Anoche estaba viendo una mesa de análisis de ESPN. F90, creo que se llama. Ponían de discusión la bandera blanca que desde Twich sacó James Rodríguez. Después de dos meses de interminables metidas de pata el 10 pidió disculpas y aceptó que lo más importante es que la selección vaya al mundial de Catar. Entonces, personalidades tan respetables como Oscar Córdoba, Nicolás Samper y hasta el mismo Valenciano opinaban que era un pedido del grupo no llamar al del Everton. Entonces Luis Arturo Henao, con quien nunca estoy de acuerdo, reviró. Se sentó en una verdad indiscutible, James no había cometido otro crimen que el del sincericidio. La incontinencia que genera esa tribuna que son las redes sociales es una tentación que pocos pueden resistir. Pero habría que ver como Luis Arturo, mejor conocido como El coleccionista, trataba de recordar que la pataleta en Twich de James no era nada comparado con las borracheras y las orgías del Tino, con la indisciplina real del propio Iván René, con los desafueros de Higuita. Sus compañeros se cebaron contra él. Fue muy entretenido y, además, marcaban una tendencia.
James es creído, disperso, a veces insoportable, un mal que sufren muchas estrellas. Consentidos siempre ha habido y Pekerman lo sabía mimar. Había un jugador del Palmeiras, el recordado Paolo Nunes. Hace poco el Tino Asprilla contó que el hombre era el consentido de Luis Felipe Scolari y que, mientras estuvo en el verdao, nunca iba a entrenar. A lo sumo iba a la sede deportiva a que le hicieran un par de masajes y ya. Ante los murmullos que generaban sus privilegios, Luis Felipe Scolari reunía a sus futbolistas y les decía “Paolo Nunes es hijo mío, y él acá va a ser lo que le de la gana y al que no le guste se puede ir” Nunes, cada domingo, metía dos goles. Hay jugadores que necesitan amor y James es uno de ellos.
Y a entrenadores como Reinaldo que no tienen tiempo para preocuparse por el ego de las estrellas. Por eso hizo lo correcto en el sentido de ser coherente con lo que piensa, con la manera como encara una profesión de egos como es del fútbol. Y lo sacó. Y James la embarró con esa adicción a los videojuegos y se retractó, se retracta porque tiene que pensar en su futuro, porque está a cuatro días de quedarse sin la posibilidad de jugar esta temporada y porque quedarse al margen del mundial sería un golpe fulminante a su carrera.
James ha cometido errores pero no son superiores a la alegría que nos ha dado. El gol a Uruguay, narrado por Tato Sanín, es tan hermoso como el mejor de nuestros poemas, ser goleador de un mundial es una hazaña que pasarán doscientos años para que un colombiano la vuelva a igualar. Al igual que su fulgurante primera temporada en el Madrid. Ahora ya todo eso pasó como lágrimas en la lluvia y en el país del exitismo nos comemos a nuestros ídolos cuando medio falla, como si fuéramos tan buenos, como si fuéramos perfectos.