Seguramente quienes leen esto, al igual que yo, se han emocionado en algún momento con las actuaciones épicas de 3 colombianos que, año tras año, dejan el nombre de nuestro país en alto. Se convirtió en una constante para ellos, hacer sonar las notas de nuestro himno nacional en lugares lejanos a nuestro suelo; mientras los demás, desde cualquier lugar del mundo, sentimos cómo nuestro espíritu se llena de orgullo. Pero, queridos amigos y enemigos míos, ellos no van a cambiar el rumbo de nuestra amada patria, esa labor es del ciudadano de a pie. Esa tarea es suya y mía.
No hay dudas de que ellos, con su ejemplo, son fundamentales para llenar de sueños y metas a millones de niños y adolescentes colombianos, sin embargo su trabajo termina ahí. Una gran población de menores, por supuesto, debe tener como modelo de vida a alguno de los 3 guerreros que están más allá del bien y del mal en el pensamiento colectivo de Colombia. Lo que realmente es muy importante para una sociedad a la que los medios, de forma irresponsable, le quieren inculcar valores de un sujeto como Pablo Escobar.
Aunque ellos, para nosotros, son la versión más cercana de lo que es Hércules para la mitología griega, no podemos seguir sentados viendo sus triunfos y dejando que nuestro país, como hasta ahora, siga sumergido en una crisis social que parece no tener fin. Con esto no quiero decir que "debemos" dejar de seguir sus carreras deportivas. Sin embargo sí es necesario que empecemos a darle la misma importancia que le brindamos a sus actuaciones atléticas, a temas vitales para nuestro desarrollo como nación.
Por ejemplo, el tremendo gol de Rodríguez contra Uruguay en el pasado mundial de fútbol, me sacó lágrimas. Debo reconocer que ese día me sentí más orgulloso que nunca de portar una remera que simboliza el lugar donde nací. Pero ese gol no logró que fuésemos una nación donde no hay niños que mueren por desnutrición. Esa perla que llevó a la inmortalidad deportiva al 10 del Real Madrid, no consiguió que los índices de corrupción del estado colombiano bajaran. De hecho, tras pensarlo con cabeza fría, ese crack cucuteño pertenece al grupo de compatriotas que más me hacen pensar que Colombia no va a cambiar nunca. Dudo que James haya ido a sufragar el 15 de junio de este año, para elegir a nuestro presidente de la república. Ojalá yo esté equivocado y, el goleador del mundial, sí haya cumplido con su derecho y deber de votar. Nairo con su triunfo en el Giro de Italia, no nos dio educación pública, gratuita y de calidad a todos los colombianos. Mariana con su oro en Londres, no pudo mejorar el nefasto sistema de salud que tenemos actualmente en Colombia. En definitiva, no cambiaron el rumbo del país.
No piensen que esto es un discurso pesimista. El país sí puede cambiar. Colombia va a obtener la transformación que necesita, cuando nuestras prioridades estén debidamente enfocadas. Sería magnífico que siguiéramos, con tanta atención, el destino de las regalías del petróleo que sale de las entrañas del departamento del Casanare. Sueño con el día en el que todos, hayamos o no votado por él, le exijamos a un alcalde que cumpla con su plan de gobierno. No me parece estúpido pensar que, el otro año, cuando vayamos a elegir gobernadores, diputados, alcaldes y concejales en toda la geografía nacional, tengamos un 0% de abstinencia electoral. Si eso pasa, en las próximas elecciones, les juro que voy a llorar más de un mes seguido como producto de la emoción.
La conclusión es obvia: el país está en nuestras manos. Solamente nosotros podemos darle el más grande golpe a la historia nacional. Únicamente con nuestras acciones vamos a conseguir ser el mejor país del planeta. Es el momento de dejar la pereza, el conformismo, la apatía, la mediocridad y la ignorancia, y empezar a ser el paraíso que debemos ser.
@andresolarte
#DESPIERTACOLOMBIA.