No me sorprende escucharle a Jessi Uribe que se sueña con volver a ver como presidente a Álvaro Uribe. Es que parece el típico fanático de Uribe, botas, camisas estrelladas, peluqueado de futbolista, si, es tan lobo como podría ser el clásico uribista. Es tan chabacano que, incluso, quería hacer un aeroconcierto en medio de la pandemia.
Me imagino que Jessi fue de los que votó No a la paz con las Farc, me imagino que su último libro pudo haber sidola cartilla de Nacho Lee. Ser uribista a veces es demostrar una falta de cultura y de humanidad absoluto. Para él los números que dejó su Seguridad Democrática, el episodio de falsos positivos, Agro Ingreso Seguro, las chuzadas del Das, para este tipo de personas no es más que pequeños detalles que no influyen mucho en el global. Uribe fue un gran presidente sólo porque daba en la cara marica, porque hablaba duro y tiró plomo venteado. Además, a los ricos, los protegió.
Ser uribista es revelar muchas veces su falta de cultura y humanidad. Ojo, no digo que todos los uribistas sean brutos, José Obdulio Gaviria es dueño de una inteligencia prodigiosa, un tipo que ha leído todo. Hablo es de la gente que se parece a Jessi, con sus espuelas, su lobería. Los que lo escuchan, con sus letras machistas, misóginas, son los que están de acuerdo con el expresidente y sus leyes conservadoras.
En este momento es tal la inoperancia de Iván Duque que hasta podría darle la razón al ramplón del Jessi: si, ahora sería hasta bueno que fuera Uribe, que fuera a alguien porque estamos solos, absolutamente solos con Duque. Pero él en esa entrevista de Semana no lo decía por ese lado, lo decía por el peor, por el del autoritarismo, por el viejo Uribe que ya ni siquiera existe. Hace poco vi una entrevista que le hicieron en Telecaribe y el ahora senador parecía un socialista: pedía que el gobierno subsidiara a las cientos de miles de familia que no pueden trabajar por estos días. Este Uribe creo que no le gusta a Jessi, Jessi extraña es el Uribe que hablaba duro, como un capataz.