Como si fuera poco el conflicto que las élites antioqueñas tienen con su alcalde, ahora se enfrentan a un jaque serio. Las redes del poder económico antioqueño están desconcertadas ante el intento de toma que lanzaron los Gilinski para controlar Nutresa. Es una OPA que va más allá del usual objetivo de adquirir un buen negocio para volverlo mejor por las sinergias que se puedan lograr. En este caso es un esfuerzo que removió los andamiajes del GEA, rompe las redes de las élites antioqueñas y pone en jaque la continuidad del grupo como tal.
El mecanismo del enroque o del intercambio de acciones entre las cien empresas afiliadas, al GEA, que los defendió de tomas hostiles, se convirtió en la fórmula que le permitiría a Gilinski entrar al entramado empresarial con solo adquirir el 51 % de Nutresa. Por supuesto, se podría decir que hubo un descuido en la cabeza del GEA que no vio venir la operación. Pero es más probable que se durmieran en los laureles y que con el tiempo cayeran en el abuso de sus socios minoritarios que es la herida por la que penetra la OPA.
También es posible que los lideres del GEA no anticiparan una oferta de esas dimensiones, por la confianza del pequeño grupo que lo controla en sí mismos y que creían tener por parte de sus accionistas minoritarios. Pero los estrategas de la OPA detectaron -sin grandes esfuerzos por cierto- que el valor de la acción de Nutresa estaba por debajo de lo que realmente vale. De manera que ofrecer un valor cercano al real, teniendo los recursos de capital para sostener la oferta resultaba muy tentador para los minoritarios. ¿A cuenta de qué dejarían de realizar una gran utilidad que difícilmente se les volvería a presentar?
Ese factor tiene incómodos, divididos y perplejos a muchos accionistas del GEA. Confirmar que sus acciones no representaban el valor real de la empresa sino uno menor, y que esto de debe a una inexplicable subvaloración de los controladores, es decepcionante. Si Gilinski no hubiera aparecido y un minoritario necesitara vender sus acciones -un fondo de pensiones por ejemplo- el valor recolectado sería un 37% menor. Alguien se habría apropiado de esa riqueza sin que le perteneciera.
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Si Gilinski no hubiera aparecido y un minoritario necesitara vender sus acciones -un fondo de pensiones por ejemplo- el valor recolectado sería un 37 % menor
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La OPA puso al descubierto esa particular forma de los controladores de tratar a sus propios accionistas minoritarios, resquebrajando la confianza entre las partes y facilitando la venta a Gilinski. ¿Por qué los minoritarios dejarían de vender sus acciones con una prima del 37 % que nunca le van a pagar sus actuales controladores? Realizarían su inversión y compensarían la desvalorización a que los tuvieron sometidos durante años, con las consecuencias financieras de este hecho.
Ahora, para que los controladores del GEA se defiendan y hagan una contraoferta, deben subir el precio al menos en un 5 % de acuerdo con las normas. Así los minoritarios descontentos podrían esperar para obtener un mayor beneficio al que ofrece Gilinski. Esto les implicaría a los controladores actuales salir a buscar el socio estratégico que inyecte los recursos a cambio de acciones, como lo anunció Sura. En este caso perderían igual el control y la puerta de acceso al resto de las empresas clave del sindicato quedaría abierta para otro grupo, que es precisamente lo que quieren evitar al no venderle a los Gilinski.
También podrían endeudarse para hacer la contraoferta y en este caso se enfrentarían a otras dificultades. Tendrían que pagar la nueva y enorme deuda que superaría los USD 1500 millones, lo que supone una importante afectación en las cifras de gestión. Es algo así como si para salvarse del naufragio tuvieran que hundirse. Para evitar la compra hostil, se verían abocados a un largo período de vacas flacas.
Pero aún si lograran conseguir un socio o un crédito bancario en condiciones sostenibles, se enfrentarían a la realidad de la hiperliquidez del Royal Grupo de Abu Dhabi. La descomunal billetera de estos petroleros les permitiría hacer una contraoferta mayor sin que les signifique mayor costo ni riesgo. Los árabes, que ya han hecho muy buenos negocios con los Gilinski están de compras por el mundo y necesitan invertir. Pagar unos dolaritos de más que saben que en el futuro recuperarán, les interesa.
El triunfo de la llave Gilinski-Abu Dhabi tendría consecuencias para el resto de las empresas que consolidaron las élites antioqueñas: Argos, Sura, Celsia, Bancolombia, Protección -entre otras. Llegarían en poco tiempo nuevas caras a los sillones directivos y sería el fin del sistema del sistema de defensa empresarial que ideó Nicanor Restrepo, el enroque, inspirado en el keiretsu japonés del siglo pasado. Hasta aquí llegaría la etapa de modernización del Sindicato Antioqueño para darle paso a una nueva realidad que es la entrada de nuevos jugadores que arrasarían con la cómoda red del control que tejió un pequeño grupo que pensó más en sus ventajas que en favorecer a los accionistas que depositaron su confianza en ellos. El telón sigue arriba y el desenlace está por verse, el jaque está planteado.
Publicada originalmente el 28 de noviembre 2021