Jaime Pineda, el arquitecto que nació cuando borraron a Pato del mapa

Jaime Pineda, el arquitecto que nació cuando borraron a Pato del mapa

Hace 60 años una cuadrilla de obreros concluía los trabajos de destrucción y arrasamiento del municipio, tarea ordenada por la empresa minera de entonces

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
mayo 19, 2022
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Jaime Pineda, el arquitecto que nació cuando borraron a Pato del mapa
Foto: Cortesía

Hace setenta años, el domingo 18 de mayode 1952, una cuadrilla de obreros concluía los trabajos de destrucción y arrasamiento general de la población de Pato, tarea ordenada por las directivas de la empresa minera de entonces para que no dejaran piedra sobre piedra lo que para entonces era esta comunidad cerca de las riberas del río Nechí, cuyos campamentos fueron trasladados a un sitio que años más tarde se conocería como El Bagre.

La historia dice que los operarios hicieron una pausa en sus labores antes de entrar a demoler lo que quedaba en pie del hospital porque en una de sus salas, la de maternidad, estaban dos mujeres en trabajo de parto, razón por la cual debieron esperar a que dieran a luz y luego proseguir con el mandato que se llevó los cimientos de aquel caserío que fue la primera sede de la que hoy se identifica como la empresa Mineros Aluvial S.A.S. BIC Colombia.

Una de estas mujeres era la señora Mariela Cardona Ruiz, educadora con raíces en Amalfi y Segovia, quien parió a su cuarto hijo que sería bautizado con el nombre de Jaime, para formar parte de la familia conformada por Nubiela, Rocío y Javier. El padre respondía al nombre de Marco Antonio Pineda Tangarife, nacido en Buriticá, Antioquia, vinculado a la empresa con funciones en la planta eléctrica de Charcón, muy cerca al lugar de su vivienda. Esa criatura años después se haría arquitecto y luego pasaría las verdes y las maduras, pero de Pato no se volvió a saber nada más, solo historias.

Además de ser el operador electricista de la planta de Charcón y de Providencia, el señor Marco Antonio se la jugaba como peluquero en el club Bellavista, nos cuenta hoy con la serenidad que dan los años su hijo, quien recuerda que en El Bagre fueron vecinos en el sector de Cinco familias con numerosas personas provenientes en su mayoría de regiones como Sincé y Caimito, que cada vez que nacía un bebé preferían decir que llegaba un subsidio. Entre tanto, subraya, su señora madre, doña Mariela, llegó a Pato en compañía de Rosalía Mira Ruíz y allá conoció a quien con el paso de los años sería el padre de sus numerosos hijos, trece en total.

Por la sencilla razón de que no tenía ni idea de lo qué era un número ni el valor de las letras, el profesor Pedro Juan Gómez lo hizo repetir el primero de primaria aun cuando su nombre estaba registrado en la lista de los estudiantes del grado segundo en la escuela de Pueblo Nuevo.

Cumplido con este ciclo académico, viajó a estudiar al seminario de Santa Rosa de Osos de donde fue retirado a los tres meses de su estadía por decisión del padre Flavio Calle Zapata, quien además de dictar clases, compartía con los alumnos su afición al fútbol.

Entonces fue cuando arrancó para Segovia y se matriculó en el colegio Liborio Bataller en donde alcanzó a cursar los dos primeros años del bachillerato porque este grado lo recibió como egresado de la tercera promoción del liceo Santo Cristo de Zaragoza.

La suerte parecía estar de su lado porque no de otra manera se explica la forma cómo, sin el respectivo cartón que lo acreditara como bachiller fuera admitido como estudiante de arquitectura en la rigurosa Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, al igual que hicieron con su amigo Juan Gonzalo Múnera, matriculado en la Facultad de Ingeniería Civil cuando estaba en la rectoría de esa prestigiosa institución Félix Monsalve.

Claro está que ambos cumplieron con el requisito de presentar el examen de admisión de la época. (Todo debe decirse).

Bueno, mi apego a la arquitectura yo la podría explicar porque desde pequeño tuve facilidades para el dibujo, de hecho aproveché un curso por correspondencia que por aquellos años ponía a disposición de quien así lo quisiera la Modern Schools, una institución que enviaba por correo las lecciones que luego el estudiante remitía las respuestas hasta aprobar el curso, que incluso era reconocido en buena parte del país, aunque hoy no sé si esas entidades, con tantas facilidades como las da hoy la tecnología, todavía estén vigentes”, cuenta el señor Pineda.

