Jair Bolsonaro: misógino, racista, homofóbico, y primero

Jair Bolsonaro: misógino, racista, homofóbico, y primero

El líder de ultraderecha, estrella de las redes sociales, se presenta como el superhéroe que salvará a Brasil del comunismo y la corrupción. Podría ser presidente

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septiembre 18, 2018
Jair Bolsonaro: misógino, racista, homofóbico, y primero

Eran las tres en punto de la tarde.  El 6 de septiembre, en Juiz de Fora, Minas Gerais, en lo profundo del sudeste brasileño, una multitud variopinta y fanática coreaba “¡Mito, Mito, Mito!” llevando en hombros al candidato que, en las fotos, parecía flotar en el aire. Jair Bolsonaro, el de ultraderecha, el de las frases provocadoras y altisonantes capaces de hacer palidecer las de Donald Trump, el exmilitar que dice plantarse ante la corrupción de la élite política recibiría minutos después, en su vientre, la herida propinada por el cuchillo de cocina de un desquiciado de 40 años. Era segundo en las encuestas presidenciales.

Se revivieron entonces los temores sobre la joven democracia de Brasil, se revivió el otro atentado, el que en 1930 le costó la vida al candidato a la vicepresidencia João Pessoa, poco antes del golpe que puso en la presidencia por 15 años a Getúlio Vargas. Se vivieron entonces los confusos momentos para salvar la vida de Bolsonaro, con éxito, mientras por fuera del país y en medio de la consternación que suscitó el hecho muchos se preguntaron ¿quién es Jair Bolsonaro?

Pregunta pertinente cuando el candidato del PSL (Partido Socialista Libre) lideraba las encuestas, su intención de voto había subido al 26 % según la medición de Datafolha y el gran favorito, Luiz Inacio Lula da Silva desde la cárcel -acusado de corrupción- acababa de renunciar a su aspiración presidencial tras la decisión de la justicia electoral y ha designado su reemplazo. Sobre el tapete está la posibilidad de que Jair Messías Bolsonario pueda ser presidente de Brasil.

La respuesta sobre quién es este outsider de la política, empieza invariablemente por la mediática colección de frases listas para ser titular. Homofóbicas, como “sería incapaz de amar a un hijo gay, prefiero que muera en un accidente”, misóginas “a ti no te violaría porque no lo mereces” —a Maria do Rosario,  su colega parlamentaria, que le costó una condena y una indemnización— , “las mujeres deben ganar menos porque quedan embarazadas”;  racistas “ los negros no sirven ni para procrear”, o estas “un policía que no mata no es policía”, "estoy a favor de la tortura " , "el error de la dictadura fue torturar y no matar”. Por eso no es de extrañar que, guardadas proporciones, The Economist, Bloomberg y El País lo hayan apodado el Donald Trump brasileño, por su discurso extremista y sus posiciones políticamente incorrectas. Aunque no sea multimillonario, ni esté respaldado por un partido fuerte.

De hecho, Bolsonaro militó en ocho partidos antes de llegar al Partido Social Cristiano (PSC), del pastor evangélico Feliciano, también conocido por su homofobia, y matricularse finalmente en el PSL (Partido Social Libre) desde marzo de este año. Pero eso no parece importar en el caso de este provocador de ultraderecha que fue el diputado más votado de las elecciones de 2014.

 

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Bolsonaro no pudo hacer campaña en plaza pública para la primera vuelta. Foto: Twitter/Flavio Bolsonaro

 

Para llegar allí, el hijo del dentista ambulante de Campinas (estado de Sao Paulo), el marido de Michelle, el padre de Eduardo, Flavio, Carlos, Renán y Laura, recorrió un largo periplo que empezó alistándose en el Ejército como paracaidista cuando estaba próxima a finalizar la dictadura militar de 21 años. En 1986 su oscura carrera vio la luz. Nadie podría pensar que la carta enviada a la revista Veja quejándose de los sueldos de los militares de baja graduación le abriera por 15 días las puertas de la cárcel y por el resto de su vida las de la política. En poco tiempo, llegó a ser concejal de Rio de Janeiro y congresista en 1991.

