El fútbol colombiano no tiene clubes, más bien parecen ripios. Nacional es lo más representativo y Junior parece que no querer ser el papá de nadie. ¿Qué diría Édgar Perea de su querido equipo? Santafé ahí va, así como el Cali, América de Cali, Millonarios, Once Caldas.
El Real Madrid de James Rodríguez y el Bacelona de Lionel Messi son unas verdaderas empresas dedicadas a la producción y sumistro del espectáculo del fútbol. Y lo hacen de una forma tan eficaz y eficiente, que sus hinchas se cuentan por millares en las cuatro esquinas del mundo. Esos sí son clubes, esos sí son hinchas. En lo que respecta a Falcao, nadie ha podido entender qué fue a buscar al Mónaco.
Los hinchas deberían exigirle a sus equipos mejores resultados y entrenamiento de calidad; en lugar de hacerse matar con los hinchas de otros equipos. La culpa de que el equipo pierda no la tiene el equipo rival ni sus seguidores. El hincha debe y tiene que hacerles críticas a sus equipos, exigir un espacio de participación. Tener voz, incluso voto.
El aficionado debe evolucionar. Dejar de comportarse como un troglodita, cavernario o bárbaro urbanizado, y pasar a hacer propuestas y proyecto de club con ideas innovadoras. Ser hincha ya no es solo cuestión hormonal, sino también neuronal. Hay que ponerle cerebro al fútbol, aunque se siga jugando con los pies.
El nombre debe repensarse: Ya no más balompié, sino neurobalompié o neurofútbol. Un juego bonito, precioso e inteligente, que no por eso deje de ser divertido y de masas.
Los grandes clubes de fútbol no tienen técnicos, sino gerentes de la marca del equipo. Miren a Mourinho y aprendan. El Barça no vende balones, ni camisetas. Vende entretenimiento. ¿Por qué el Medellín no hace algo mejor, por poner por caso?
La invitación ha sido lanzada.
