Tengo un dejo de tristeza por la historia de maltrato de Álvaro Uribe con su hijo Jerónimo. No logro comprender cómo se distorsiona educar con violentar a un ser humano.
No cabe en mi cabeza cómo alguien que dice dar todo por su familia hace tal estropicio sobre la dignidad de quien ama. Pero, quizás, lo más disgustante es que muchos, incluido el hermano de la víctima, consideren el maltrato a un niño, a un joven, incluso a un adulto, como algo formativo.
La tragedia de nuestra sociedad, definitivamente, está enraizada como cizaña, de forma que se hace moral a lo inmoral.
En un país donde el gran colombiano es el que hace tomar a su hijo su propia emesis, ¿cómo esperar que seamos una sociedad cuidadora de la infancia?