Jaime Ucrós, el huilense que cofundó el MRL

Jaime Ucrós, el huilense que cofundó el MRL

Este hombre probablemente fue el político más polémico del Huila en el siglo XX. Un siglo después de su nacimiento, lo recordamos

Por: Andrés Óliver Ucrós y Licht
diciembre 04, 2018
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Jaime Ucrós, el huilense que cofundó el MRL

El 1 de diciembre de 2018 se cumplió un siglo del nacimiento de Jaime Ucrós García, cofundador del MRL (Movimiento Revolucionario Liberal) junto a Alfonso López Michelsen. Ucrós fue probablemente el político más polémico del Huila en el siglo XX por sus cáusticas intervenciones junto a su pariente no tan lejano, José Eustasio Rivera Salas, quien denunció la situación de los caucheros en su obra La Vorágine, clásico de la literatura latinoamericana.

Rivera preparaba, según Félix Ramiro Losada, una novela denominada La Mancha Negra sobre la extracción petrolera, a punto de llegar al cine poco antes de morir (otros dicen que era La Vorágine, de las que puede haber una copia en Universal Studios que rechazó el proyecto). Cabe decir que este 1 de diciembre también se cumplieron 90 años del deceso de Rivera, acaecido en extrañas circunstancias.

- 23 de noviembre de 1928

José Eustasio Rivera cae enfermo después de despedir en el aeropuerto al piloto Méndez Rey que viajaba a Colombia.

- 27 de noviembre de 1928

Rivera fue llevado al New York Policlinic Hospital con convulsiones y síntomas de hemiplejia.

- 1 de diciembre de 1928

José Eustasio Rivera fallece a las 12:50 a.m., aparentemente de malaria cerebral o envenenado. 10 años antes nacía en Neiva Jaime Ucrós García.

***

Por su parte, Ucrós fue representante a la Cámara, senador, gobernador del Huila, embajador en Panamá, vocero de Colombia ante las Naciones Unidas, gestor de la Fundación Julita Barrós de Ucrós y la clínica La Madre y el Niño, naciendo en Neiva 10 años antes del fallecimiento de Rivera, el 1 de diciembre de 1918 y acaeciendo su deceso en Bogotá el 17 de abril de 1991. Se casó en Lima con Julia Barrós Conti, hija del exministro peruano César Barrós, nacida el 11 de enero de 1919 y fallecida el 25 de mayo de 2009.

Rescatamos para la memoria de quienes le conocieron y gozaron de su humor, este que fue uno de los últimos textos escritos sobre Ucrós por Alfonso López Michelsen:

Hay amigos de infancia con quienes no hubo presentación de ninguna clase en el curso de la vida, sino que crecimos juntos por nexos de amistad entre las familias. De tal naturaleza fue mi amistad con Jaime Ucrós García, que careció de un punto de partida preciso. Su madre, Clotilde García de Ucrós, formaba de tiempo inmemorial parte de la administración de Bogotá cuando la capital era todavía un municipio como los otros. Estaba encargada de un vivero en el norte de la ciudad, en donde se cultivaban plantas para ser distribuidas gratuitamente entre los vecinos del norte de la ciudad, con el propósito de arborizarla. Mi padre se contaba entre quienes ponían una fe ciega en este propósito de dotar de parques naturales a los barrios del norte aristocrático. Tenía un pedazo de tierra en lo que hoy se conoce como Santa María del Lago y el Minuto de Dios y allí se propuso plantar toda clase de especies vegetales que le suministraba Clotilde. Llegábamos muy de mañana y ella ya tenía listos con sus empaques los álamos, los sauces, los eucaliptus, las acacias, destinados a darle sombra a las futuras avenidas de una urbanización que en el curso de 20 o 30 años incorporaría a la ciudad capital la finca de “Santa Maria” de Engativá.

Los dos, Clotilde y mi papá, charlaban unos minutos de política, mientras merodeaba su progenie en medio de los jardines. Allí estaba Jaime Ucrós y allí llegábamos mis hermanos y yo de escoltas de mi padre. Naturalmente todo esto se remontaba a muchos lustros atrás. Cuéllares, Ucroses, Garcías, Gaitanes, Duranes, se identificaban con el Huila y con Neiva desde los primeros años de nuestra vida independiente. Eran gentes que bajaban por el río hasta Girardot, cuando todavía existía la navegación y era la manera más expedita de llegar a Bogotá. Abrazaban unos y otros la carrera médica, y al establecerse en Bogotá, eran incontables los vínculos familiares, profesionales y políticos que los iban uniendo a la sociedad bogotana. De esa estirpe fue la familia de Jaime Ucrós. Todo un personaje con una hermosa leyenda de amistad, de lealtad y de carácter.

