdo". Vale decir que esto ocurrió en plena crisis, con motivo de las multitudinarias manifestaciones por la muerte a manos de la policía del afroamericano George Floyd.
Y en esta patria boba ese recurso lo viene usando también el Centro Democrático y todos sus adeptos. Tal es el caso de la subsenadora Paloma Valencia, haciéndose pasar por profetisa de oráculos divinos cuando le decía a Petro, en pleno Congreso el pasado 6 de octubre: “Usted nunca va a ser presidente, gracias a Dios”. Y dos días antes, el pasado 4 de octubre, cuando la juez 30 de garantías le devolvió la libertad, Álvaro Uribe afirmó sin ningún escrúpulo: “Estoy libre, gracias a Dios”. Esto aún sabiendo, como lo confirmó el juzgado cuarto de conocimiento de Bogotá (El Tiempo, 7 de noviembre de 2020), que está libre, pero que no queda exento de la imputación de vinculación en el delito de manipulación de testigos y que el proceso penal queda en firme. Y qué decir de Duque, que en los últimos días de la campaña preelectoral del 2018 se hace filmar de los medios acudiendo al Santuario Mariano de la Virgen de Chiquinquirá y ahora, la menciona, como mandatario legítimo o ilegítimo, en su show de televisión con cierta recurrencia.
Además, no se puede olvidar el acto bochornoso y deplorable que se vivió en Colombia con ocasión de la visita del papa Francisco a Medellín, donde Popeye, otro de los defensores acérrimos del uribismo, llamó loco al pontífice. “Aloooo Policía. Favor hay un loco que anda con engañadores y está engañando una multitud. Deténgalo. Se llama Bergolio y dice ser un pastor", tuiteó el exsicario. Algunos le respondieron: “No hay que mezclar la religión, el fútbol y la política". Ya lo decía el arzobispo de Washington: intolerable y sacrílego. “Se trata nada menos que de la instrumentalización política de lo religioso, personajes, lugares y símbolos”. A esos hay que sumar la siguiente sentencia bíblica: “No toquen a mi pueblo elegido ni hagan daño a mis ungidos, a mis elegidos, a mis profetas” (I Crónicas, 16:22), (Salmo, 105:15).
Por otro lado, mientras algunos señalan que Hitler creía en una fuerza suprema o llegó a mencionar a un dios ideológicamente nazi, otros autores como Paul Brooker dicen que él en realidad era “un ateo en privado”. Aunque múltiples registros de sus citas confirman y niegan que rechazara la idea del dios judeocristiano, lo que sí es cierto, como afirman los comentaristas de Wikipedia, es que Hitler y los líderes nazis hicieron uso tanto de la simbología cristiana como pagana en su propaganda dirigida al pueblo alemán. Y si bien algunos historiadores lo han descrito como “ocultista”, otros historiadores concuerdan en que Hitler ofrecía una imagen pública en la que no se mostraba como contrario a la religión; en realidad, incluso antes de la llegada de los nazis al poder, parecía tener un plan encubierto para acabar primero con el judaísmo y luego con el cristianismo, reemplazando estas religiones con el nacionalsocialismo.
Qué coincidencias hay en todo esto con la doctrina de la seguridad nacional, el uribismo y su partido (Uribe llama por su nombre a todos los obispos católicos de Colombia y en su “pesado” mandato solía ir a la Conferencia Episcopal con cierta asiduidad). Y qué coincidencias con el republicanismo de Trump, el neofascismo y los nazis. Júzguelo usted, amigo lector, y confronte las realidades con las advertencias de las Sagradas Escrituras. ¿Seguiremos atrapados en la sutileza del engaño y en la manipulación sacrílega de lo sagrado?
Para finalizar, recordemos que en una carta enviada el pasado 15 de agosto de 2020 al Padre Stephano Cecchin, Presidente de la Academia Mariana Internacional, el papa Francisco subrayó que “la devoción mariana es un patrimonio religioso y cultural que debe ser salvaguardado de en su pureza original, liberándolo de superestructuras, poderes o condicionamientos que no cumplen con los criterios evangélicos de justicia, libertad, honestidad y solidaridad”. Así lo pidió al comentar el uso que vienen haciendo las mafias del nombre de la Virgen María y lamentó “las reverencias” que le hacen organizaciones criminales: "liberar la figura de la Virgen María de la influencia de las organizaciones criminales".