Después de la Segunda Guerra Mundial, la economía japonesa ha tenido un crecimiento sin precedentes. A pesar de contar con pocos recursos naturales y ser devastada por bombas y terremotos, la isla del pacífico ha sabido mantenerse como ejemplo de desarrollo y trabajo. Si bien es cierto que esta condición ha dejado grandes beneficios a la sociedad nipona, también se ha traducido en una carga laboral excesiva que con el tiempo ha aumentado los trastornos psicológicos y los casos de muerte prematura de muchos de los trabajadores.
Este descomunal ritmo de trabajo con jornadas laborales semanales de 60 horas durante estos días ha tenido un receso. La “Semana Dorada” desde hace más de un siglo se ha constituido en un feriado largo debido a celebraciones políticas y tradicionales, pero este año por cuenta del cambio de trono se ha extendido por más días de los habituales. El 29 de abril (Día del Showa) se conmemoró el nacimiento del emperador del Japón Hirohito, aquel hombre que reinó el Imperio Japonés desde 1926 hasta su muerte en 1989. El día siguiente fue la abdicación del emperador Akihito luego de 30 años en el poder. Para el primero de mayo fue la ascensión de Naruhito como nuevo apoderado del Trono del Crisantemo. Días después se celebraron el Día en Memoria de la Constitución (3 de mayo), el Día Verde o Midori no hi (4 de mayo) y el Día de los Niños (5 de mayo).
Si bien en la mayoría de países estas largas vacaciones son motivo de descanso, reencuentro y celebración, para muchos japoneses se han convertido en un martirio. Además del cese de actividades en los colegios, los hospitales, oficinas burocráticas, bancos y oficinas, el país con más de 127 millones de habitantes ha tenido una multitudinaria confluencia de personas en los parques de diversiones, aeropuertos, carreteras, centros comerciales, restaurantes y demás sitios de entretenimiento y descanso. Así mismo, ha sido la oportunidad para que muchos japoneses hagan viajes prolongados que, por los pocos festivos y periodos de vacaciones, no habían podido realizar.
La gran confluencia de viajeros y la subida de precios de estos servicios turísticos ha desmotivado a muchos citadinos japoneses a salir de sus casas. Estos a su vez han manifestado en los medios su preocupación por ese “exceso de tiempo libre” y la inconformidad por no poder pedir citas médicas, realizar diligencias burocráticas y acceder a los servicios bancarios. Del mismo modo, los empleados que ganan su sustento por horas han visto mermados sus ingresos luego de estas vacaciones. Pero aún peor ha resultado el panorama para aquellos trabajadores en el sector de servicios y entretenimiento. Según ellos, estos días han sido fatales por el incremento del trabajo y por la falta de cuidado de sus hijos por el cierre de guarderías y colegios.
Estos factores sustentan la encuesta del diario Asahi, según la cual el 45% de los japoneses está descontento por la “Semana Dorada”. Física y mentalmente después de tener un ritmo laboral tan acelerado durante tantos años, un abrupto cambio para gran parte de los adictos al trabajo en el país nipón ha resultado ser catastrófico. Según el Ministerio del Trabajo, de un promedio de 18 días de vacaciones otorgados a los empleados, estos solo tomaron 9 de ellos. Resulta más preocupante mirar el número de muertes por “Karoshi” —exceso de carga laboral en español— que para el 2015 sumaron 2.310 víctimas. Estas cifras resultan ser irrisorias al lado de otras estimaciones como la realizada por el Consejo Nacional en Defensa de las Víctimas de Karoshi, la cual calcula más de 10.000 muertes directas e indirectas (accidentes de tránsito por agotamiento, estrés o agudización de enfermedades) por cuenta de este síndrome.
Resulta contradictorio que mientras una parte del mundo espera impacientemente cada festivo, al otro extremo estas fechas sean problemáticas y repudiadas. Esas prácticas nocivas de trabajo además de generar hechos como el de la “Semana Dorada”, están fomentando en varios países más muertes silenciosas que en un futuro cercano pueden dejar más víctimas fatales. Si bien el trabajo resulta ser el sustento fundamental para el impulso económico de un país, la sobrecarga laboral no debe ser el precio que deben pagar millones de trabajadores para lograr estas metas.