Jéssica, la mujer que le arranca minas quiebrapatas a la tierra

Jéssica, la mujer que le arranca minas quiebrapatas a la tierra

A sus 23 años, desafía a diario la muerte armada de su instinto, un traje y las oraciones que no para de murmurar

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septiembre 21, 2016
Jéssica, la mujer que le arranca minas quiebrapatas a la tierra

Cada mañana, antes de ponerse manos a la obra, la subteniente del Ejército Jéssica Molina, clama una breve oración. Y desde donde quiera que estén, en puntos distintos del país, su mamá y su hermana, hacen lo mismo. Esos ruegos son el único presagio que ella necesita para confiar en que todo saldrá bien: que podrá recibir una nueva zona sembrada de minas ‘quiebra patas’, trabajar en ella –centímetro a centímetro– y, al final, sana y salva, entregarla despejada, limpia de cualquier peligro, garantizando que los niños vecinos bien podrán jugar allí un partido de futbol.

Lo primero que hace Jéssica cuando enfrenta una zona señalada de estar minada, es una inspección visual, ausculta minuciosamente cada montículo o protuberancia del terreno y luego se adentra en la boca de la muerte. Con un varapalo inspecciona los centímetros más inmediatos que tiene enfrente, y va dando pasos lentos, antecedidos por el escaneo del detector de metales. Cuando el instrumento emite una alarma (intensa o leve, da igual) el punto es demarcado con aerosol rojo y la joven desminadora debe, de cuclillas, excavar milimétricamente con una pala y una brocha el perímetro de la porción de tierra señalada, para ir descubriendo el posible artefacto. Algunas veces puede ser ciertamente una bomba, pero puede tratarse también de cualquier otro trozo de metal inofensivo. Descubrirlo puede tomar muchas horas. Pero es un procedimiento que se requiere para determinar qué tipo de dispositivo es y cómo habrá de ser destruido. Jamás una mina debe ser tocada, hacerlo puede ser aquel primer y último error al que se refiere Jessica.

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Llegar a ser convertirse en una de las 19 mujeres desminadoras que hay en el país no fue fácil. Tuvo que superar una serie de pruebas físicas, psicológicas y operacionales que Jéssica superó sin problema. Luego, tras ser seleccionada, recibió una intensa capacitación en la Escuela de Soldados Profesionales, en Nilo, Cundinamarca, adonde instructores internacionales aportados por la Mapp-OEA (Misión de Apoyo al Proceso de Paz-OEA) le dieron toda la capacitación requerida para entrar a un campo minado, desactivar el peligro, y salir con vida. La misión que decidió aceptar Jessica –integrante desde hace un año de la Brigada de Desminado Humanitario– es la jugarse la vida para limpiar el país de miles de minas que lo ponen como el segundo territorio más colmado de artefactos explosivos, sólo superado por Afganistán.

La tragedia de las minas en Colombia se refleja en 8.660 personas lisiadas y 2.140 muertos desde 1990 hasta julio de 2016. Detener ese polvorín de víctimas es la tarea que las 16 desminadoras mujeres y 1.500 hombres militares integrantes del mencionado batallón. La meta es limpiar el territorio nacional para 2021. La primer fase, diseñada por el Alto Consejero para el Posconflicto, Rafael Pardo y el Comando General del Ejército, prioriza 48 municipios en 12 departamentos, que corresponden a 41,8% del territorio total que se estima altamente contaminado de minas en el país.

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Además de paciencia y nervios de acero, para enfrentar el pálpito de una mina agazapada se requiere aproximarse usando un visor anti fragmentación, chaleco con protección térmica y pantalón con placas de blindaje interno anti esquirlas. 20 km pesa en total el atuendo que llegado el momento puede ser una barrera a la muerte instantánea. Los desminadores (y desminadoras, indistintamente) siempre deben tener todo este equipo cuando ingresan a la zona de peligro. “Trabajamos 60 minutos y descansamos 10, es lo que indican los protocolos, pero estos pueden variar dependiendo el contexto, por ejemplo si se trabaja en el Chocó a pleno sol”, anota Jéssica.

Ella es la única militar en su familia. Y aunque cuando optó por la carrera en el Ejército nunca imaginó que se dedicaría a desactivar minas, hoy se siente segura y orgullosa de esa misión. Además cree, sin restarle mérito a los hombres, que las mujeres pueden dar mejores resultados “Somos un poco más dedicadas, aunque este no es un trabajo contrareloj, las mujeres nos tomamos más tiempo porque lo hacemos con mayor minuciosidad y somos más atentas a todas las normas de seguridad. Las mujeres somos más cautelosas, tal vez más lentas en el proceso de asegurar pero lo hacemos con más seguridad”, concluye.

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@josemonsal

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