Durante dos décadas y siete elecciones ganadas como diputado en Brasilia el exmilitar fue simplemente, uno más. Pero la llegada de Dilma Rousseff a la Presidencia en 2010 fue la epifanía: despertó al personaje Bolsonaro. Se convirtió, entonces, en el feroz agresor contra " los ataques comunistas del PT" y la "tortillera", como llamó en más de una ocasión a la sucesora de Lula. Sus diatribas engarzadas en frases tan virulentamente impactantes y acciones como aquella del año pasado dedicando su voto en el impeachment de Dilma al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, brutal torturador de la dictadura en la que ella, guerrillera en su juventud, fue torturada en la cárcel, armaron un grupo enorme y fanático contra el “establecimiento”.

A Mito, como lo llaman seguidores, lo acompañan incondicionalmente y con ahínco en un país aburrido de la corrupción de sus políticos. La operación Lava Jato, como antes Mensalao, son la cara indignante de ese mal, huecos negros donde se cuentan millones de dólares en sobornos que han ido a parar a cientos de bolsillos provocando un tsunami en los partidos y en sus líderes. En la cárcel decenas de funcionarios, las investigaciones son el pan de cada día, por eso el apoyo al exmilitar no resulta sorprendente para muchos analistas.

Como en el caso de Donald Trump, la campaña de Mito se ha apoyado en las redes sociales donde es una estrella. Tiene cinco millones de seguidores en Facebook, dos millones y medio en Youtube, más de setecientos mil en Twitter y otros tantos en Instagram.  Con el 60% de su electorado menor de 40 años, algunos lo identifican con lo que ha dado en llamarse la “nueva derecha pop”, que tiene una cara rebelde, más joven, lejos de mainstream político. Sin duda, es el candidato más popular del mundo virtual donde pululan videos y memes mostrándolo como el superhéroe que salvará a Brasil del comunismo, la corrupción. Y la inseguridad, porque su pasado militar lo hace ver como un duro capaz de llevar a los criminales a la cárcel.

Desde el hospital Albert Einstein donde difícilmente se recuperó del atentado de Adelio Bispo de Oliveira, y en medio de sospechas de si su agresor actuó solo o si hay más personas detrás, Bolsonaro, acompañado por sus hijos, generales, policías, pastores y su fórmula vicepresidencial el general Hamilton Mourao, dispuesto a relevarlo en cualquier momento, se movió en las redes digitales mientras un enjambre de tubos colgaba en su cama de enfermo. Tuvo que ser operado por segunda vez y yal como dijo su hijo Flavio, no pudo hacer campaña para la primera vuelta del 7 de octubre porque “es prácticamente imposible, no puede ir a la calle con la barriga abierta".

A través de las redes, sus aliadas, Bolsonaro impulsó a sus seguidores para enfrentarse a los 13 candidatos que terminaron en la contienda. Entre ellos, a Fernando Haddad, exalcalde de Sao Paulo, quien nunca fue la primera opción de Lula para sustituirlo, porque en el Partido de los Trabajadores era visto como demasiado ambicioso, vanidoso, terco, más afín al mundo académico que a las bases, y por eso las preferencias del máximo líder estaban al lado de su amigo de toda la vida, el exgobernador de Bahía, Jacques Wagner. Pero él declinó aduciendo que era el momento de la renovación del PT. Y Haddad tomó las banderas.

 

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Fernando Haddad "el que dijo Lula", rival de Bolsonaro en segunda vuelta

Haddad tuvo un repunte muy notorio  y llegó a marcar 22% en los últimos sondeos, subiendo del 9% de antes de ser “el que diga Lula”.  Pero Bolsonaro siempre estuvo adelante en las encuestas y en la última semana logró un impulso brutal antes de que se se abrieran las urnas de la primera vuelta,. El 7 de octubre, fue el gran batatazo:  46,0 versus 29,3 de Haddad, al filo de evitar la segunda elección.. Así se llega a ella para el 28 de octubre, cuando a las cinco en punto de la tarde, quizá se tenga más certeza sobre cuál será del futuro del “país mais grande do mundo”.

 

Actualizado 7 de octubre 2018

 

 

 

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