Esta semana, los cristianos tanto católicos como evangélicos conmemoran el padecimiento de Jesús de Nazareth. Su juicio, condena y ejecución se enmarcaron en los intereses de un poder extranjero en Judea, el poder del Imperio Romano, y de un poder interno, el poder de los sacerdotes cuyo jefe era Caifás. Los intereses de los dos poderes coincidieron y condujeron a la pasión de quien se proclamaba mesías y anunciaba una moral nueva. Esta alusión a la conmemoración religiosa viene a propósito de la pasión que está viviendo el municipio de Jericó, en el sureste antioqueño, pasión que bien puede retomar algunas de las palabras del nazareno en la cruz.
Jericó es un bello municipio ubicado en las estribaciones de la cordillera occidental, que mira desde lo alto al imponente valle del río Cauca. La población es famosa por la calidad y belleza de los trabajos en cuero, en especial los carrieles o guarnieles que identifican la cultura del arriero paisa. También, es reconocida por su hermosa arquitectura colonial. Es cuna de personajes importantes como la Madre Laura, única colombiana santa de la Iglesia Católica; el escritor Manuel Mejía Vallejo, autor de obras como La Casa de las dos Palmas; Héctor Abad Gómez, médico, ensayista y político asesinado por paramilitares, y padre del escritor Héctor Abad Faciolince, y el maestro del periodismo Javier Darío Restrepo.
Además de todo lo anterior, Jericó es reconocido como uno de los pueblos que más énfasis ha puesto en la preservación ambiental, lo que le ha merecido la mención como “pueblo verde” de Colombia y del departamento. En efecto, el área rural del municipio presenta cuencas cuidadas que proporcionan agua permanente para los cultivos y el consumo humano. Y es justamente esta riqueza ambiental la que está amenazada por cuenta de la ambición avariciosa de dos poderes, uno extranjero y el otro nacional. El poder foráneo en este caso es la multinacional minera Anglo Gold. Sí, la misma que tiene sus garras sobre Cajamarca y otros territorios en el país. Todo por cuenta de la riqueza en oro del subsuelo jericoano, riqueza que despierta uno de los siete pecados capitales en los dueños de los grandes capitales internacionales.
El otro poder es nacional. Se trata de los políticos y funcionarios de los más altos niveles (presidentes incluidos), quienes desde finales del siglo pasado se han dedicado a ofrecer a precio de tendero quebrado las riquezas del subsuelo, en condiciones tan favorables para los extranjeros que deben reírse a mandíbula rota en sus oficinas y clubes del hemisferio norte. ¿Qué ganan los Caifases criollos? Es fácil adivinarlo: las jugosas comisiones que solo en algunos casos salen a la luz pública y que normalmente se pagan en cuentas ocultas en los paraísos fiscales, que para eso están hechos. Por eso, el bello municipio de Jericó puede hoy exclamar como el procesado de Judea: “Padre: perdónalos porque no saben lo que hacen!”
Aunque sí saben. Saben que para explotar el oro van a destrozar la capa vegetal de centenares de hectáreas que hoy están dedicadas al cultivo de los minifundios o a mantener las cuencas de las fuentes de agua. Ante esta situación, los campesinos de este bello, apacible y conservador pueblo, que no son ignorantes como pueden suponer desde su soberbia (otro pecado capital) los altos funcionarios del Estado y los inversionistas de la Anglo Gold, se están organizando para enfrentar esta amenaza. Los campesinos de Jericó esperan no tener que exclamarle al Gobierno “¿Por qué me has abandonado?”
Los efectos devastadores de la megaminería no son inferiores a los de la minería informal. Y la llamo informal porque la minería de los pequeños y pobre mineros es la que ha sido confinada a la ilegalidad, dejando la minería “legal” a merced de la codicia de las grandes empresas internacionales. Las terribles y frecuentes noticias de niños que mueren de desnutrición en la Guajira tienen una explicación: el desvío del río Ranchería por parte de la megaminería de El Cerrejón, que dejó sin agua para beber y para regar sus cultivos a la población wayú. Ojalá no tengamos que escuchar a Jericó clamarle al país: “¡Tengo Sed!”
Los intereses de las multinacionales mineras y de los funcionarios colombianos que se lucran inmoralmente de ellos son muy poderosos y ello se ha expresado por boca del ministro de Minas que más parece el vocero de tales empresas. Este funcionario ha dicho que la voz de los habitantes de Cajamarca no puede estar por encima de esos intereses, porque el resto de los colombianos no nos beneficiamos de las explotaciones megamineras. Alrededor de las áreas devastadas por la ambición solo reina pobreza, prostitución y una subcultura semejante a la del narcotráfico. Los colombianos debemos acompañar a los habitantes de Jericó para evitar que llegue el día en que ellos puedan decir, agonizantes: “¡Todo se ha consumado!”
Hago un llamado para que todas las personas que defienden el ambiente de la codicia del capital, sin diferencia de creencias religiosas, filiaciones políticas o aspiraciones personales, rodeen, respalden y promuevan la lucha de los campesinos de Jericó para que las cuencas de sus montañas sean respetadas y preservadas y para este municipio siga siendo el "grato nido de amores en que el alma feliz se recrea" que nos cuenta su himno.