Suspenso es una palabra inglesa. Treinta y tres meses después de que los británicos votaran el referendo para salir de la Unión Europea y jugando contra el reloj de los plazos para hacerlo, no hay nada claro. En un final intrincado, la primera ministra Theresa May ha contado tres derrotas en el Parlamento aún después de haber ofrecido el sacrificio de su retiro, si se aprobaba en una tercera votación el que sería su legado, su plan de una salida controlada del bloque europeo. Para ello tuvo que apelar a una argucia presentando solo la parte del Acuerdo de Retirada –“acuerdo de divorcio”, lo llaman los ingleses- porque el speaker (presidente) de la Cámara de los Comunes, John Bercow, había rechazado esa tercera votación por ser un texto idéntico, desempolvando una jurisprudencia de 1604, adoptada el mismo año de la victoria de los ingleses sobre la Armada Invencible de Felipe II. Cuatro siglos después, May fue derrotada por 58 votos, capitaneando en las aguas del brexit solo un navío con parte del Partido Conservador y escoltada por un bergantín al que no se subieron los diez diputados unionistas de Irlanda del Norte. Con sorna inglesa se parafraseó: May way, no way.
Jeremy Corbyn, al frente del Partido Laborista de la Muy Leal Oposición a Su Majestad pidió de inmediato elecciones generales, en otras palabras, la caída de Theresa May. La política inglesa, como señala un editorialista francés, hoy es el caos en un laberinto donde al final se encuentra el minotauro Brexit Duro, y en el que “Ariadna May” entró sin el hilo salvador.
Corbyn pide la dimisión de Theresa May, tras el fracaso en la tercera votación
Ella lo buscó. En Bruselas para moldear un plan que fuera aceptado por la Unión Europea y el Parlamento en Londres. Ha sobrellevado tres derrotas parlamentarias, -en la segunda somatizó una afonía-, una moción de censura, fue vapuleada al tener que ceder la agenda del brexit al Legislativo, donde las ocho famosas “votaciones indicativas” –no vinculantes- con propuestas diferentes a la suya solo recibieron: “No, no, no….”. Ahora, con la espada de Damocles de las elecciones generales se aferra a presentar nuevas propuestas a la UE o solicitar una prórroga tan amplia como que iría hasta finales de este año. De no hacerlo, el 12 de abril, “good bye UE”.
La salvaguarda irlandesa, el backstop – una palabra que los ingleses adoptaron en este lío, viene del crícket y pasó al béisbol como la malla que protege a los de atrás ante un fallo del catcher- sigue siendo el meollo de la cuestión: para evitar una frontera física entre Irlanda e Irlanda del Norte, el Reino Unido permanecería en la unión aduanera europea hasta que Londres y Bruselas lleguen a un tratado comercial, algo que es visto como una trampa para mantener al país dependiente de la UE. Pero May teme que tras 20 años de los acuerdos de paz del Viernes Santo, la región del Ulster vuelva a encender las alarmas.
La oposición tiene ahora un renovado protagonismo. Jeremy Corbyn la lidera desde septiembre del 2015 cuando a los 66 años y contra todo pronóstico causó una de las más grandes sorpresas políticas del Reino Unido. Ninguno de sus partidarios había querido presentarse, temiendo la derrota. La base del partido, y en especial los jóvenes, conectó con el candidato mechudo y sin ínfulas, lejos de Tony Blair con su libre mercado y Gordon Brown, más cerca de Bernie Sanders en Estados Unidos. Después, en las elecciones generales, logró una fenomenal disparada que le permitió recortar los 20 puntos que le llevaba Theresa May cuando ella decidió adelantar los comicios.
Jeremy Corbyn es un socialiasta que está más a la izquierda de Tony Blair
Para entonces tenía una fama bien ganada de ser el parlamentario más rebelde del laborismo, 32 años en el escaño de atrás peleando en la retaguardia por unas políticas más radicales para su partido.
Es un hombre de firmes convicciones, a tal punto que se separó de su segunda esposa, Claudia Brachitta, sobrina del cardiólogo de Allende, porque la jovencita chilena con quien tuvo tres hijos, quería que el mayor de ellos, Ben, fuera a un colegio privado. La primera fue Jane Chapman, una joven promesa socialista, concejala como él, a quien conoció a su regreso de Chile, con espesa barba y mucho pelo, habiendo dejado la universidad porque “no le gustan las materias” y acababa de hacerse sindicalista. La tercera es la abogada mexicana Laura Álvarez, 48 años, defensora de los derechos humanos y administradora de la compañía de café de precio justo, “Fairtrade Café Mam”.
A tres esposas socialistas y a una amante ídem, Diane Abott, las antecedieron unos padres activistas pacifistas, ella una profesora de matemáticas y él un ingeniero eléctrico que se conocieron en una manifestación en apoyo de los republicanos españoles durante la Guerra Civil.
El más pequeño de cuatro hermanos tuvo una dulce infancia en un pueblo campesino de Inglaterra. Habla español con fluidez lo cual no es de extrañar con dos esposas latinoamericanas, más raro es que no tenga auto, que solo se transporte en su querida bicicleta, que sea vegetariano y que gaste poco. Más aún, que no haya ido a la universidad y que en alguna entrevista haya dicho: “La gente más sabia que conoces está barriendo las calles". Menos de extrañar que haya proclamado su solidaridad con gobiernos socialistas de Cuba, Chile, Nicaragua y El Salvador, atacado el "imperialismo" de Estados Unidos, que liderara la Coalición Stop the War contra la intervención británica en Irak y que fuera clave en el movimiento antiausteridad.
Durante la campaña por el referendo sobre el brexit, Corbyn fue acusado de no defender con mucho entusiasmo la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea y de no importarle demasiado perder en el referendo, lo que sí le costó perder el voto de confianza. En la actual y crítica etapa del brexit se manifestó con una carta a May ofreciéndole el apoyo de los 262 diputados de su bancada si se comprometía con cinco condiciones legalmente vinculantes, entre las cuales, la adhesión a una unión aduanera. Esta es la clave para Corbyn, que ha estado hablando con conservadores moderados para en una especie de brexit suave mantener al Reino Unido dentro de esa unión aduanera, acatando gran parte de la normativa del mercado interno y la línea comunitaria laboral y social.
A pesar del compromiso laborista de respaldar un segundo referéndum, que cientos de miles de ingleses han pedido en las calles, no parece una opción posible en el Parlamento que ya rechazó la idea de incluir en la papeleta algunas de las alternativas discutidas. A la calle también salieron multitudes a apoyar el brexit tan pronto concluyó la tercera votación. El Legislativo ha hecho oídos sordos. El tiempo sigue corriendo, May con “las siete vidas del gato” sigue buscando el hilo para salir del laberinto. Quizá el hombre de la barba encuentre el camino.