Desde la base aérea de Howard en el Canal de Panamá los Estados Unidos coordinaron durante décadas las intervenciones militares en el continente latinoamericano. En 1999, hace 16 años la abandonaron hasta que el empresario colombiano Jaime Gilinsky, casado con una panameña, en el 2004 vio en este enorme terreno una oportunidad de negocio.
Cercano a los sesenta años y con experiencias exitosas en estructurar negocio pensó en un socio. De inmediato se le vino el nombre de su vecino en Londres, el desarrollador urbano Ian Livingstone quien junto con su hermano Richard son unos de los pesos pesados en proyectos de bienes raíces en Europa.
Gilinsky aprovechó que Ian estaba de vacaciones en Las Bahamas y lo invitó a sobrevolar el terreno. El millonario inglés se entusiasmó y tomaron la decisión al vuelo: comprar el terreno baldío de búnkeres y cuarteles, rebautizarlo como Panamá Pacífico y construir una nueva ciudad a partir de cero. Armaron una sociedad de facto y comenzaron a proyectar el que se convertiría en el más audaz proyecto inmobiliario del mundo según la revista Forbes .
Ian cogió un trozo de papel y un marcador y comenzó la proyección de una ciudad capaz de albergar 70.000 personas. El asunto entre los dos estaba claro: el inglés se ocuparía de los diseños y Gilinski debía conseguir la financiación y el lobby con el alto gobierno panameño para convencerlos de la viabilidad del mega proyecto.
Todo se dio.
El proyecto Panamá Pacífico tomó forma. Adquirieron por US$ 1.4 billones el terreno. Doce años después los lotes tiene un precio 25 veces superior al original y la propiedad global vale tres veces más. A pesar de que ya hay 1.000 edificios en pie, el 85% aún está sin urbanizar, con gran cantidad de trabajo por hacer y miles de millones más por facturar.
Jaime Gilinsky tiene a Londres como residencia pero maneja apartamentos propios en Nueva York, Panamá, Miami, Bogotá y Cali -su ciudad natal- a donde llega siempre en su jet particular. Pasa al menos 200 de días del año de viaje, con tres teléfonos celulares desde los cuales coordina reuniones empresariales y políticas, un tejido que heredó de su padre Isaac quien hasta hace poco tiempo se desempeñaba como embajador de Colombia en Israel y que a su vez fue construyendo desde los tiempos de universitario en Georgia tech y el Buissness school de Harvard.
El acercamiento con el gobierno de Panamà no tuvo dificultades. Su esposa Raquel proviene de una influyente familia del Istmo, donde además los Gilinsky son propietarios de un banco que les permite apalancar negocios y como si fuera poco, se desempeña en la actualidad como agregado de asuntos políticos de la embajada de Panamá en Londres.
Sin esas profundas raíces en Panamá ni siquiera se habría enterado de la antigua base de la Fuerza Aérea desde donde mandaron misiones bélicas para intervenir los gobiernos de Honduras, El Salvador y el propio Panamá en los tiempos del dictador Noriega donde terminó detenido el 3 de enero de 1990. Antes, cuando los estadounidenses todavía controlaban la tierra, él y su esposa visitaban el supermercado cerca de Howard para comprar productos estadounidenses como chicle y papas fritas. La base en sí estaba fuera de los límites urbanos.
Desde cuando el gobierno de Panamá se hizo cargo de la base en 1999 empezó a buscar maneras de vender pequeños trozos con diferentes desarrolladores. Cuando aparecieron Gilinsky y Livingstone con su propuesta el negocio llevaba cinco años quieto. Aunque la contraprestación que le pedían al gobierno para asegurar su inversión no era de poco monto, la respuesta llegó con prontitud: habría exención de impuestos para estimular la inversión extranjera, se crearía la Agencia Panamá Pacífico y se convocaría un concurso.
En efecto, 17 grupos presentaron propuestas de proyectos, aunque o sólo cuatro, entre ellos Gilinski-Livingstone fueron preclasificados. Al final quedaron solos, enfrentados a un consorcio de las familias más ricas de Panamá. El precio del suelo lo establecieron inicialmente en menos de $5 por pie cuadrado, la mitad del valor de mercado y el ganador debería garantizar las inversiones por más de 40 años. Con una inversión de US$705 millones, un depósito de US$20 millones, el Presidente de Panamá Martín Torrijos le entregó el predio a Gilinski-Livingstone.
La compra resultó una ganga. Un año después, sin un ladrillo puesto, el Boston Consulting Group valoró el terreno entre $ 1,2 y 1,6 mil millones de dólares, más o menos el doble de lo Gilinski y sus socios se comprometieron a invertir en más de 40 años y más de 60 veces el depósito.
La crisis del 2008 frenaron las pretensiones de venta después de haber invertido US $80 millones en el trazado de la infraestructura básica. Gilinksy decidió entonces mirar hacia el Oriente Medio como fuente de recursos. Las realidad económica allí era otra. El precio del pétroleo estaba en $140 dólares por barril y los jeques árabes buscaban negocios para invertir en todo el mundo. En el 2010 los gerentes de los fondos de inversión tomaron nota. La petro-nación de Qatar adquirió el 50% de participación en Panamá Pacífico por un estimado de $ 1 billón de dólares.
Gilinski se quedó con una participación del 25% pero conservó su condición de Presidente y su cuñado panameño continuó como el CEO con dos representantes de Qatar en el consejo directivo. La sede de una planta productora de cerveza de la multinacional SABmiller con un costo de US $400 será uno de los proyectos empresariales bandera de Panamá Pacífico con la que se busca jalonar nuevas fábricas con esta localización privilegiada para exportar a Latinoamérica.
Sin haber invertido desde el 2010 un solo dólar de su bolsillo ya cumplieron la meta de inversión pactada a cuarenta años.
Según el acuerdo de 2007 con el gobierno, Gilinski y sus socios cancelaran el costo de la tierra a medida que el proyecto avance y éste va amarrado al diámic0 mercado inmobiliario en Ciudad de Panamá. El gobierno recibe el 25% de los beneficios de las ventas, una vez se hayan amortizado las inversiones en la infraestructura que corrió por cuenta de los privados.
Los excedentes de este Panamà Pacífico empezaron a verse en el portafolio de la familia Gilinsky que inicio su fortuna en Cali en los años 50 c0n la Empresa Andina de herramientas, después Atila, Bon Bril; décadas después se expandieron a la industria alimentaria con Yupi y luego instalaron la fabrica de muebles Rimax, mientras en el sector financiero, se hicieron al Banco de Colombia que después vendieron al Grupo antioqueño.
Pero las últimas inversiones de Jaime Gilinsky tienen el sello de Panamá. Armado con US$500 millones en efectivo después del acuerdo de Qatar, compró una participación del 7,5% en el banco español Banco Sabadell y se hizo con los activos de HSBC en Colombia, Perú y Paraguay y últimamente el GBN Sudameris, convirtiéndose este año en el cuarto hombre más rico de Colombia junto a Luis Carlos Sarmiento, Alejandro Santodomingo y Carlos Ardila Lüle.
La caja registradora del istmo sigue activa. Ahora él y Livingstone están considerando nuevas inversiones en bienes raíces, haciendo visitas clandestinas a las grandes extensiones de tierra cerca de las grandes ciudades de América Latina porque el futuro está claramente en este lado del hemisferio.
*Con información de la revista Forbes