Entre los militantes del MRL, que fueron muchos y muy valiosos, Jaime fue el más próximo a mis afectos. Era más que un seguidor o un discípulo, porque yo sentía claramente que no era únicamente la política la que había cruzado nuestros caminos sino toda una tradición familiar. Fue el caudillo por excelencia en el Huila, la cuna del Movimiento Revolucionario Liberal, y esta condición que toda la militancia le reconocía, no era el fruto del autoritarismo ni de un don de mando excepcional que se hiciera sentir sobre los compañeros. Era la consagración a la causa, la firmeza de sus convicciones y el desprendimiento con que procedía en todas las circunstancias. Un rasgo que lo singularizaba en las giras por el Huila era la discreción en el uso de la palabra, a tiempo que los conductores en otros lugares del país aprovechaban estos actos colectivos para destacarse, Jaime se proponía garantizar el éxito de las reuniones, organizándolas hasta en sus más mínimos detalles y procuraba que su discurso de presentación del jefe ante las multitudes fuera el más breve: dos o tres minutos convencionales para dar la bienvenida y nada de resaltar méritos propios ni de lanzar candidaturas, mucho menos hacer programas de gobierno. Años más tarde, cuando se desempeñó como gobernador, fue factor decisivo en la construcción de la represa de Betania, que había sido la obsesión del presidente Pastrana y que Ucrós promovió decisivamente.

Siempre me llamó la atención que algunos, en forma cariñosa, lo llamaran “el loco Ucrós”. No tenía nada de loco sino de apasionado por las causas en que se veía comprometido. Dotado de un verbo fácil, que ya le había abierto una carrera de penalista cuando se comprometió en la brega política, desbordaba de entusiasmo y de pasión, describiendo sus propósitos. Fue un idealista tallado en la misma madera de los próceres, luchadores de imposibles. Nada para él era inalcanzable, a pesar de haber tenido una vida muy difícil desde la infancia. Nada quedaba ya del patrimonio familiar cuando le correspondió abrirse camino en un medio en donde contaba con enemigos tan caracterizados como los viejos dueños de la política del Huila, empezando por Alberto Galindo, que lo miraba como su rival en potencia; pero, para su fortuna, Jaime contaba por igual con un gran apoyo popular y la simpatía de la clase alta de la cual había formado parte prominente. No se le odiaba, pero sí se le envidiaba. Había contraído matrimonio con una bella y distinguida dama peruana, Julia Barrios, y formado un bello hogar al cual, dentro de sus limitaciones, le brindó las oportunidades de destacarse en la vida. Una gran pena en el declinar de su carrera fue la trágica muerte de su hijo, ingeniero de Paz del Río, muerto en un accidente de automóvil en inmediaciones de Chía, cuando regresaba a Bogotá de Belencito. Sus amigos me pidieron que le diera la infausta nueva que recibió con estoicismo, pero que lo marcó por el resto de sus días.

Se fue alejando de la bohemia y ya no lo oíamos cantar con el mismo garbo de su adolescencia y de su juventud. Lo evoco en la Clínica Santa Fe, ante la inminencia de su muerte. Jaime, que había sido tan valiente, tan arrojado en la brega partidaria desde las épocas de la violencia, me recibió con lágrimas en los ojos, admitiendo que se estaba acercando a su final y encomendándome a sus hijos. Era un espectáculo desgarrador ver cómo, en medio del dolor de los suyos, se desprendía de la vida quien la había disfrutado en sumo grado y le había extraído sus mejores jugos.

Al evocar sus condiciones de conductor, viene a mi memoria uno de sus tenientes, cadenero en la carretera que se proyectaba de Algeciras hacia el Caquetá. Se llamaba Manuel Marulanda. ¡El mismo “Tirofijo” que hoy tiene en jaque a media Colombia!

El próximo año se cumplen 50 años del deceso de su madre, la más importante feminista colombiana. Clotilde García Borrero fue la luchadora para la creación de la ley 28 de 1932, como de la legislación que le permitió a la mujer colombiana acceder a la educación (decreto 1972 de 1933; y leyes 1874 y 227 de 1932 y 1933), nacida en Gigante, Huila el 30 de noviembre de 1887, y fallecida en Engativá, Cundinamarca el 11 de mayo de 1969, en cuyo cementerio reposan sus restos perdidos.

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