Estando en esas se me apareció un gringo de esos que de vez en cuando acudían a ponerse bajo la dictadura de las tijeras de mi papá, que de manera gentil atendía a los parroquianos, y miró con detenimiento los mamarrachos que yo hacía en una hoja de cuaderno y lo que le entendí era que decía: arquitecto, arquitecto”.

Eso parecía como si fuera el profesor que me tomaba la lección de parte de aquella escuela virtual de la que yo era alumno por correspondencia”.

Ya te conté que fui a estudiar a la Nacional y en ese año me tocó vivir en las residencias que tenía la universidad para atender a los estudiantes que veníamos de otras partes, ubicada donde hoy funciona el ITM en el barrio Robledo. De esos tiempos recuerdo a Jaime Corcho que se comportó como una especie de guía y de fijarme algunas metas.

Cuando estaba en el noveno semestre se me presentó la oportunidad de vincularme al Banco Central Hipotecario, entidad que tenía el famoso Plan Terrazas, que no era otra cosa que darle posibilidades a algunos propietarios a desarrollar ciertas áreas de sus viviendas, en donde mi papel era estudiar los proyectos presentados y darles el visto bueno a quienes cumplieran con los requisitos de la entidad bancaria”.

Bueno, cinco años después y, convencido de que esas tareas le habían dado las herramientas suficientes para declararse independiente, decidió abrir su propia oficina particular, pero a los pocos días se dio cuenta de que no podía firmar nada porque carecía de la matrícula como respaldo a su profesión.

De ese modo le tocó regresar a las aulas de clase en donde lo recibió Edgar Arroyo y en medio de todo descubrió que muchas de las aplicaciones que él le daba a la arquitectura estaban escritas en una derivación llamada bioclimática, solo que la aplicaba de manera empírica. Esa es la razón por la cual en su tarjeta de presentación se lee “Arquitectura Bioclimática”.

De allí que varias de sus obras en El Bagre tienen ese estilo como es el edificio Perla de Oriente, la Cooperativa de Ahorro y Crédito, algunas viviendas del sector de Metrópolis, el colegio de Nacira Navarro en la vía al aeropuerto y la iglesia del 20 de julio, cuya construcción se debe al sacerdote bagreño Emeterio Rivas Liñán, quien celebró sus bodas de plata sacerdotales en una jurisdicción eclesiástica de los Estados Unidos.

Pineda Cardona recibió su título de arquitecto en una ceremonia en la que estaba un personaje que se volvió famoso, no por la práctica de esa profesión, sino por ser el portador de cuanto comentario se mueve en la farándula criolla y el llamado jet-set colombiano. Se trata del guajiro Frank Solano, uno de los presentadores de un ruidoso programa dominical en nuestra televisión colombiana.

Nunca tuve claro las razones por las cuales perdí el interés en graduarme, así como de pedir que me expidieran la cédula de ciudadanía, razón por la cual el único documento de identidad que cargué por muchos años era mi partida de bautismo, hasta que una noche un policía tomó el papel, lo leyó y dijo en voz alta: Este precioso niño que nació el 18 de mayo le llegó la hora de cargar cédula”.

De la misma manera le ocurrió con la libreta militar. Resulta que para cobrar unos honorarios en El Bagre, más concretamente en las Empresas Públicas que gerenciaba Fabio Figueroa, tenía que dar cuenta de ese requisito.

Es más, un auditor de la Contraloría, Gildardo Urbino, lo puso en calzas prietas y fue la única manera para acercarse a una oficina y acogerse a una amnistía para mayores de 35 años de edad, y sin más vueltas obtuvo el documento, cobró la cuenta, hizo una fiesta y saludó a Urbino.

Cuando conoció a Salvador Hernández Terán, un día en el que coincidieron en tareas por el río Tigüí, jamás se imaginó que a su lado lo esperaba una de las peores tragedias personales que habría que enfrentar.

“Yo venía de Apartadó, en donde la violencia se había llevado por delante más de cien personas, muchos de ellos compañeros de trabajo en la Alcaldía, que en ese año era de la Unión Patriótica y estaba de alcaldesa Gloria Cuartas Montoya, y allá fui declarado objetivo militar”.

Pues bien, llegó a Medellín y en el Olaya Herrera, el aeropuerto local, se encontró por segunda vez con Salvador, quien apenas llevaba un mes al frente de los destinos de El Bagre, en calidad de alcalde.

Fue cuando, a petición de los entonces concejales Bruno Garrido y Argemiro Velasco, asumió la jefatura de Planeación y Obras Públicas, con un sueldo muy inferior al que devengaba en el eje bananero y, sobre todo, sin adivinar la serie de episodios que le tocaría enfrentar, como ocupar su residencia en calidad de cárcel por casi cinco años, producto de uno de los mayores descalabros administrativos que ha tenido El Bagre en su corta historia como municipio, en donde la cúpula de la Alcaldía, toda la plana mayor, desde su titular hasta varios secretarios de despacho, tuvieron que enfrentar un juicio penal en un período que muchos han querido olvidar.

