Este partido lo necesitaba el Madrid, lo necesitaban los hinchas, lo necesitaba James, pero sobre todo lo necesitaba Benítez, a quien lo cercan la desconfianza, su fama defensiva, su manía por la planificación al milímetro, por un libreto ortodoxo, impensable, cuando tiene 11 talentos que solo se fían de la magia propia.
Pueden decir que el Betis llegó desarmado, que apenas se habitúa a su regreso a primera, que es un equipo en formación, que tiene jóvenes talentos pero biches, que su máxima estrella ronda los 34 años y que le sobra voluntad, pero no basta, porque atrás anda desmigajado.
Todo cierto. Pero así es el planeta fútbol, un mundo injusto, aunque a veces se crezcan los enanos para ponerle el picante a la sazón. Pero no sucedió acá. Al frente estaba un David sin honda, soñando que quizás los planetas podían alinearse y la suerte decir presente, un milagro que solo traen los libretos de Hollywood, lejanos de la terca realidad, donde Goliath todo lo puede.
Es lo que se llama entrenamiento, ideal para desperezarse, estirar los músculos, ponerle fin a las vacaciones y comenzar a soñar en los duelos grandes, en el sexteto, en el desquite por las copas que se fueron y nada mejor que un cordero para recobrar la memoria y poner de nuevo a soñar a los hinchas que al final son los que pagan las cuentas.
La goleada superó las expectativas. Cinco goles de puro espectáculo. Un goleador galés que anda perdido, que costó un dineral y que Benítez y Florentino quieren recuperar, porque 100 millones de euros no se gastan en humo, por fin se estrenó ante su gente que por mayoría quiere sentarlo en la banca. Un cabezazo (gracias, James) y un misil a taco de Casemiro le regresaron los aplausos.
Y si los madridistas querían volver a creer que su club es es el mejor del universo, tuvieron su mago, James, el genio con cara de niño que no se cansa de sacar conejos de su zurda. Un pase a Bale, un tiro libre que se metió como un maleficio en el arco donde tiritaba el visitante y una chilena que se inventó para las gradas, con posdata de entrega inmediata a Benítez para espantar las cucarachas sobre su titularidad, fueron el acto central.
Y claro, Benzemá estaba invitado a la fiesta e hizo lo suyo, con la suerte del goleador, estar en el lugar preciso, en el momento preciso. Un instante para avisar que sin él la BBC es un mentira, porque su técnica no se copia, no se alquila, no se vende, sólo se goza.
Keylor, el perseguido por la inquisición, también brilló. A Florentino no lo convence porque según su bolsillo chilla en el Madrid. No tiene la pinta que barniza los comerciales, no vende camisetas, no encanta en los cocteles ni figura en las casas de apuestas, pero muy a su pesar juega y mucho, tanto que hoy el Bernabéu coreó su nombre porque todos saben que con él las dudas se acabaron. Benítez tiene el cerrojo que quería, aunque el marketing se resista.
Faltó Cristiano porque el suspenso hace falta. Daba grima verlo. Negado para el gol, sudoroso, desesperado, tirando al arco como amante engañado, viendo a todo el mundo festejar, como lo hizo el otro, el Messi de los mil demonios, que le ganó el examen en la temporada pasada. Otra vez será.
Pobre Betis, como todos los pequeños, carne fresca para los depredadores.
