La aprobación unánime por parte del Concejo del Plan de Desarrollo de Tunja para el próximo cuatrienio, no deja otra expresión que: ¡Qué jartera!
Y es que este no es más que el último capítulo de una cordialidad que raya en el aburrimiento entre los concejales y la administración municipal, y la cual augura (ojalá no sea así) un letargo que le caerá ‘divinamente’ al alcalde Pablo Cepeda, pero que pondrá a la ciudadanía a bostezar y a dudar de los propios cabildantes.
La falta de discrepancia es una herida muy grave a la democracia, y las verdades absolutas hacen daños irreparables a las sociedades que inevitablemente se construyen a partir del discernimiento y el debate, el cual parece no se está dando en la capital boyacense.
Sabemos de la capacidad de algunos de quienes hoy ocupan un escaño en el Concejo –de los otros la presumimos-, por eso es raro y triste tanto conformismo.
Cuánta falta hace en el Concejo un Pedro Pablo Salas que, aun cuando a veces molestaba por su ‘tonito’ y en muchas ocasiones erró en sus apreciaciones, nos recordaba que la política es el ejercicio de la discusión, por agria que esta sea, por encima de la mesa y de frente.
Ahora bien, puede que nos equivoquemos con respecto al Plan de Desarrollo, y que el mismo sea una genialidad de aquellas que se dan de vez en cuando, pero eso solo nos lo dirá el tiempo que, entre otras cosas, corre bastante rápido por estas épocas. Y dentro de un poco más de tres años nos dará la oportunidad de evaluar el camino que tomó el alcalde y a quienes lo aprobaron casi sin ‘chistar’.
@oscarayalarod