Antes de que ese maremágnum se volviera el escándalo en que se convirtió y mientras todo transcurría en calma, notó que la administración de Fabián Palacio había dejado en marcha una serie de proyectos y que solo faltaba la voluntad política para gestionarlos y fue así como se los dio a conocer a los demás funcionarios para sacarlos adelante. Obras como una planta de tratamiento de agua en el corregimiento de Puerto Claver, un proyecto piscícola en la vereda Santa Isabel, la intervención del caño Laureles y el dragado de varios caños que cruzan la cabecera de El Bagre, entraron en la agenda, pero también con ellos las malas ideas de hacer mal uso de los dineros públicos.

Al lado de Próspero Benavides se propuso echar andar los proyectos y llevarlos a Findeter, que era el organismo que ponía el músculo financiero para las obras, y en menos de quince días lograron la cofinanciación de la planta de tratamiento con una base de $ 700 millones de pesos. De ello solo existen, si es que todavía existen, el acta de inicio y un avance de obras. El arquitecto Jaime Pineda Cardona cuenta hoy que allá se hizo lo siguiente.

Estábamos en Puerto Claver y varios de mis compañeros decidieron alquilar una máquina para hacer las veces de iniciar la obra, se tomaron las respectivas placas fotográficas y la plata se perdió y la anhelada obra tan esperada por los clavereños se hundió en el olvido y hasta el sol de hoy.

Como la tal obra nunca se fraguó, a mi me imputaron los cargos de falsedad ideológica en documento público y al alcalde Salvador Hernández, por otra serie de problemas y enredos que se presentaron en su corta estadía en el cargo, lo enviaron a la cárcel por concierto para delinquir, entre otros delitos.

En la cárcel de Yarumito, en Itagüí, Salvador redimió su pena de casi 18 años, cuenta hoy el arquitecto, quien de paso dice que lo suyo fue un caso para olvidar.

A mi me culparon de esos desastres a sabiendas de que fui yo el que prendió las alarmas y como pago por esto me sacaron del cargo, así que me fui para Sincé, Sucre y estando allá recibí la notificación de un fiscal que me requería con una orden de captura, como se llamaba en ese entonces esa decisión judicial.

Eso me hizo dar un giro completo a mi vida. Sé quienes estuvieron detrás de toda esa tramoya, pero prefiero olvidarlo y mirar hacia adelante porque entre otras cosas dentro de ese proceso se presentaron cosas muy curiosas”.

Una de ellas tuvo que ver con mi abogado, Amador Ramírez, quien de entrada dio por cierto la versión de que yo firmaba las cosas en estado de embriaguez y en medio de esas audiencias lo llamaron a él para que respondiera por un caso de alimentos”. Así andaban las cosas.

Y tan mal andaban que cuando lo apartaron del cargo le debían lo correspondiente a siete meses de su salario y, muy a pesar suyo con la amistad que tenía con el entonces alcalde encargado, José Antonio Cerpa Quiroz, tuvo que acudir a una acción de tutela para que le reconocieran ese derecho y no verse sometido a otro tipo de coacciones que pretendían buscar algún beneficio personal derivado de su salario. La justicia actuó como debía y le consignaron lo debido a su cuenta y se despidió de aquella pesadilla.

Los hechos narrados datan de 15 años atrás y desde ese tiempo hasta la fecha el arquitecto Jaime Pineda Cardona se dedica a su trabajo sin cargar odios personales ni tomar retaliaciones contra nadie en particular y por eso dice gozar de una vida tranquila que comparte con su esposa Ruth Castilla Guerra y su hija Alejandra, quien es médica patóloga en ejercicio. Precisamente con ellas celebra hoy en la ciudad de Montería su cumpleaños número setenta, los mismos que cumple el arrasamiento inmisericorde el corregimiento de Pato.

A propósito de esta población, que antes fue el preferido por sus riquezas en oro, el portal del Ministerio de Minas registra lo siguiente: “El área carbonífera se halla localizada sobre las estribaciones de la Cordillera Central, comprendida entre los ríos Cauca y Nechí, denominada Serranía de Santa Bárbara. A la zona se puede llegar por vía aérea de Medellín a El Bagre y luego 33 kilómetros aguas arriba por el río Nechí hasta el corregimiento de Pato, también por carretera de Medellín a Zaragoza. No todo está perdido.

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